La salida de Vox conduce a una remodelación obligada del Consell

Mazón puede optar por un cambio superficial de los consellers o por remodelar la estructura, redistribuyendo competencias para aliviar las áreas más cargadas

Mazón dialoga con Barrera y Merino, con Núñez, en un instante de la sesión de control al president celebrada ayer en las Corts. | GERMÁN CABALLERO

Mazón dialoga con Barrera y Merino, con Núñez, en un instante de la sesión de control al president celebrada ayer en las Corts. | GERMÁN CABALLERO

Mateo L. Belarte

El PP se queda solo en el Consell. Santiago Abascal consumó anoche la amenaza de romper los gobiernos autonómicos compartidos por los populares y Vox, entre ellos el valenciano, por lo que el president Carlos Mazón, que por el momento aleja la opción de un adelanto electoral, se dispone a gobernar en solitario y en minoría parlamentaria. ¿Y ahora, qué?

Más allá de tener que aplicar una geometría variable en Corts, a nivel de la Generalitat hay muchas incógnitas y muy pocas certezas. La relación de los consellers de Vox con el PP es buena y algunos incluso han cuestionado la decisión de Madrid, pero sería una sorpresa que desafíen a la dirección y resistan en el cargo. Así, lo que es seguro es que la salida de los tres representantes de los de Abascal en el Ejecutivo valenciano obliga a una remodelación del Consell para, cuanto menos, cubrir las vacantes que van a dejar los dirigentes de Vox salientes: el vicepresidente primero y conseller de Cultura, Vicente Barrera; la consellera de Justicia e Interior, Elisa Núñez; y el conseller de Agricultura, Ganadería y Pesca, José Luis Aguirre.

Otra cosa es si esa reestructuración será únicamente un cambio de nombres o si, aprovechando la mayor autonomía que brinda un Ejecutivo monocolor, Mazón opta por introducir cambios de mayor envergadura en la estructura de la Generalitat al no tener que atender ya los condicionantes de su socio.

El president y líder de los populares ya redujo el andamiaje del Consell al acceder al Palau y ahora podría dar otra vuelta de tuerca aprovechando la crisis forzosa de Consell. De los 13 departamentos del Botànic, quedaron diez. Vox logró tres carteras, pero con un margen de acción ciertamente limitado. Entre todas, apenas llegaban a gestionar el 4,5 % del presupuesto de la Generalitat para el presente ejercicio. Unos 1.300 millones de los cerca de 29.000 millones de las cuentas de este 2024, con más de la mitad a cargo de Justicia.

Además, esas conselleries en manos de Vox se diseñaron casi a la carta para sus inquilinos. El ejemplo más claro es la de Cultura, con un rango de vicepresidencia primera que se antoja complicado de mantener ya sin el diestro Barrera en el Ejecutivo. Además, con apenas 220 millones de presupuesto, tampoco sería extraño verla reducida a una secretaría autonómica adscrita a otro departamento. Ha dependido tradicionalmente de Educación.

Esta opción dejaría vía libre para ‘ascender’ a la actual vicepresidenta segunda y consellera de Servicios Sociales, Susana Camarero, a una vicepresidencia única. Mano derecha de Mazón en el Consell y con amplia experiencia de gestión, su figura está consolidada tras un año en el poder y en el partido apuntan que ha ganado incluso más peso político en este tiempo.

Además, ha sido la cara visible del ala popular en el Ejecutivo autonómico durante estas semanas de ruido por la acogida de menores migrantes. También ha sido la encargada de apagar los incendios creados por Vox en torno a la violencia machista.

¿Reparto de competencias?

Tampoco es descartable que, ya sin Vox en la Generalitat, Mazón redistribuya de forma más equitativa las competencias por departamentos, muy descompensadas ahora entre PP y Vox. Esa escasa dotación presupuestaria de las áreas voxistas, unida a la reducción del número global de carteras, ha provocado que algunas conselleries en manos del PP hayan adquirido una dimensión sobredimensionada.

El caso más evidente es el de la Conselleria de Medio Ambiente, Infraestructuras, Agua y Territorio de Salomé Pradas. Solo con el nombre ya se da una pista del tamaño del departamento. Tradicionalmente Medio Ambiente y Agricultura siempre han ido de la mano y sería una vía de descongestionar a Pradas.

Presupuestos, prueba de fuego

Sea como sea, Mazón aseguró ayer, incluso antes del veredicto de Abascal, su voluntad de gobernar en minoría. Esta vía obliga al popular a mantener un juego de equilibrios entre Vox y la izquierda, ya que el PPCV cuenta con 40 diputados y podría apoyarse tanto en su hasta anoche socio, con quien no se han roto puentes pese al pulso nacional, como en PSPV o Compromís para sacar adelante iniciativas puntuales. Incluso podría jugar con las abstenciones.

El propio síndic de Vox, José María Llanos, aseguró que «Vox apoyará las medidas de otros grupos que considere buenas» en caso de ruptura. Mazón también dijo ayer que contaría «con todo el mundo» en un escenario de gobierno en solitario. Ese modelo de apoyo externo de Vox a un ejecutivo del PP es el que se da hasta ahora en la Diputación de Valencia, donde Vicent Mompó gobierna con Ens Uneix y con Vox como muleta. Allí, Vox se ha mostrado relativamente dócil y solo se ha desmarcado del PP en votaciones ideológicas.

El gran test de estrés llegará con los presupuestos. Vox podría apretar algo más para dar su apoyo a las cuentas del PP en solitario. Pero incluso en el peor de los casos, Mazón podría prorrogar los de este 2024 sin demasiados problemas.

Órganos estatutarios y Corts

Asimismo, la salida de Vox del Consell abre la puerta a explorar pactos de Mazón con la izquierda para renovar los órganos estatutarios, cuyas negociaciones están varadas desde la pasada legislatura. Con el nuevo Ejecutivo, PSPV y Compromís se han negado a sentarse a hablar de la renovación si los populares no bloqueaban a Vox en el reparto de cargos. El PP se ha mostrado partidario de que todos los grupos estén representados, pero este nuevo tablero podría comportar un cambio de criterio en los populares. n

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