Las playas del Parque Natural de la Devesa regresan a 1965

Las playas del Parque Natural de la Devesa que el verano pasado tuvieron que cerrarse en tramos por las obras del macrotrasvase de arena del Ministerio de Transición Ecológica exhiben este mes de julio una anchura como hace años no se veía

Vecinos y bañistas vuelven a disfrutar de los arenales del parque tal como eran, o casi, en 1965.

Playa del Saler, frente al hotel Sidi y junto a la urbanización de la Casbah

Playa del Saler, frente al hotel Sidi y junto a la urbanización de la Casbah

El primer verano "normal" después del macrotrasvase de arena llevado a cabo por el Ministerio de Transición Ecológica a las playas del sur de València (Garrofera, Saler y Arbre del Gos), vecinos, visitantes y bañistas disfrutan de un arenal como no se veía hace décadas. Este diario ha recorrido, junto con la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, y el jefe de la Demarcación de Costas de València, Javier Estevan, los más de siete kilómetros de costa regenerados para comprobar "in situ" cómo han cambiado las valiosas y a la vez castigadas playas del Parque Natural de la Albufera y la Devesa, joya de la corona natural de València.

"Los valencianos han recuperado las playas de los años 50 y 60", destaca Bernabé. Es difícil predecir cuánto durará el arenal en su anchura actual y como responderá a las embestidas de los temporales de levante y la subida del mar por el cambio climático. La delegada es optimista. «Se ha hecho para que resista varias décadas».

«Ahora tenemos que andar más»

Los vecinos del Saler y de urbanizaciones que han estado a punto de ser tragadas por el mar, en concreto, la privilegiada Casbah, están «muy contentos», aunque ahora, bromean, «tenemos que andar más». Se ha ganado una playa de 125 metros de ancho, cuando en algunos tramos apenas quedaban apenas 30 metros. Se inyectaron 3,2 millones de metros cúbicos, 400.000 más de los previstos inicialmente en previsión de un retroceso de 50 metros por efecto de las corrientes y el asentamiento de la playa sumergida. Una vez el perfil de la playa alcance el punto de equilibrio hay que confiar en que el litoral aguante y se vaya recargando de manera natural.

Playa de la Garrofera

Playa de la Garrofera con los captadores de arena para regenerar las dunas / Miguel Ángel Montesinos

El trasvase recibió críticas de vecinos, escépticos con una medida de alto coste y pocas garantías de que pueda aguantar muchos temporales "Gloria" y ecologistas por su impacto sobre los fondos marinos y caladeros de Cullera de los que se extrajo la arena, incluso del propio ayuntamiento y de la alcaldesa, Mª José Catalá, pidió que se reprogramaran las obras porque interferían en la temporada de playas.

El verano pasado las playas del parque natural tuvieron que cerrarse en algunos tramos por obras. Aunque se intentaron minimizar, las molestias fueron inevitables. Las playas estaban tomadas por maquinaria pesada, vallas, camiones y caminos de obra, dragas y grandes tuberías. Tras varios meses de obras, las obras del trasvase, ejecutadas por Rover y la holandesa Dravo, con 28 millones de euros invertidos, se dieron por terminadas en octubre. 

"Viaje al pasado"

Recorrer este verano las playas con una anchura que pocos recuerdan es muy distinto. Es como «un viaje al pasado». El ancho de las playas en puntos como el búnker del Saler, que había quedado casi descalzado por la erosión y por cuya estabilidad se temía, tiene ahora más de cien metros por delante de arena. Es un buen indicador del cambio. La playa del hotel Sidi, cerrado desde hace años y en espera de que el ayuntamiento y la propiedad lleguen a un acuerdo para darle nuevo uso, ha recuperado una anchura desconocida en años. Los bañistas se pueden instalar holgadamente en la arena de delante de la urbanización de la Casbah con una duna incipiente que protege el paseo de obra en el que se parapetan este grupo de adosados de baja altura, color blanco y aire ibicenco, construidos en los años 70. Esta fue una de las promociones que llegaron a ejecutarse antes de que la sociedad civil valenciana parase la operación urbanística desarrollista que incluía torres de apartamentos, un paseo marítimo elevado, hoteles y un puerto deportivo, que arrasaban el monte de la Devesa.

Además de inyectar toneladas de metros cúbicos de arena, «no tan fina» como la que había, destacan algunos vecinos, Costas ha llevado a cabo una intervención de recuperación de todo el cordón dunar con captadores de arena (a base de empalizadas y vegetación) a lo largo de las tres playas con el objetivo de recuperar el cordón dunar, una barrera natural frente a los temporales.

75.000 captadores de arena

A lo largo de las playas del sur se han colocado 75.000 captadores de arena con 44.500 plantas de especies autóctonas de la Devesa.

La delega del Gobierno pone en valor el esfuerzo inversor del Gobierno para que València «vuelva a tener unas playas como las que había en 1965». Sobre el futuro de este valioso espacio natural, donde se aprecian los restos de los últimos incendios provocados, Bernabé asegura que el «turismo será sostenible o no será». «Hay que aportar por recuperar y mantener el patrimonio natural y hacerlo de moda que puedan convivir con los residentes con el turismo». «El turismo ha de ser respetuoso», recalca. 

De momento, el parque ha cerrado muchos de los caminos interiores construidos en los años 60 y 70 con cadenas. Se blinda para evitar agresiones, especialmente, los temidos incendios. Los vigilantes del parque cuidan con celo los accesos vetados a los coches y ya a muchos puntos de las playas solo se puede llegar andando. 

«La causa se mantiene»

Costas reconoce con todo que mientras existe la causa de la erosión, la barrera del puerto, la falta de aportes sedimentarios, etc, el riesgo de erosión sigue. Está por ver cómo responderán las playas del parque natural a los nuevos temporales. Bernabé insiste «se han trasvasado más de tres millones de metros cúbicos a las playas y podrá mantenerse otros 50 años en condiciones óptimas».

"Es una gran satisfacción ver asi las playas"

Los vecinos de las torres de apartamentos del Saler y de la urbanización de la Casbah, en primerísima línea de playa y por ello la más amenazada por la regresión de la costa, aseguran que «es una gran satisfacción ver así las playas» y confían en que duren mucho tiempo. Mercedes Casanova fue de las primeras residentes en llegar a esta urbanización de casas bajas de color blanco y aire ibicenco. «Cuando vinimos a vivir aun teníamos más playa por delante, que casi habíamos perdido por culpa del puerto. Con el trasvase hemos ganado mucho, aunque la arena es más gruesa y cuesta un poco más andar». Este año, afirma, se ve a más bañistas y visitantes por las playas, que tras años de erosión han ganado anchura y atractivo. 

Aunque siguen temiendo la llegada de temporales de Levante, los vecinos reconocen «estamos más tranquilos». Así lo afirma Ana Gradolí, presidenta d ela Asociación de Vecinos del Saler, que como los residentes de la Casbah quieren que Costas construya diques o arrecifes de contención en la playa del Saler, algo que Costas de momento parece descartar por el impacto que tendría sobre las corrientes marítima y el proceso natural de recarga de las playas. Vivir en un parque natural es un privilegio pero también tiene inconvenientes, los incendios, o la falta de iluminación por la protección de la fauna.