La curandera del Huerto del Santísimo

En tan solo dos años, Natalia Capilla fue considerada una de las curanderas más famosas de España, burlando la acción de la justicia, utilizando la eximente del falso ascetismo y el uso de drogas y medicamentos. Entre sus clientes, personas de todo linaje y condición social esperaban hora tras hora su turno en el número 6 del Camino del Grao.

Momento de la detención de Natalia al bajar del taxi.

Momento de la detención de Natalia al bajar del taxi. / Fotos: Biblioteca Valenciana.

La figura del embaucador de multitudes resurge repetidamente a lo largo de los tiempos, incluso en plena civilización y en las urbes más cultas. Este personaje prolifera en la esfera popular, crédula y optimista, y adopta las prácticas más absurdas, en un comensalismo feliz con un público inconsciente y prevenido contra la ciencia y el progreso. Este personaje eterno se ha presentado en distintas figuras; engañador de multitudes, curandero, sacamuelas, taumaturgo ambulante, marrullero por excelencia e incluso en algunos casos, como político.

Momento de la detención de Natalia al bajar del taxi.| Fotos: Biblioteca Valenciana.

Entrada al Huerto del Santísimo. / Fotos: Biblioteca Valenciana.

A finales de los años 20 del pasado siglo, València no estaba exenta de este tipo de personajes, al contrario, era caldo de cultivo para que estos embaucadores camparan a sus anchas burlando de forma sistemática cualquier tipo de control policial o administrativo. Las multas impuestas por el Gobernador Civil, Cristino Bermúdez de Castro, en 1927 a estos intrusos de la medicina por medio de su delegado especial José Cabanes, eran pagadas sin apenas problema dada la rentabilidad del negocio del engaño.

Paseo del Huerto del Santísimo donde esperan los enfermos.| Fotos: Biblioteca Valenciana.

Paseo del Huerto del Santísimo donde esperan los enfermos.| Fotos: Biblioteca Valenciana. / Paco Gascó

Sobre todos estos listos surgió la figura de Natalia Capilla Varga, nacida en Alberic en 1886 y residente en la calle Corsét n. 39 de València, aunque entre 1926 y 1928 pasó por la calle Olivereta, también de esta ciudad, y por el Camino Real de Madrid n. 9 de Massanassa. De pelo castaño y ojos azules, muy delgada, siempre vestida de negro por algún luto no caducado y velo. Casada con Santiago Espí, camarero del Café Royalti hasta que el negocio de su mujer lo hizo dejarlo para encargarse del orden de los clientes.

Enfermos y familiares esperando en el Camino del Grao.| Fotos: Biblioteca Valenciana.

Enfermos y familiares esperando en el Camino del Grao.| Fotos: Biblioteca Valenciana. / Paco Gascó

En 1926, Natalia Capilla descubrió que se hallaba en posesión de una gracia divina que le permitía curar a los enfermos y obrar por mandato divino, no se definía como curandera sino como Hermana de Paz y Caridad. Desde entonces este fue su modo de vida, consiguiendo ser en tan solo dos años una de las curanderas más famosas de España. En marzo de 1927 recibió su primera multa de 1.000 pesetas por ejercer el curanderismo y el espiritismo, y en julio del mismo año, de 500 pesetas por los mismos motivos. Incluso llegó a pasar una noche en el calabozo el 15 de abril de 1928.

El Gobernador Civil obligó a Natalia a hacerse una revisión médica y antes del hospital fue detenida

Iniciado el mes de junio de 1928, Natalia Capilla eligió un lugar apartado, solitario y poético, el conocido Huerto del Santísimo, donde instalar su «clínica» bajo un nombre venerable que garantizara, de manera sacrílega, su criminal comercio. El huerto estaba situado enfrente de los actuales Jardines de Monforte y se accedía por el número 6 del Camino del Grao. Muy cercano a la Alameda era el lugar perfecto para terminar los paseos cualquier día festivo. Desde principios del siglo XIX tenemos noticias de este huerto, que fue restaurante también, famoso por el cultivo de sus excelentes fresas, por su frondoso y magnífico jardín lleno de rincones idílicos y sus numerosos cenadores. Desapareció con la ejecución del proyecto de Valencia al Mar.

