València “caleña”: un retrato de la migración colombiana

El ranking de extranjeros afincados en la capital del Turia está liderado por los colombianos, con más de 18.000 ciudadanos censados. Este reportaje Levante-EMV inicia una serie de artículos sobre las nacionalidades más numerosas asentadas en la ciudad

Restaurante El Establo ubicado junto a Plaza de España y dedicado a la gastronomía colombiana

Restaurante El Establo ubicado junto a Plaza de España y dedicado a la gastronomía colombiana / Miguel Angel Montesinos

Claudio Moreno

Claudio Moreno

Colombia encabeza por mucho el ranking de nacionalidades afincadas en la ciudad de València. Según la oficina municipal de estadística, un total de 18.218 colombianos han fijado su residencia en la capital del Turia. El trasvase de población comenzó a principios de los 2000 y son ya varias generaciones de migrantes desplazados por la falta de oportunidades o la inseguridad de un país que intenta dejar atrás el estigma del narcotráfico para abrazar  la industria turística. 

Pese al esfuerzo, con un desempleo similar al periodo prepandemia —entorno al 11,5%—, el éxodo colombiano no conoce límites y ha pasado de los 9.417 censados en 2021 a los 18.218 actuales, dato que no incluye a la población flotante, presumiblemente amplia. La edad media es de 34,1 años y la balanza demográfica cae ligeramente hacia el lado femenino, decantada por la alta empleabilidad de las mujeres en la industria de los cuidados.

Buena parte de los colombianos cruzan el Atlántico Norte con pasaje turístico y una estancia máxima de 90 días en territorio Schengen. Cuando se les agota la cuenta atrás solicitan protección internacional, pero sólo un 1% consigue asilo. Frecuentemente se ven atrapados en un laberinto burocrático con una conjunción perversa de factores: un colapso en las citas para el empadronamiento y caseros que subarriendan habitaciones caras y sin contrato, impidiendo formalizar el padrón y el consiguiente acceso a la tarjeta humanitaria. “El colectivo colombiano tarda entre 3 y 7 años en normalizar su situación administrativa. Su vida queda congelada en situación irregular”, resume Andrés Gaviria, presidente de la ONG Aesco. 

Mientras tanto, a falta de un proyecto de vida mejor, dicho colectivo se distribuye en barrios periféricos como Orriols —2.138 personas—, Benicalap, Torrefiel o los márgenes de la Avenida del Puerto, donde se ha consolidado la pequeña Colombia de València. De Manuel Candela a Arquitecto Alfaro pasando por Ramiro de Maetzu o Maestro Valls, en cada calle proliferan bares y restaurantes que sirven tamal valluno o sancocho trifásico, un plato elaborado con pollo, cerdo, ternera, patata, plátano verde y mazorca. Esta bomba calórica procede del Valle del Cauca, como el grueso de una población atraída por el clima, el idioma y una ciudad manejable. “Hay zonas de València que son puro Cali”, afirman las fuentes consultadas en alusión a la capital mundial de la salsa o, como se la conoce desde los 70, la sucursal del cielo.  

Exterior del restaurante El Establo

Exterior del restaurante El Establo / Miguel Angel Montesinos

“Hay un aumento exponencial de la gastronomía colombiana. Cuando llegué de Medellín había cuatro o cinco locales, ahora he perdido la cuenta”, reconoce Gaviria. Entre los más famosos destacan establecimientos como María Mentira, A la Broaster, Don Arepo o Patacón Tostado. “Es inagotable y además hay una reposición constante. Unos mueren y otros se activan. Mueren, se activan. Mueren, se activan. Y así”, explica el presidente de Aesco.  

Mary Luz Ardila también es de Medellín, lleva 10 años en València y se confiesa enamorada de las facilidades que ofrece la ciudad. “Es bastante low cost respecto a otras, aunque mis compatriotas se están yendo a los pueblos de alrededor por los precios del alquiler. En Mislata también hay muchos”, resalta esta representante de artistas. Arladis añade que la actividad favorita de sociabilización colombiana es el baile de salsa, merengue o bachata en discotecas latinas como K-Ché o Kpital Beach, ambas en Avenida del Puerto. En la última montará una fiesta folclórica el 20 de julio para celebrar la Independencia de Colombia. Y a fin de completar el retrato migratorio, la coordinadora de la asociación Vive la Vida se aparta del ocio y afirma: “Normalmente llegan para trabajar en la hostelería o la recogida de fruta, pero la crisis agrícola ha complicado las cosas”, lamenta. 

