Samuel Navalón, dimensión de torero

El novillero de Ayora destaca por su ambición de querer abrirse camino y pierde la puerta grande por el mal uso de los aceros en el primer festejo del ciclo en honor a San Jaime, que registró gran ambiente en los tendidos

Navalón pasea una oreja conquistada en el tercero de la tarde

Navalón pasea una oreja conquistada en el tercero de la tarde / Litugo

Jaime Roch

Jaime Roch

Eran las 22.24 horas y el silencio se volvió a apoderar de la plaza por tercera vez consecutiva. Era la enésima vez que lo hacía en apenas unos minutos y la afición se lo reconoció con una ovación cuando se arrodilló en la puerta de chiqueros. La noche de julio en plena Feria de Julio caía a borbollones y Samuel Navalón se plantó ahí enfrente, impertérrito, con una facilidad para hacerlo innata y dificilísima a la vez. Y es que no lo dudó en ningún momento. Recibió a tres novillos seguidos -dos de ellos sobreros- a portagayola que suponían el último capítulo de la tarde, con gran ambiente en los tendidos y más de media plaza cubierta. Ni más ni menos.

Hambre de gloria

Y es que Navalón marcó la diferencia con el resto de sus compañeros de cartel por ambición, ese germen que solamente tienen unos pocos con hambre de gloria. De querer ser alguien en el mundo del toro. También por demostrar una seguridad apabullante delante de la cara del animal y una capacidad para pensar y saber plantear las faenas por la que se intuye un futuro preclaro de ahora en adelante, con una alternativa fijada en meses. En Albacete, concretamente.

Ese sexto bis de Núñez de Tarifa tuvo muy pocas fuerzas, prácticamente inválido y descastado como el resto de sus hermanos, y el torero de Ayora, patria valenciana que hay que reivindicar ahora y siempre, se limitó a pasarlo de muleta porque no tenía oponente. Fue ovacionado.

Pero donde verdaderamente destacó fue en el tercero, que se picó poco. O nada. Dejó un inicio explosivo de rodillas, muy por abajo la muleta, muy en el concepto de Navalón. Con buen estilo y expresión torera, armó su labor en los mismos medios. Ahí mismo, dejó ya su dimensión de torero. De estar preparado para más y mayores guerras. Porque es un muletero poderoso, seguro y firme. Como decía, con cabeza y corazón. En tan complicada combinación para un chaval que acaba de empezar. Y es que no se movió ni un centímetro cuando hubo apreturas y también hubo mucha profundidad en una tanda a derechas que puso la plaza en pie definitivamente. Al rojo vivo. Sin dejar de apuntar también su toreo al natural. Con un final por bernardinas, la faena iba encaminada al doble premio pero la espada lo emoborró y cortó una oreja tras pinchazo y uso de descabello. 

El único pero, las horas de carretón. Indispensables para llegar ahí arriba. Porque se pudo marchar por la puerta grande con un golpe de autoridad en la mesa de la que es su casa, la plaza de toros de València

Precioso natural de Roberto Martín 'Jarocho' al segundo de la tarde

Precioso natural de Roberto Martín 'Jarocho' al segundo de la tarde / LITUGO

El concepto de Jarocho

Roberto Martín ‘Jarocho’, que venía con gran ambiente después de ser el triunfador de San Isidro, dejó constancia de su buen concepto en el segundo, del que pudo pasear un trofeo. Recuperó las banderillas en su repertorio, tan habituales en sus inicios, y dibujó naturales con belleza y gusto, muy templado en todo momento y echando los vuelos con suavidad para intentar torear despacio. Con esa intención a derechas, resultó volteado de manera muy fea y el animal acabó rajado. Pasó a la enfermería sin revestir mayor consecuencia su cogida. Su segundo fue un inválido. 

Nek Romero, novillero de Algemesí al que la afición de la plaza de toros de València le profesa tanto cariño, no tuvo suerte, aunque si la espada hubieran funcionado con certeza, a buen seguro que le hubieran pedido el trofeo. Anduvo templado con el capote y con decisión en la muleta, dejando algún natural estimable en el primero de la tarde. La alternativa también le espera en octubre.

El tiempo reglamentario para la merienda, santo y seña de esta feria, mosqueó a parte del público. Y es que ni un bocadillo de calamares de los Toneles nos pudimos comer tranquilos antes de la salida del cuarto. Menos mal que nos invitó la familia Ferrer.

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