El imparable San Juan de València empieza a dar muestras de gigantismo

Más de 120.000 personas, segun las primeras estimaciones, convierten las playas de València en una reunión masiva alrededor del fuego, la música y el alcohol en medio de una enorme vigilancia policial

Noche de San Juan en las playas de Valencia 2024

Fernando Bustamante

Moisés Domínguez

Moisés Domínguez

La Noche de San Juan -mucho más que la Nit de Sant Joan, visto el tipo de asistente- va camino de sufrir las mismas características que otras fiestas de la ciudad: la del gigantismo, amenazando con reventar por sus cuatro costados. Esa es la primera sensación de la noche más corta y, a la vez, la más larga, del calendario de la ciudad. Y el problema es que aún tiene capacidad de crecimiento porque el espacio reservado es ilimitado. Pero en determinadas zonas de la fachada costera de la ciudad empieza a dar miedo por el abigarramiento, combinado con esa mezcla de nocturnidad, fuego, música y alcohol que, por alguna razón, atrae cada vez más. En las Arenas aún hay espacio disponible, pero el Cabanyal se convirtió en un hormiguero. Una multitud que haría palidecer al Benidorm más concurrido. En una ciudad que se lo traga todo, porque a la vez otros miles veían a Tom Jones en la plaza de toros.

El concejal de Seguridad Ciudadana, Jesús Carbonell, era el primero en reconocerlo: «estamos sorprendidos porque hay mucha más gente que el año pasado a estas alturas». Lo decía cuando todavía pegaba el sol. Pero es que, para entonces, gran parte de los que quería acudir ya habían llegado. Casi sin tiempo para que los bañistas de la mañana pudieran marcharse -se les distinguía a la legua y se marchaban apresuradamente-.

La fachada marítima quedó convertida en un caos humano por la llegada, la irrupción, de miles de personas. Cien mil se dice. Más de cien mil también. Es difícil mensurarlo, pero lo que parece claro es que está fiesta no va a parar en un futuro inmediato. El calendario ha convertido San Juan en un festivo recuperable, con lo que la afluencia no va a resentirse tanto en función al día de la semana. Y por eso, al cierre de esta edición, las arenas de la ciudad empezaban a vivir una noche de diversión y riesgo. «Si el año pasado estimábamos cien mil personas, ahora podríamos estar contando, no sé, ciento veinte mil».

¿En qué se nota? En cuestiones como lo de la leña. Con semejante lleno, las 35 toneladas (o 40, que para el caso es lo m ismo) se agotan en un santiamén. Y como la gente ya lo sabe de años anteriores, vienen antes. Se abalanza sobre los troncos, hay alguna caída y alguna mano más larga de lo deseable, pero no pasa a mayores. Y en poco más de media hora no quedan más que lascas. La consecuencia es que hay mucha gente que viene prevenida y trae su combustible. Las gasolineras agotan el género. Pero hay más. El fútbol tiene su reventa. Las Fallas tienen sus lateros. Y la fiesta de San Juan tiene también su propia línea de negocio ilegal: la venta de leña. «Están vendiéndola allá fuera» señalan extendiendo la mano hacia el interior de la ciudad. El género que les han vendido es pésimo: arder, arde, pero se le ven asomar los clavos. Es madera no deseada, que dejará un residuo que puede convertirse en motivo de vacuna antitetánica. Los hay que venían con bolsas de carbón y algunas de las fogatas estaban hechas con maderas de muebles. Cualquier parecido con la «madera de poda» que regalaba el ayuntamiento era mera coincidencia. Aún algunos se afanaban buscando ramas secas de las palmeras de paseo.

Al cierre de esta edición, la jornada se desarrollaba con tranquilidad. Pero eso está en el guión. «El problema es mayor conforme pasan las horas». Para entendernos, cuando el alcohol causa más estragos. Y eso que el paseo marítimo estaba poco menos que militarizado. Docenas y docenas de efectivos policiales (Locales y Nacionales) patrullaban con chalecos antibalas, fusiles, caballos, vehículos ligeros... y por eso, en la primera parte de la jornada, las mayores incidencias eran los niños perdidos, cuyos progenitores siempre aparecen una vez superado el susto. «Es uno de los días más difíciles del año» reconocía Raúl Gutiérrez, jefe de sección de Seguridad Ciudadana. «Junto con el 9 d’Octubre, Nochevieja y pocos más. Están implicadas todas las unidades de policía de València». Por no hablar de puntos de atención por delitos sexuales o la presencia de la UIP, las unidades de élite en escenarios de incidentes callejeros. La noche iba a ser larga. n