Manuela Ballester, la artista moderna e indispensable que no solo fue la esposa de Josep Renau

La artista valenciana fue creadora prolífica y polifacética: pintó, dibujó y escribió, desde España y en su doble exilio en México y Alemania.

Fue activista, política de izquierdas y defendió el papel de la mujer en todas las facetas de la sociedad.

La Nau le dedica hasta septiembre su mayor retrospectiva: «Pintar frente a todo»

Manuela Ballester.

Manuela Ballester. / Fundación Josep Renau

Begoña Jorques

Begoña Jorques

La figura de Manuela Ballester (València, 1908-Berlín, 1994) ha podido verse eclipsada -como en muchos casos de mujeres artistas- por la de su marido, el reconocido pintor y cartelista Josep Renau. De un tiempo a esta parte, su producción y relevancia viene siendo reclamada por algunas de las mayores instituciones culturales valencianas. Entre ella, el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) incluye obra suya en muestras colectivas y acaba de dedicarle un seminario internacional en el marco de la exposición individual que se puede visitar actualmente el Centre Cultural La Nau

Una visita a la muestra Pintar frente a todo, en el edificio histórico de la Universitat de València, deja constancia de que el trabajo de Ballester tiene entidad propia. La artista «experimentó una vida entre pinceles, murales y luchas personales. Creadora incansable, Manuela Ballester forjó, con tenacidad y esmero, un legado que trasciende fronteras y épocas», sostienen desde la UV. 

Obra de Ballester.

Obra de Ballester. / L-EMV

Ballester nació en el arte, no le vino por matrimonio. Era hija de Antonio Ballester Aparicio, escultor, y Rosa Vilaseca Oliver, modista. En 1922, con solo 14 años, ingresó en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Carlos, donde su padre era profesor. Manuela decidió desde pronto dedicarse al arte. Durante sus años de formación estableció contacto con estudiantes y artistas como Rafael Pérez Contel, Francisco Carreño, Francisco Badía o Josep Renau, con quien se casó en 1932, recuerda Carmen Gaitán, comisaria de la muestra de La Nau, en un escrito para la Real Academia de Historia (RAH).  

Como muchos artistas, Ballester viajó hasta Madrid una vez acabada su formación en València para beber de los maestros del Museo del Prado. Dispuesta a labrarse una carrera como artista profesional, participó en un certamen de carteles celebrado por la revista Blanco y Negro, que compró su obra y la utilizó en el número del 20 de octubre de 1929. Así, sus primeras incursiones públicas se produjeron sobre todo a través de su colaboración con diferentes revistas o con los figurines para distintas publicaciones. 

Manuela Ballester, en su juventud.

Manuela Ballester, en su juventud. / Levante-EMV

Ballester fue una prolífica artista cuya obra se encuentra repartida en varios países. Fue, además, una artista polifacética que experimentó con numerosos lenguajes artísticos. «Su obra muy heterogénea, bascula en diferentes estilos, géneros, soportes y técnicas. Podemos encontrar desde pintura al óleo, que representa paisaje y retrato, hasta otras ilustraciones y grabados empleados de forma política, en revistas», explica Gaitán. La artista cultivó el papel, bien a lápiz, bien con pintura, que representan también figurines de moda, «uno de sus grandes intereses. También se interesó por el muralismo» añade.

«Su aportación es indispensable para entender la pintura de la modernidad, o mejor dicho, el arte en general», defiende la comisaria de la muestra. 

Ballester cultivó a lo largo de su extensa carrera la pintura, fue ilustradora, cartelista, escritora, editora y poeta. Destacó, además, por su fuerte activismo político de izquierdas (militó en el Partido Comunista, formó parte de la Agrupación de Mujeres Antifascistas, de la Unión de Escritores y Artistas Proletarios y la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura) que, junto a su marido, le llevó a un doble exilio, primero en México y luego en Alemania. 

Algunas de las obras de la exposición de La Nau.

Algunas de las obras de la exposición de La Nau. / Levante-EMV

A pesar de los esfuerzos realizados en los últimos tiempos para revalorizar su figura, su obra espera todavía un merecido reconocimiento. La suya es «una producción labrada con tenacidad y esmero, que no estuvo exenta de dificultades, constituidas por las circunstancias derivadas de sus roles como esposa y madre de una familia numerosa, pero también de la obligada huida de la patria. Ballester fue una de las integrantes de la llamada ‘generación valenciana de los treinta’, una comprometida artista en tiempos de guerra y una incansable pintora durante sus exilios mexicano y alemán. Preocupada por los derechos de las mujeres y los ideales democráticos, luchó por conjugar los roles atribuidos a su género con su profesión, de lo que su producción es una fiel muestra», señalan desde la institución académica. 

Ella y Renau

Por palabras de la propia artista parece que ella misma quiso reivindicar su obra a sabiendas de la proyección de su marido. «Ayer le dije a Renau que es menester que él sea el representante de la pintura española del siglo XX. Él y yo». «Así escribía Manuela Ballester en sus diarios lo que para ella significaba la pintura de Josep Renau y, también, la suya propia. Fueron dos artistas que compartieron su pasión por el arte y su anhelo de transformar el mundo», sostienen, por su parte, desde el IVAM, donde el pasado jueves se celebró un seminario sobre la figura de Ballester al hilo de la muestra de La Nau.  

Y aunque en cierto modo Renau eclipsó su trayectoria, «Manuela Ballester llevó a cabo una excelente trayectoria artística que hoy día podemos tomar como ejemplo de esa modernidad española», concluye Gaitán.

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