Opinión | Tres en línea

Recomponer las líneas rojas

Recomponer las líneas rojas

Recomponer las líneas rojas / JUAN R. Gil

El bloqueo en la renovación del Consejo General del Poder Judicial durante más de cinco años ha supuesto una de las crisis institucionales más graves que ha padecido nuestra Democracia desde su recuperación. Que haya sido por el empecinamiento de uno de los partidos pilares de la gobernabilidad de este país no hace sino subrayar la enorme irresponsabilidad con la que se ha actuado y el riesgo que para el sistema ha supuesto.

Por eso, hay que aplaudir la decisión que ha tomado Alberto Núñez Feijóo de dar vía libre al acuerdo para que el órgano de gobierno de los jueces pueda por fin dotarse de legitimidad. La crítica a la acción de los líderes políticos es consustancial al ejercicio del periodismo. Pero si no queremos quedar atrapados permanentemente en un fatalismo estéril, también es necesario enfatizar cuando se adoptan decisiones que contribuyen a rectificar errores, rebajar elementos de tensión y preservar el cumplimiento de los mandatos constitucionales.

Ha sido tarde. Hemos vivido situaciones bochornosas como el reconocimiento explícito de que los dos primeros partidos políticos de España eran tan incapaces de entenderse en asuntos de Estado como para tener que recurrir a un mediador europeo. Y se ha causado un daño formidable al crédito de esos mismos partidos protagonistas del atropello, pero sobre todo al de la Justicia. Pero, aun siendo todo lo ocurrido tan censurable, ha terminado por imponerse la cordura. Y esa es una buena noticia.

De inmediato se han alzado voces contra Feijóo, acusándole de falta de liderazgo y de debilidad. Sin embargo, es lo contrario. El desbloqueo del CGPJ resulta la mayor muestra de firmeza y autonomía que Feijóo ha dado desde que su partido le llamó para que se pusiera al frente. Nunca Feijóo ha sido más presidente del PP que en estos momentos. Porque nunca había dado mejor prueba de independencia de criterio y de capacidad para imponerlo, no tanto a los suyos como al coro tóxico que le rodea. Pablo Casado, aunque me consta que quería salirse de esa trampa en el que el PP estaba metido, no se atrevió en su día a dar el paso. Y, aunque su defenestración no tuviera nada que ver con eso, el caso es que acabó liquidado.

El Poder Judicial ha sufrido un gran perjuicio durante este tiempo. No bastará con el acuerdo para su renovación alcanzado ahora por PSOE y PP para repararlo. Se necesitarán nuevos pasos por parte de todos los actores para reforzarlo y devolverle el prestigio perdido. Sánchez y Feijóo no tendrían que dar por cumplido el trámite. Al contrario, debería servirles para recomponer tantas líneas rojas como en los últimos tiempos unos y otros se han apresurado a violar. n