Paradójicamente, también ha estrechado el mercado laboral el incremento de inspecciones en el campo. En el marco de una Ley de Extranjería que ejerce de tapón, muchos colombianos en la capital del Turia —como en cualquier metrópoli española— se ven forzados a malvivir de la economía sumergida. Ocurre con las internas en domicilios. Perseguir la explotación sin flexibilizar el arraigo laboral no solventa la exclusión material o la retórica antiinmigratoria. “Por fortuna, en València no pasa como en Barcelona o Madrid, donde algunos grupos de extrema derecha están haciendo la vida imposible a mis compatriotas”, denuncia Gaviria. 

“Yo aquí nunca me he sentido rechazada”, aporta Bilanna, de Guacarí. “Nosotros somos muy cálidos y tratamos a la gente con tacto, de normal nos acogen muy bien”. Esta joven de 33 años ha recorrido medio mundo como tripulante de cabina y ahora parece haber encontrado un cable a tierra. En València ha decidido apostar por su carrera como solista de pop, que compatibiliza con dos sueldos como vendedora de joyas keniatas y cantante en el restaurante Tatel, de Rafa Nadal y Cristiano Ronaldo. Bilanna avala lo antedicho: “Yo soy poco rumbera, pero es verdad que hay muchos sitios donde nos juntamos a bailar”, explica la artista del Cauca. “Allí el que no baila tiene grave. Nos enseñan de pequeño. A los rolos de Bogotá no tanto, pero en la zona de Cali, uf, ahí se quema baldosa”.

El estudio de La Patrona FM en el barrio de Nou Moles

El estudio de La Patrona FM en el barrio de Nou Moles / Miguel Angel Montesinos

Otro de los pegamentos de la comunidad colombiana en València es La Patrona FM, emisora comandada por César Portilla desde un estudio con ocho trabajadores en Poeta Alberola. Quienes sintonizan el 102.9 de la frecuencia modulada escuchan desde Rosalía al grupo Niche —una institución caleña—. Pero también abren la ventana a un proyecto con enfoque social que coordina acciones solidarias para procurar vivienda a personas sin hogar, billete a quienes no pueden costear el regreso o incluso el entierro de fallecidos sin recursos. La Patrona FM tiene 22.000 contactos en Whatsapp y Portilla el futuro despejado: “Llegué de Pereira el 18 de febrero del 2000 y me enamoré de València. Dije: esto es lo mío”.  

Mafias de tramitadores

Menos tiempo lleva Gillian Maghmud, cónsul de Colombia en València desde noviembre de 2022 por designación del presidente Gustavo Petro. Maghmud cuenta a Levante-EMV que el perfil de migrante en la capital del Turia es extraordinariamente diverso, con abundante representación de estudiantes y médicos. Los últimos descubren a su llegada que España no les homologa el título y se ven obligados a cursar los estudios desde cero.  La diplomática dice que la última oleada procedente del Valle del Cauca responde a un reagrupamiento familiar y atribuye el preocupante problema de la falta de citas para el empadronamiento a un desbordamiento de la Administración. “Nos pasa en el consulado, la llegada masiva excede nuestra capacidad de atención. Y a esto se suman las mafias de los tramitadores de citas que se lucran de la necesidad de los migrantes. Es un cáncer que hemos sufrido tanto el consulado como las instituciones españolas”, revela Maghmud. 

En el relato coral arroja luces y sombras. Todas las fuentes consultadas aseguran estar prendadas de la luz y las calles de València, pero el amor alimenta unos días. Luego aprieta la urgencia en un contexto donde la oferta de mano de obra parece superar a la demanda. “El migrante colombiano normalmente es de bajo estrato social. Nos estamos encontrando a gente que llega sin información y acaba viviendo en la calle con los niños”, narra Gaviria. “También vemos muchísimos casos de personas que aterrizan y sus familiares o amigos les dejan tirados. El éxito de un plan migratorio depende de la red de apoyo”.  Pero la red está deshilachada. Aesco cuenta con un programa de regreso voluntario a Latinoamérica para usuarios en situación límite, la mayoría colombianos. La lista de espera en València es de 1.500 personas.