El Tuvi usó hasta cuatro armas distintas y una saña desmesurada para matar a Wafaa

El informe definitivo de la autopsia y la confesión del presunto asesino indican que la estranguló con las manos, la acuchilló, le causó fracturas con golpes y la tiroteó con un una escopeta de balines antes de arrojarla al pozo, posiblemente ya muerta

El Tuvi, en una foto de archivo

El Tuvi, en una foto de archivo

María González.

La saña gratuita y desmesurada desplegada por David S. O., alias El Tuvi, contra Wafaa mientras la tenía atada de manos no solo prueba la alevosía impidiéndole su defensa, lo que indica que fue una asesinato y no un homicidio, sino que avala que se trató de un ataque machista, con claro menosprecio a la víctima por su condición de mujer, lo que permitiría agravarle la pena. El Tuvi, tal como ha venido informando este diario, está a la espera de juicio por haber intentado matar a otra chica, en este caso una exnovia, a la que, como a Wafaa, estranguló sometiéndola a un ‘mataleón’ –asfixia con el antebrazo desde atrás– y también ha sido juzgado en dos ocasiones por malos tratos a exparejas.

El informe definitivo de la autopsia de Wafaa, que se ha demorado casi año y medio por la complejidad que supuso analizar un cuerpo que permaneció 19 meses sumergido parcialmente en un pozo de riego de16 metros de profundidad, con constantes subidas y bajadas del nivel del agua, recoge hasta cuatro mecanismos homicidas distintos: asfixia, acuchillamiento, heridas de arma de fuego y traumatismos óseos.

Aunque los investigadores están convencidos de la motivación sexual del crimen –todos los amigos comunes han declarado por activa y por pasiva que El Tuvi estaba obsesionado con Wafaa, que tenía solo 19 años cuando fue asesinada, y que ella se negó siempre a tener sexo con él–, los forenses han sido incapaces de pronunciarse sobre si hubo agresión sexual, dada la desaparición por efecto de la putrefacción de los tejidos genitales donde habrían quedado señales. Pero hay otros indicadores que apuntan que hubo delito sexual. Por ejemplo, la chica estaba desnuda de cintura para abajo –El Tuvi admitió a los psiquiatras del IML que la desnudó, pero no quiso decir por qué–, tenía cortado con un cuchillo –el mismo con el que la apuñaló, concluyen los forenses– el sujetador rosa que seguía vistiendo cuando fue encontrada, con un corte limpio entre las copas, acción típica en una violación; y la joven estaba maniatada con una cinta americana que le cubría desde las manos hasta los antebrazos, pero no los pies.

Aunque los médicos no han podido determinar la asfixia con las manos –el ‘mataleón’– por la misma razón que no han documentado la agresión sexual (la desaparición de tejidos blandos del cuello por el tiempo transcurrido), el propio Tuvi ha confesado esa acción, de manera que lo más probable es que ese fuese el inicio del ataque. Igual que con el otro asesinato que se le imputa, el de Isabell Raducanu, la mujer embarazada de seis meses a la que presuntamente mató en Xàtiva cinco meses antes que a Wafaa, habría dejado a su víctima inconsciente y a partir de ahí habría comenzado probablemente la violación –o intento, ya que de manera espontánea contó a los psiquiatra forenses que los anabolizantes que tomaba le provocaban disfunción eréctil–.

Acuchillada como Isabell

Lo cierto es que los forenses han determinado que Tuvi atacó a Wafaa tanto de frente como por la espalda y que le clavó un cuchillo al menos tres veces –los tres restos de piel recuperados que lo acreditan, pero puede haber bastantes más, porque el cuerpo está incompleto; Isabell Raducanu, de hecho, recibió 37 cuchilladas, la mayoria en el cuello, estando inconsciente–.

Los forenses han determinado que Tuvi atacó a Wafaa tanto de frente como por la espalda y que le clavó un cuchillo al menos tres veces

A las lesiones por arma blanca se le suman siete balines, seis de ellos disparados con un rifle de aire comprimido frontalmente –impactaron en las manos y antebrazos de la chica, lo que acredita que en algún momento trató de defenderse– y un séptimo por la espalda, a la altura de los glúteos –el perdigón quedó alojado en el hueso de la cadera, lo que da una idea de la cercanía con la que se hizo el disparo–.

Además, el cuerpo tenía completamente cubierta la cabeza, tapando ojos, nariz y boca, con cinta marrón de embalaje, lo que lleva a los forenses a concluir que esa es la causa última mas visible de la muerte, la asfixia mecánica por oclusión de las vías respiratorias.

Sin embargo, no descartan que pudiese haber fallecido, como Isabell, como consecuencia de la hemorragia provocada por la sucesión de cuchilladas, ya que no disponen de los órganos internos para documentarlo debido a esa acción destructiva de la putrefacción.

Por último, describen varias fracturas óseas por golpes. La mayoría de ellas, concentradas en la parte izquierda del cuerpo, consideran que se produjeron al lanzarla al interior del pozo, pero hay una, en la espalda, que probablemente se la infligió mucho antes, en pleno ataque homicida.

Tras recuperar el cuerpo del fondo de ese pozo de 16 metros de profundidad, también se constató que el asesino había atado una azada al pie izquierdo de Wafaa con una doble vuelta de una cuerda de uso agrícola, lo que denota que buscaba hundir el cuerpo

Aumentó el dolor de la víctima

Tras recuperar el cuerpo del fondo de ese pozo de 16 metros de profundidad, también se constató que el asesino había atado una azada al pie izquierdo de Wafaa con una doble vuelta de una cuerda de uso agrícola, lo que denota que buscaba hundir el cuerpo. Él mismo afirmó haberle arrojado piedras desde el borde al ver que flotaba, pero posiblemente fue una excusa para justificar los golpes. Lo mismo que hizo con los balines. Según él, le disparó al cuerpo para hundirlo, algo bastante poco probable por la distancia del disparo y el tamaño y capacidad de penetración de los proyectiles y por los puntos de impacto, que hablan más bien de una tortura mientas la tenía de pie enfrente y de espaldas.

En todo caso, los médicos concluyen que toda la acción criminal «pone de manifiesto la capacidad para ocasionar un gran sufrimiento sobre la víctima y aumentar deliberadamente su dolor». Y lo más inquietante, aunque creen que buena parte de las fracturas óseas provienen de la caída, son lesiones perimortem, es decir, que aún había una mínima reacción vital, por lo que creen que cuando la arrojó al pozo estaba «probablemente ya cadáver o en estado agónico» aún.