Opinión | VIENTO ALBORNÉS

Si Garamendi mendigara…

Nos dirigimos a los amables lectores y lectoras de Levante-EMV justo cuando se inicia oficialmente la campaña para elegir un nuevo europarlamento de las veintisiete naciones que componen la UE y justo cuando las fronteras en la vieja Europa están asediadas por sendos conflictos bélicos, las llamadas guerra de Ucrania en la frontera con Rusia y guerra de Gaza en Oriente próximo, mientras en el interior hay violencia neofascista diaria y hasta un intento de magnicidio.

Con semejante panorama, pretendíamos titular este texto como «el rapto de Europa» y abogar por terminar las ficticias polarizaciones políticas, como vehículo estratégico para alcanzar el poder, votando sólo a aquellos partidos abiertamente europeístas y contrarios a la regresión autoritaria y facciosa que suponen los partidos de ultraderecha; pero en estas aparecieron en el ruedo los empresarios, para bien y para mal.

Para bien el gran empresariado alemán -no hablamos de declaraciones buenistas decorativas- pidiendo que la ciudadanía no vote a los ultras, pues suponen un peligro palpable contra la democracia y la vida económica, amén de una gravísima amenaza para el proyecto unionista de los Veintisiete que lucha por sobrevivir en un mundo de potencias autoritarias armadas hasta los dientes.

Y para mal los empresarios españoles, fotografiados cual corte de los milagros junto al emperador del populismo Javier Milei, presidente en visita no oficial, apareciendo a su lado Antonio Garamendi, presidente de la patronal, y representantes de importantes empresas de cuyo nombre no queremos acordarnos; nadie entiende qué pintaban apoyando la reunión de una internacional pseudo nazi alrededor de Vox, tras una crisis diplomática con Argentina, agudizada durante semejante viaje.

Ser empresario en nuestro país es el único oficio que no precisa acreditación de estudios, basta con capital propio o arrimado y no tener más credo que el beneficio a costa de todos. Si Garamendi mendigara sería un hombre pobre y es un pobre hombre que cuadruplica en ingresos al presidente Pedro Sánchez y que criticó su adelanto electoral de julio, cuando hizo exactamente igual ese mes en su patronal, postulante a ministro del PP.

Pero los populares no ganaron la investidura y los voxísticos ya perdieron escaños entrando en un declive, pronunciado tras su insolvencia en Galicia y el País Vasco y su estancamiento en Cataluña en las sucesivas autonómicas, y que en las europeas debe llevarle a perder la tercera plaza entre los partidos nacionales a manos de la coalición Sumar, donde la vicepresidenta Yolanda Díaz ha logrado de nuevo aunar a sus fuerzas de las generales.

Vemos al líder del PP, Núñez Feijóo, llamando a cabildo a alcaldes y líderes regionales, pues quiere encubrir en las elecciones a la eurocámara una especie de referendo entre él y el presidente Sánchez y ojalá fuera así, pero esas urnas deciden muchísimo más. No es el lechero quien toca nuestro timbre temprano si hay democracia (Winston Churchill), pues no quedan lecheros y hay más mala leche que buena ciudadanía.

Nos jugamos el retorno de los nacionalismos supremacistas del siglo XX que dejaron Europa arrasada. Queremos preservar las libertades y la justicia social frente a la libertad carajo de «ayusers» y franquistas: los liberticidas autoproclamados libertarios. Son las únicas elecciones de distrito único, sin tocomochos, y cada voto cuenta -vale igual- y nos retrata ante la UE; no hay disculpa.