Opinión | A Vuelapluma

El último superviviente

Más que el poder de atracción de los reaccionarios, me inquieta nuestra capacidad insaciable de mirar a estos nuevos movimientos

Momento del concierto de Bruce Springsteen en Barcelona el pasado jueves.

Momento del concierto de Bruce Springsteen en Barcelona el pasado jueves. / Quique García / Efe

Leo titulares oscuros. Uno detrás de otro. Cada vez más repetidos. Eso me parece. ‘Europa se la juega’, ‘Europa entra en terreno desconocido’. Todo el foco lleva tiempo sobre la extrema derecha, que ahora parece que son varias, más y menos aceptables. Siempre hace falta que venga uno más radical para que los de antes parezcan más soportables. Si reviso, yo mismo no sé cuántos de estos artículos sabatinos han ido últimamente sobre el auge ultra. Muchos. Y confieso no sé si sirve de algo, sino que dudo de si no es contraproducente, si el efecto es el contrario. Lo extraño, y acongojante a la vez, es que todo este contexto se produce mientras llueven los buenos datos económicos: las perspectivas de crecimiento de España mejoran, el desempleo baja… ¿Hay otro país por ahí que no es este pero se llama igual? ¿La macroeconomía es una ciencia falsa que está en un mundo paralelo? ¿O es que ellos, los malos, nos han ganado ya al instalarnos en el apocalipsis virtual?

Más que el poder de atracción de los reaccionarios, me inquieta nuestra capacidad insaciable de mirar a estos nuevos movimientos. Diría nuestra necesidad en estos tiempos. Todo lo que los medios de comunicación producimos alrededor del tal Alvise se sitúa entre las noticias más vistas y, a partir de ahí, esa es la rueda de la fortuna, porque genera beneficios. Estamos todos en esa dinámica cruel: nos escandalizamos de quiénes son, de hacia dónde vamos, pero los tratamos con absoluta normalidad y nos creemos que por hacer una pregunta comprometida y sacarles los colores (eso creemos) de vez en cuando con alguna noticia nos purificamos.

Se han hecho con el campo de juego. La institucionalidad y el dinero suponen normalidad. Así que no es extraño ver titulares que dicen que Giorgia Meloni ha sido la estrella del último G7. ¿Qué ha hecho? El gran gesto parece que ha sido tratar al abuelo Biden con un poco de dulzura cuando el americano se despistó mirando el horizonte. ¿Meloni ya no es la que pone en sordina avances ambientales ahora que es presidenta de Italia?

Nos atraen los mesías. Es fácil esperar que otro lo arregle todo y seguir con nuestra vida. ¿Por qué cada vez creemos menos en la democracia?, dice otro titular. ¿Porque ya no significa bienestar? ¿Porque nos hemos acostumbrado a verla a distancia, tras la pantalla, como un juego o una serie? Creo que existe un sustrato emocional de que al final nunca va a pasar nada realmente.

Algo habrán tenido que ver también quienes están en la política normal, digamos. No todo va a ser responsabilidad de un pueblo cansado y temeroso. Es difícil encontrar un soplo de honestidad y sinceridad (unidas) en todo nuestro ambiente político. No hay ya cuestiones de Estado, todo son cuestiones de interés de gobierno, para mantener mayorías y permanecer en él. Y a la oposición sólo le interesan los asuntos como modo de remover a los que están. Podría hablar del presidente del parlamento balear, de los silencios de Feijóo, de financiaciones a la carta para unos, de justicias torcidas. Ya saben de qué les hablo. No sé si todo este magma de decadencia y este camino de perdición viene también por toda esa sensación falsaria. Hoy la política normal se aferra al verbo resistir (hasta el rey resiste). Quizá es una parte del problema: nos olvidamos de ilusionar y nos conformamos con resistir. 

Que el mundo siga. Hoy apago frente al desconcierto y el descontento. Hoy cierro la puerta al desaliento. Hoy encuentro puertas abiertas en la oscuridad. Veo 'Fallen Leaves', del viejo Kaurimäski, que le echa dos risas al mundo cruel. Que el viento nos lleve. Hoy tengo la certeza de que quedará siempre gente buena, dispuesta a amar, pese a que todo alrededor parezca detestable.

Hoy escucho 'El último superviviente'. Springsteen. Lo escucho y lo veo. Cantando las ausencias, que los de siempre se fueron, que cada vez son menos los que quedan, pero exhibiendo orgullo y dignidad. Y alegría de estar y haber estado. Y regalando sueños. Enseñando que en el mundo siempre quedarán caminos. Las sendas nunca son de perdición, siempre aparecerá un sencillo y hermoso gorrión cuando parezca que no hay nada, cuando todo sean miedos y dudas. Hoy lo tengo claro: siempre quedará un último superviviente esperando un día soleado. n

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