Los dominicos volverán a la casa de San Vicente tras la reforma de la cocina

El edificio conocido como el Pouet acomete la última de sus grandes reformas con una necesidad básica para la pequeña comunidad que reside allí

Moisés Domínguez

Moisés Domínguez

La Casa Natalicia de San Vicente Ferrer es, de alguna forma, un micro-convento. Allí residen cuatro dominicos de una forma estable, más otros que lo hacen de forma temporal: estudiantes o diáconos. Cada uno tiene su habitación. No hay refectorio como tal, pero sí una habitación-comedor, así como una sala para reunirse, ver la televisión o leer. Sin embargo, el inmueble de la calle del Mar había sido abandonado por sus moradores por una razón de primera necesidad: reformar la cocina. El edificio, que es nuevo en gran parte desde el año 1955 -dentro de sus numerosas reedificaciones-, poco había cambiado su aspecto desde entonces -se calcula que la anterior reforma tenía más de 40 años- y era absolutamente necesario para garantizar el funcionamiento de la comunidad. El Pouet, hay que recordarlo, es un edificio de titularidad municipal, pero que gestionan los padres dominicos, la congregación a la que pertenecía San Vicente Ferrer.

Ahora, la habitación está levantada para construir un nuevo equipamiento, en el que será la última intervención que se le realiza al inmueble y que permitirá, después del verano, el regreso de los religiosos. De hecho, está previsto que las obras finalicen en septiembre. Esto, unido al parón vacacional permitirá reanudar la temporada al completo.

Esta intervención no se había realizado durante la gran reforma de las dos legislaturas anteriores, y que, con un desembolso de 410.488 euros, incluyó la reparación de cubiertas y de pinturas de fachadas; instalación de aires acondicionados, la restauración del semisótano del Pouet, azulejería de la entrada, de la Capilla Natalicia y la restauración de cuadros y figuras escultóricas. Aquellas obras fueron largas y costosas porque se detectó un problema de deterioro mucho mayor del que se podía imaginar, especialmente por dos motivos: las humedades del inmueble y el mal estado de los techos de madera a causa de los xilófagos (termitas y carcoma).

La obra se realiza en el segundo piso, en un pequeño espacio al que se va a dotar de una instalación más moderna. Dentro de la enorme complejidad del inmueble, a su lado hay una azotea, a la que se llega mediante una empinadísima escalera -todo arquitecturas de los años cincuenta- que permite contemplar una escondida espadaña con hueco para dos campanas, de las que tan sólo pervive una.

Y ahora, mantenimiento y revisiones

El Ayuntamiento ha invertido casi 35.000 euros en la reforma «y cierra todas las actuaciones que eran necesarias», aseguró la concejala Julia Climent, que acudió a conocer el estado de las obras junto a los técnicos municipales y José Manuel Alcácer, que acudió como representante de los Dominicos. «A partir de ahora, seguiremos atentos con las labores de mantenimiento y pequeñas reformas». De hecho, la principal preocupación es que puedan reproducirse las plagas. «Hicimos una primera visita en abril, cuando nos mostraron las necesidades. La intervención de hace años no llegó a la zona alta, que necesitaba una reforma, y entendimos que la prioridad era la cocina porque es donde hacen su vida. La administración va lenta, pero pudimos hacerlo rápidamente». La actuación es municipal porque el inmueble es de propiedad municipal pero «habitada y gestionada por la comunidad».

La Casa Natal de San Vicente Ferrer es, realmente, más un recuerdo que una realidad. Poco queda realmente del inmueble de la familia de Guillem Ferrer, aparte de la ubicación. Apenas una de las paredes recuperada, así como la zona de la «cripta», que contiene estructuras que son de las más antiguas del inmueble. El pozo también pervive, que llama especialmente la atención porque hay que descender varios escalones, y si se le llama «cripta» es por su condición de subterráneo, pero que no deja de ser el nivel del suelo hace cinco siglos. Y que no puede visitarse por el impedimento que supone no poder acceder, en caso de accidente, la camilla de los servicios sanitarios -cosa que no deja de ser sorprendente si se compara con casos como el del Micalet-. En cualquiera de los casos, la cripta abovedada y el pozo pueden contemplarse a través de su puerta de acceso.