La Audiencia de València resuelve con tres años de condena el intento de estrangulamiento de El Tuvi a su exnovia

La médica forense que examinó a David S. O., que también está acusado de los asesinatos de Wafaa Sebbah, de Isabell Elena Raducanu y de su bebé nonato, declaró que sí sabía lo que hacía, pero el tribunal le aplica igualmente una atenuante de anomalía mental

El Tuvi a su exnovia: "Tú sigue vacilándome, que la última que me vaciló está muerta"

"El Tuvi era impulsivo, pero sabía en todo momento de lo que hacía"

Teresa Domínguez

Teresa Domínguez

Teresa Domínguez

Tres años por lesiones y diez meses por quebrantar la orden de alejamiento. Esa es toda la condena que la sección primera de la Audiencia de València considera suficiente para David S. O., alias El Tuvi, por el episodio protagonizado el 27 de septiembre de de 2020 en su casa alquilada de Manuel, durante el cual cogió a su exnovia por el cuello y la estranguló hasta dejarla inconsciente porque se negaba a retirar la denuncia de malos tratos interpuesta mes y medio antes contra él, y por la que tenía una orden de alejamiento que ese día, obviamente, quebrantó.

El tribunal no solo rechaza que esa agresión supusiera un homicidio en grado de tentativa -ha creído la versión del acusado de que su intención no era matarla, a pesar de dirigirle frases como esta: "Tú sigue vacilándome, que la última que me vaciló está muerta"-, sino que además le aplica una atenuante analógica de anomalía mental.

La agresión a esta joven se produjo un año y tres meses después de los dos primeros crímenes que se le imputan, los de Isabell Elena Raducanu, de 36 años, y de su hija nonata, ya que la mujer estaba embarazada de seis meses de una niña que murió después de que su madre fuese estrangulada y acuchillada 36 veces el 11 de junio de 2019 en su piso de Xàtiva, y diez meses después del tercero de los asesinatos, el de Wafaa Sebbah, la joven de 19 años de la Pobla Llarga a la que El Tuvi ha reconocido haber matado y que fue estrangulada, acuchillada, golpeada y tiroteada tras negarse a mantener relaciones sexuales con su verdugo el 17 de noviembre de 2019 en un chalé del autor, en Carcaixent.

Así, de los 17 años y medio de prisión que le pedían la fiscal y la acusación particular por ese intento de estrangulamiento de la novia con la que inició la relación al poco de matar a Wafaa, el reproche penal se queda en tres años y diez meses. Y no solo eso: con el peligroso antecedente de considerar que David S. O. no es totalmente responsable de sus acciones criminales al reconocerle esa anomalía mental, por la que él mismo y su madre reconocieron en el juicio, celebrado el pasado 25 de junio en la Ciudad de la Justicia de València.

Completamente tranquilo y sosegado, y hasta histriónicamente balbuceante. Ajustándose a lo que su madre declaró ante el tribunal: "Es como un niño de 10 años". Esa fue la puesta en escena de David S. O., alias El Tuvi, durante su comparecencia en ese juicio ante la sección primera de la Audiencia Provincial de València para responder del ataque a la única víctima viva de sus estrangulamientos, una joven con la que mantuvo una relación de pareja de ocho meses hasta que ella lo denunció por maltrato. Y parece haberle funcionado.

La imagen infantiloide y hasta bobalicona que trató de trasmitir parecía haber quedado desvirtuada por el relato crudo realizado ante la sala por su exnovia cuando detalló lo sucedido aquel domingo 27 de septiembre de 2020 por la mañana. Sin embargo, a la vista de la sentencia, no ha sido así.

María (nombre ficticio para preservar su anonimato) había comenzado una relación con David S. O. en enero de ese año. Hacía mes y medio que había matado, presuntamente, a su tercera víctima mortal, Wafaa Sebbah, de 19 años, y siete del asesinato de las que se presume son sus primeras dos víctimas: Isabell Elena Raducanu y su hija nonata de seis meses de gestación.

Tras un noviazgo turbulento, lleno de vejaciones, insultos, amenazas y agresiones -está condenado por ese maltrato desde abril de 2022-, María decidió denunciarle y poner fin a la relación. "Me insultaba y vejaba. Me decía que no valía para nada, por ejemplo. También presumía de cómo trataba a las mujeres. ‘Tú sigue vacilando, que la última chica que me vaciló, ya está muerta’. Eso me lo ha dicho muchas veces".

El 24 de agosto, dos días después de ser detenido por violencia de género -tiene al menos dos sentencias firmes por machismo-, se le impuso una orden de alejamiento de María. No le hizo caso. Cruzó mensajes con ella y se vieron varias veces. El viernes, 25 de septiembre, ella aceptó irse con él a su piso alquilado de Manuel, el mismo al que había llevado el 17 de noviembre del año anterior a Wafaa la tarde en que acabó matándola, presuntamente.

Quería que retirase la denuncia

Todo fue bien hasta el domingo por la mañana. "Estaba de mal rollo". Una y otra vez le reiteró lo que llevaba pidiéndole dese hacía días, por mensaje y en persona, que retirase la denuncia por maltrato. No era una petición baladí. En ese momento, lo último que le convenía es estar bajo la lupa judicial, ya que aún no se le habían pedido explicaciones por los asesinatos de Wafaa, ni de Isabell, ni de su bebé.

María le dijo que no. "Me cogió del cuello por delante. Me ahogó, pero no del todo. Me soltó y vomité allí mismo. Me dijo que bebiera agua y se me pasó. Mientras lo hacía me seguía diciendo todo el rato que quitara la denuncia".

