València baraja sustituir las fogatas por unas hogueras oficiales y controladas

El crecimiento desmesurado de la noche de San Juan, con 140.000 personas en la playa la noche del domingo, hace pensar en alternativas que ya se han puesto en marcha en otros municipios costeros

Un grupo de jóvenes, con su fogata, en la fiesta de la playa

Un grupo de jóvenes, con su fogata, en la fiesta de la playa / Fernando Bustamante

Moisés Domínguez

Moisés Domínguez

Morir de éxito es uno de esos términos o síntomas al que siempre tienen miedo los gobernantes. Una iniciativa crece tanto que acaba por explotar. La fiesta de San Juan en la playa amenaza con eso y en el Ayuntamiento de València había ayer una sensación de alivio, que no es lo mejor cuando se celebra una actividad que, simplemente, debe desarrollarse con normalidad. Alivio se tiene cuando hay riesgo, o mucho riesgo, y no pasa nada. Cuando se asegura el empate en un partido donde hay mucho que perder y poco que ganar. 

Por todo ello, y con un año por delante, en el gobierno municipal se va a poner sobre la mesa adoptar alguna medida para que el crecimiento de la fiesta playera se frene. La sensación que dejó la noche del domingo al lunes es que pudo organizarse una buena marimorena y que no pasó nada, pero que los riesgos van a permanecer porque la fiesta es lo que es: el más grande botellón que se organiza en la ciudad a lo largo del año. El parte de incidencias es escaso. Incluso puede decirse que se dio una lección de civismo. Hasta que pase algo. Y lo sucedido en otros lugares, con hasta tres muertos en Catalunya, advierten de lo que puede suceder en cualquier momento. 

Echar el freno

En el ayuntamiento se va a pensar seriamente si no vale la pena echar el freno. Y esto pasaría por tomar medidas que tiendan a que la cifra dada a conocer, 140.000 personas, no sólo no crezca más, sino que se atempere. Y esto pasa por algo que ya está inventado: no permitir la quema masiva de hogueras. Dejar la fiesta de la larga noche en una reunión al aire libre, pero sin el añadido del fuego. ¿Qué se obtendría en ese caso? La reunión, la música, la comida y el alcohol no se impedirían, pero sí, por lo menos, uno de los alicientes que, por distinto, diferencian esta fiesta de un botellón cualquiera. Si con esa medida se reduce la asistencia, como es de prever, se adoptará. El año que viene o en un futuro. Tal como se decía ayer, «la cuestión es no esperar a que pase algo gordo para tomar la decisión». Entre otras cosas, porque incidentes mortales ya los ha habido en la playa de València. Hace nueve años sin ir más lejos. Y con los mismos patrones que en los sucesos de este fin de semana en Cataluña: una discusión por un motivo más o menos banal. 

Un domingo con miedo

El domingo hubo miedo entre los responsables municipales. Nadie se esperaba un lleno tan brutal. Ayer era día de balance, oficial y extraoficial y la coincidencia era absoluta: la concentración humana empieza a ser incontrolable. Sobre todo en determinadas zonas de la playa. Justo enfrente del puesto avanzado, que parecía un campamento militar entre efectivos y elementos de apoyo de las policías Local y Nacional, intentar acceder a la arena era casi imposible y, tal como se comentaba, «intentar llegar a un incidente, y además a ciegas, es dificilísimo». 

La supresión de las fogatas restaría algo de público y también evitaría convertir la playa en un basurero. Porque esa es otra: la gran cantidad de madera de mala calidad, llena de clavos, que se introduce en la playa, por mucho que los servicios de limpieza se afanan desde primera hora de la mañana. 

El aspecto "imposible" de las playas

El aspecto "imposible" de las playas / Fernando Bustamante

Efecto llamada

Hay además otro motivo: al haber municipios que han prohibido hacer fuego, grupos organizados acabaron pernoctando en València. El efecto llamada. Varias poblaciones de la costa norte prohibieron terminante o parcialmente, el encendido de fuego, lo que propició e traslado a València, donde en el Paseo Marítimo había libertad absoluta para encender. 

En este supuesto, que ahora hay que analizar -tienen un año para ello- no se descartaría que hubiera hogueras «oficiales», para que quien quisiera saltarlas pudiera hacerlo, pero no convirtiendo la totalidad de arenal en un depósito de cenizas, hierro y suciedad. 

Hay otro factor añadido: la noche de San Juan no genera ningún valor añadido a la ciudad. No es un atractivo turístico y no genera un especial impacto económico. 

«Habrá que pensar en adoptar medidas para evitar tanta masificación. Corremos el riesgo de morir de éxito», reconocía ayer el concejal de Seguridad Ciudadana Jesús Carbonell.