Opinión | Al márgen

¿Hasta cuándo, Israel, abusarás de nuestra paciencia?

¿Hasta cuándo, Israel, abusarás de nuestra paciencia? ¿Hasta cuándo seguirás aprovechando la tolerancia de tantos Gobiernos para traspasar, una tras otra, las «líneas rojas» del mundo que llamamos «civilizado»?

Sólo a instancias de las medidas cautelares solicitadas por Suráfrica ha tomado finalmente el Tribunal Internacional de Justicia de la ONU la decisión de ordenar al Estado sionista que detenga «de inmediato» su ofensiva sobre la localidad gazatí de Rafah.

Y le ha exigido que ponga fin a cualquier otra acción «que pueda llevar a la destrucción total o parcial de los palestinos» o, para decirlo con mayor claridad, que detenga de una vez su campaña genocida.

Sólo cuatro días antes, la fiscalía de otro tribunal, el Penal Internacional solicitaba la detención por supuestos crímenes de guerra del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y de su ministro de Defensa, además de la de los tres máximos dirigentes de Hamás.

Han tardado demasiado ambos tribunales en exigir a Israel algo que, desde la razón humanitaria, parece elemental: detener de una vez el primer genocidio televisado de la historia y exigir responsabilidades a quienes lo han lanzado.

Las decisiones del tribunal de la ONU son de obligado cumplimiento, pero por desgracia ese órgano carece de poder coercitivo y lo único que podría hacer la Asamblea General, si Tel Aviv, como es de temer, le desoye, es intentar suspender su condición de miembro de las Naciones Unidas.

Nada parece importar, sin embargo, al Gobierno ultraderechista de Netanyahu, que, pese a las advertencias internacionales, incluidas las de quienes se dicen sus amigos, continúa impertérrito su criminal campaña.

Los Estados Unidos de Joe Biden simulan, de cara a la galería, ponerle a Israel «líneas rojas» como en el caso de la ofensiva contra Rafah, que el Gobierno israelí simplemente desestima sin que tenga que temer consecuencia alguna por parte de Washington.

La razón es muy sencilla: las campañas electorales tanto del demócrata Biden como de muchos políticos tanto demócratas como republicanos de EEUU están engrasadas por el dinero del influyente lobby judío de aquel país. E Israel sabe cuál es su fuerza.

Mientras tanto, el Ejército israelí no sólo bombardea edificios, escuelas y hospitales de Gaza y sepulta bajos sus escombros a decenas de miles de palestinos sino que, siguiendo en ello las prácticas nazis, sus soldados se dedican a quemar centenares de ejemplares del Corán, según denuncian en su podcast The Grayzone los periodistas de investigación Max Blumenthal y Aaron Maté, ambos, por cierto, judíos.

Un ex diputado laborista israelí llamado Avraham Burg, que ejerció durante algún tiempo de portavoz del Knesset (Parlamento) ha publicado un libro muy crítico con Israel cuyo título inicial en inglés era Hitler is winning (’Hitler está ganando’), pero que hubo de cambiar.

«Ahora se titula The Holocaust is over; se must rise from its Ashes (El Holocausto ya acabó; ahora tenemos que levantarnos de sus cenizas”), y en él Burg denuncia la explotación por el Estado judío de aquella enorme tragedia para justificar sus crímenes actuales.

En su opinión, «la sombra de la Shoah (Holocausto) y su aplicación abusiva en Oriente Medio ha sido una catástrofe tanto para los judíos como para los árabes (…) Israel debe superar el venenoso legado de Hitler o no tendrá futuro».

Pero mientras Israel desafía al mundo con su campaña genocida en Gaza, el lobby judío de EEUU se sirve de la septuagenaria historiadora del Holocausto Deborah Lipstadt para, con el falso pretexto del «antisemitismo», censurar las críticas a Israel en las redes sociales. Y así también ¿hasta cuándo?