Ese primer episodio ya fue al lado de la puerta. Visto cómo se habían puesto las cosas y temiendo una reacción violenta de David S. O., María empezó a recoger su ropa para irse, pero el primer estrangulamiento se lo impidió. "Yo me asusté y empecé a chillar, porque me quería ir. Cuando empecé a gritar es cuando me cogió por segunda vez". Él lo admite, pero dice que presionó «poco, suave» y poco tiempo "porque no tenía intención de matarla".

María lo cuenta de otra manera. "Me cogió desde atrás y empezó a apretarme". Gestualiza cómo la lengua se le salía y no podía respirar. Se respira su angustia, aunque declara tras un biombo para evitar cruzar la mirada con su maltratador. "Me pisaba los pies y no podía moverme. Empecé a echar espuma por la boca y ahí ya pensé que me iba a matar". Su voz se quiebra. "Solo podía mover las manos. Siguió apretando". Se desmayó. Cuando se despertó, confusa y aturdida, le escuchó decirle: "Levántate que vamos a ir a la ducha".

Esputos de sangre tras los "momentos agonizantes"

"Yo tenía angustia. Me senté en el sofá. Tenía como mucho sueño. Tenía la sensación de que me dormía, de que me quedaba vencida. Ya había vomitado antes, pero en el sofá me dieron ganas de nuevo. Él me dijo ‘vamos, que te llevo a casa’. No recuerdo cómo llegué a mi casa. Me acosté y cuando me levanté. Estaba muy confusa".

A los dos días, seguía sin poder tragar. Fue a su médica de cabecera. Le contó una mentira: "Que tenía anginas". No sirvió, la facultativa detectó la mentira. 

Dos médicos forenses detallaron ayer las lesiones y explicaron que sufrió simultáneamente dos mecanismos de asfixia: sanguíneo y respiratorio. Y que estuvo a punto de morir: "Los esputos de sangre se producen por las microhemorragias alveolares al tratar de respirar en momentos agonizantes". 

El relato de la joven casa con lo que afirman la fiscal y la acusación particular que ejerce el penalista Juan Carlos Navarro, que sí estuvo a punto de matarla. Por las dos llamadas de María a la abuela de su hija, a la que debía haber recogido aquella mañana, se sabe que, tras el segundo estrangulamiento, permaneció inconsciente unos 20 minutos. Y que su agresor no buscó ayuda médica, no le prestó auxilio ni la llevó a un hospital.

"Distinguía entre el bien y el mal"

Su estrategia de defensa, la misma que plantea en los casos de Wafaa y de Isabell, es que no sabe lo que hace porque tiene sus capacidades de voluntad y conocimiento alteradas por un accidente de tráfico sufrido en 2015. Ayer, a preguntas de Navarro, tanto él como su madre admitieron que no precisó medicación ni visitas al psiquiatra hasta 2020. Justo cuando María le denunció. "Hasta que la conoció, a él le iba bien", llegó a decir su madre al tribunal, obviando que cuando conoció a esa joven, Wafaa e Isabell ya habían sido asesinadas.

Dos informes refrendaban esa supuesta afectación mental. Uno, elaborado por un psiquiatra a petición de la madre el 3 de marzo de 2021, seis días después de que fuese citado en el grupo de Homicidios de la Policía Nacional de València porque su ADN estaba en el cadáver de Isabell (es la primera vez que alguien le interrogaba en relación con alguno de los crímenes), y otro de una médica forense que lo había examinado en el marco de la causa judicial por el intento de homicidio de María. 

El primero no compareció ayer porque no estaba citado en esta causa por la defensa, y la segunda corrigió ayer, en la vista, parcialmente su informe. Aclaró que en su anterior valoración se había equivocado y que las posibles secuelas de aquel accidente "podían haberle afectado parcialmente a la voluntad, es decir, podía haber cierto impedimento para controlar sus impulsos, pero no a su capacidad cognitiva: distinguía entre lo que estaba bien y lo que estaba mal".

«Me estaba gritando en mi propia casa»

El acusado, que fue el primero en declarar, trató de esquivar las acusaciones y llegó a esgrimir que estranguló a María para frenarla. "Me dio cuatro o cinco manotazos". "Le hice un ‘mataleón’, pero sin intención de matar, ¿eh? No le hice nada", explicó con tono monótono. El abogado de María consiguió que elevase el tono acorralándolo a preguntas y evidenciando sus contradicciones. Al final, saltó. "Me estaba gritando en mi propia casa, qué tenía que hacer. Me estaba pegando". Y remata que lo hizo porque "me negué a darle más dinero". Curiosamente, el mismo argumento usado en el caso de Wafaa, a la que dijo haber estrangulado por detrás cuando ella le pegó porque se negó a darle más dinero.

Al acabar el juicio, hizo uso de su derecho a la última palabra. Y volvió con el dinero: "Quiero matizar que cómo es posible que esta señorita (en referencia a la víctima) no haya respondido al favor que le he tenido que hacer yo porque el dinero que le tenía que prestar". El magistrado le miró sorprendido y le espetó: "Pero, ¿tiene algo más que decir?". "Sí", respondió, "y que no tenía intención de matarla en ningún momento, Han sido unas lesiones leves". El Tuvi, que ayer se negó a llegar a un acuerdo con las acusaciones, se juega ahora los 17 años y medio de cárcel que le piden por estos hechos. "Visto para sentencia" cerró el presidente del tribunal.