Natalia destacó sobre todo por ser una mujer con una inteligencia muy por encima de la media, aunque siempre usada de una manera obscura. Preparó la réplica hipócrita que burlara la acción de la justicia, utilizando la eximente del falso ascetismo y evitó sistemáticamente el uso de drogas y medicamentos. En su lugar, preparó los gestos, los arrebatos místicos, los circunloquios, las poses curativas, las aspersiones y el seráfico brillo de las pupilas. Natalia Capilla no exigía estipendio alguno, tan solo acumulaba el ahorro del pobre y la paradójica limosna.

Natalia Capilla vestía siempre de negro y velo

Natalia Capilla vestía siempre de negro y velo / Biblioteca Valenciana

Al principio, asistían al huerto del Santísimo unos pocos centenares de personas diariamente, pero en tan solo dos semanas, la cifra superó las setecientas. Incluso las vecinas del Camino del Grao n.6 sacaban rédito a las innumerables personas que asistían a la consulta de Natalia Capilla, alquilando sillas y bancos para soportar la espera, a un módico precio de diez céntimos por asiento. Personas de todo linaje y condición social esperaban hora tras hora su turno portando algo indispensable para su curación; botijos, cántaros, garrafas o botellas de agua que serían bendecidas por Natalia.

El marido de la curandera era el encargado de repartir los números impresos en un papel colorado que servía de turno. Cuando los enfermos y acompañantes cruzaban el umbral de la puerta accedían a lo que en otros tiempos fue un local famoso por sus paellas, pero sobre todo por sus fresas. Ya en el jardín, el silencio tan solo era roto por leves cuchicheos; el largo paseo central se encontraba ocupado a sus lados por largas filas de clientes sentados en espera de que les tocara su turno. La «clínica» estaba situada en la replaza en que terminaba el paseo, formada por un círculo de álamos. En este lugar y sobre los árboles dando frente a los pacientes, un lienzo blanco sobre el que destacaba la severidad de un pequeño crucifijo de metal y, al lado derecho, una litografía representando a Jesús curando a un enfermo, rodeada de un sencillo marco de madera descolorido. En la mayoría de los casos, Natalia no tocaba al enfermo, tan solo bendecía el envase de agua que éste había portado, y en tan solo unos pocos, imponía su mano derecha sobre la cabeza del enfermo, alzaba su vista al firmamento y elevaba unas preces.

En marzo de 1927 recibió su primera multa de 1.000 pesetas por ejercer el curanderismo

El floreciente y más que rentable negocio de Natalia pronto se vio truncado tras una denuncia por curanderismo formulada en el juzgado del distrito del Mar, por el subdelegado de Medicina, doctor Cortés Pastor. Así, en la tarde del 27 de junio de 1928 se personó en el Huerto del Santísimo el juez Camilo Robert, acompañado del actuario Bautista Domenech y el alguacil Fernando de Gracia, para levantar acta de lo que allí se acontecía. Tomó declaración a Natalia y confirmó que se trataba de una pobre mujer, que cuyas predicciones entre la gente ignorante gozaban de gran prestigio por atribuirle curas fantásticas de enfermos desahuciados por lo médicos.

El 29 de junio una orden de detención del Gobernador Civil obligaba a Natalia a ingresarla en el Hospital Provincial para ser sometida a una inspección médica. El taxi que la portaba al Huerto del Santísimo esa tarde fue detenido en el n. 2 del Camino del Grao, unas casas antes de llegar al huerto, por el inspector de policía Sr. Boix y los agentes Gallego, Garrañaga y Tejedor, sin que los enfermos que allí esperaban se dieran cuenta alguna.

En el Hospital permaneció incomunicada en una de las habitaciones del piso alto. Los cargos a los que se enfrentaba Natalia Capilla fueron los de intrusismo, ataque a la religión católica y defraudación a la Hacienda pública. El 15 de julio fue puesta en libertad por orden gubernativa.

Ningún periódico se hizo eco de la sentencia, ni de la multa si la hubo, debió de ser algo importante y ejemplar, ya que Natalia Capilla desapareció de cualquier noticia ya fuera buena o mala, dejando un vacío que seguramente ocuparía otro listo.

La historia de València, al igual que la de cualquier localidad de España ya sea grande o pequeña, está llena de estos personajes y siempre proliferaran mientras que haya personas con un nivel cultural insuficiente para desmenuzar el más falso y pueril silogismo, para desvirtuar la sugestión de la burda oratoria callejera y para rechazar a los falsos apóstoles de la salud. Estas personas estarán irremediablemente condenadas al engaño, a la expoliación y a los criminales manejos de estos «iluminados» …