Opinión | Ágora

Adolescentes y sexo: consentido y con sentido

Tal vez, para algunas personas que lean esto, si hablo de Cruising, de Dogging, Glory Hole, Stealthing o Chemsex no sepan que estos son algunos de los nombres que reciben las prácticas sexuales de moda entre los jóvenes.

Todas ellas tienen en común el riesgo, porque normalmente se realiza sexo consentido, o incluso en algunos casos, sin consentimiento si hay sustancias tóxicas por medio, con personas extrañas y variadas, de modo casual, con utilización de drogas que pueden mantener la estimulación desde varias horas hasta varios días y, en la mayoría de los casos, sin ningún tipo de protección, ya que está de moda quitarse el condón en mitad de la relación sin que la pareja sea consciente de ello.

Sin embargo, si digo sífilis, gonorrea, VIH, clamidia o papiloma humano seguramente esto les suene más.

Estas son algunas de las enfermedades de transmisión sexual más conocidas y todas están teniendo un repunte alarmante entre la población más joven: la clamidia ha aumentado un 128% y la gonorrea un 83% en tan solo cuatro años, en edades cada vez más precoces, por no hablar del VIH que, tras haber dejado de considerarse una enfermedad mortal, parece que haya dejado de existir, aunque la prevalencia entre los adolescentes es del 21%.

Y la pregunta sería, ¿qué está pasando para que ocurra esto, cuando (se supone) que los chicos y las chicas tienen los datos necesarios a su alcance para informarse y formarse en cuanto a las prácticas sexuales se refiere?

Pues nada más lejos de la realidad. Las personas adultas, las familias, los centros educativos, pasan de puntillas sobre la educación afectiva-sexual, dejando relegado este tema a los gurus tictokeros de turno, a la información poco precisa que puedan obtener en las redes sociales y, sobre todo, a la pornografía, a la que acceden cada vez más temprano.

Peligrosa combinación que pone en riesgo a nuestros adolescentes. Según un estudio realizado por la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas, más de la mitad de los jóvenes de entre 15 y 19 años afirma haber tenido al menos un encuentro con penetración, siendo también las personas de este grupo de edad quienes aparecen en los datos de nuevas infecciones.

El desconocimiento de los riesgos hace que, en muchos casos, las enfermedades pasen desapercibidas por no tener una sintomatología clara, o se oculten a las familias por vergüenza, lo que hace que sigan siendo transmisores de las mismas y que, cuando finalmente se diagnostican, las consecuencias de la enfermedad sean mucho más graves, pudiendo quedar secuelas de por vida.

Y, ante estos datos, ¿qué podemos hacer?

Pues se debe trabajar (y la educación social tiene las herramientas para hacerlo) en la prevención y en la detección precoz a través de la formación, con proyectos y programas de educación afectiva y sexual en municipios, centros juveniles, escuelas e institutos, porque no queda otra que hablar con nuestros jóvenes y ofrecerles información de calidad, para que tengan sexo seguro, consentido y con sentido… Con todos los sentidos. n