Opinión | UN MILLÓN

Caridad, ODS y familias

El otro día leí algo sobre la caridad como herramienta para combatir la pobreza, y en ese momento, tras un escalofrío, me vino a la mente Plácido, esa inolvidable película de Berlanga en la que se retrata la España de mitad del siglo pasado (y que de alguna manera sigue siendo de total actualidad), en una pequeña ciudad de provincias donde se organiza la campaña navideña ‘Siente a un pobre a su mesa’. En el transcurso de la trama encontramos situaciones absurdas que va plasmando Berlanga magistralmente, poniendo el foco en las desigualdades sociales y en ese ‘buenismo’ tan particular de quienes, con el estómago lleno y agradecido, ejercen la caridad hacia sus semejantes que sufren el estigma de la pobreza.

Desde luego, el fin de la pobreza y el hambre cero en el planeta (el primero y el segundo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible) no se van a poder alcanzar solo con eso. Tampoco el resto de los 17 objetivos que componen la Agenda 2030 (salud, educación, igualdad, agua limpia, energía asequible, trabajo decente, industria innovadora, reducción de las desigualdades, ciudades sostenibles, producción y consumo responsables, acción por el clima, vida submarina y ecosistemas terrestres, paz y justicia y alianzas para lograrlos) se alcanzarán, ni en el 2050, si no se ponen en marcha otras estrategias planetarias, en las que la solidaridad entre países ha de ser clave.

Solidaridad y equidad son las palabras, ya que estas centran la intervención en las personas, sus necesidades, la defensa de sus derechos y los procesos para mejorar su calidad de vida, a través de los servicios sociales, la educación y la salud públicas... Solidaridad y equidad hacia los países con menos recursos, desde los países privilegiados, con políticas que favorezcan el crecimiento de los que están en vías de desarrollo. Solidaridad y equidad desde las personas hacia las personas.

Y aquí toman especial relevancia las familias, como núcleos de convivencia, de aprendizajes y de crecimiento. Precisamente, el 15 de mayo se ha celebrado el 30 aniversario del Año Internacional de la Familia, que la Organización de las Naciones Unidas ha denominado ‘Las familias y el cambio climático’, para poner énfasis en las consecuencias indeseables de los fenómenos extremos como huracanes, sequías e inundaciones que afectan a las personas, provocando movimientos migratorios forzosos y graves crisis económicas.

Las familias, todas las familias diversas que existen, tienen un papel fundamental para luchar contra el cambio climático, pues con la modificación de los hábitos de consumo se puede reconducir el sistema hacia la economía circular, que se basa en la reducción de residuos y la regeneración de los recursos, buscando el equilibrio entre los existentes y las necesidades mundiales.

Los y las educadoras sociales tenemos una ardua tarea por delante, pues somos agentes de cambio y hemos de trabajar en la sensibilización sobre la acción por el clima con las familias, ofreciéndoles formación e información y acompañándolas en los procesos de transición hacia la economía circular, equitativa y sostenible.