La Cartuja y el día de la final perfecta del Valencia

Tal día como hoy, en 1999, el VCF de Ranieri acabó con la mayor sequía de títulos de la historia del club n La afición saboreó una victoria implacable contra el Atlético

La plantilla del Valenciafesteja la Copa en La Cartuja aquel 26 de junio del 99. El último título era la Supercopa de Europa de diciembre de 1980.

La plantilla del Valenciafesteja la Copa en La Cartuja aquel 26 de junio del 99. El último título era la Supercopa de Europa de diciembre de 1980. / LEVANTE-EMV

Pascu Calabuig

El 26 de junio de 1999 al valencianismo todo le salió a pedir de boca. El Valencia CF superó por tres goles a cero al Atlético de Madrid en una final perfecta. Arrasó con uno de sus principales rivales históricos y sanó una brecha de 18 años, seis meses y nueve días sin títulos. La sequía más extensa en 105 años de vida. La afición, sedienta de gloria, se lanzó a las calles para celebrar la Copa de la Cartuja al lado del equipo que había edificado casi de la nada el italiano Claudio Ranieri. Aquella noche de verano en Sevilla fue tal y como los valencianistas la soñaron. Un guion de película que hubiese firmado cualquiera de los seguidores que sufrió los sinsabores del pasado.

Desgracias como la de cuatro años antes en Madrid en la ‘final del agua’, perdida frente al Deportivo de la Coruña (2-1). Justo cuando el Valencia le había tomado el pulso al encuentro, tras empatarlo con un precioso libre directo de Pedrag Mijatovic bajo la lluvia, el diluvio en el que se convirtió la tormenta obligó al árbitro a suspender el partido. Los 11 minutos pendientes se jugaron tres días después, un martes, con miles de aficionados que en jornada laborable no pudieron repetir el desplazamiento a la capital. La desolación se apoderó de todos, en casa y en el Santiago Bernabéu, ya que, nada más reemprenderse la acción, Alfredo Santaelena le dio la Copa al ‘Superdepor’ de Arsenio Iglesias con un gol de cabeza.

Alegría merecida

La maldición de las finales volvió a invadir el ánimo de los aficionados. Como en las tres finales de Copa perdidas en las décadas de los 40 y los 70. Un fantasma que planea cada cierto tiempo sobre un club cuyo bagaje en las 26 citas definitivas le ha privado de tener más títulos de los 23 que descansan en sus vitrinas. De hecho, en los años siguientes a la euforia del verano del 99, en el que también se levantó en agosto la Supercopa de España, el mal fario volvería a jugar con el Valencia, que caería de modo consecutiva en las finales de la Champions ante el Real Madrid y el Bayern.

La explosión de alegría de la hinchada una vez que el colegiado en la Cartuja, Manuel Díaz Vega, estaba totalmente justificada. Como rezaba la canción de ‘El probe Miguel’, que su protagonista hacía «mucho tiempo que no sale», al valencianismo le pasaba lo mismo. Se moría de ganas de salir de celebración, y lo hizo al ritmo de aquella música pegadiza que sonó en el estadio sevillano. Los 30000 incondicionales del Valencia -y sus tracas- en la capital andaluza empezaron a ganar la partida al Atlético, que contó menos apoyos.

En Mestalla, antes de encaminarse a la plaza del Ayuntamiento, 40000 aficionados disfrutaron del implacable triunfo. Solo en el aeropuerto, otros 15000 seguidores recibieron a los campeones, que se desplazaron más tarde en un autobús descapotable por las calles abarrotadas de la ciudad, visitaron la Basílica, el Palau de la Generalitat y agradecieron el cariño de la afición desde el balcón del Consistorio antes de terminar la fiesta en Mestalla, lleno hasta la bandera.

Chamartín, 1954

El día de antes, la escuadra del ‘General’ Ranieri había regalado una final insuperable a sus fervientes seguidores, el merecido a premio a quienes no dudaron en encadenar 72 horas de cola, prácticamente sin dormir, en las taquillas del coliseo de la Avenida de Suècia por una entrada. La victoria más contundente que se le recuerda al Valencia en la lucha por un título desde el 3-0 de 1954 al Barça en Chamartín. Como entonces, cuando con dos tantos de Antonio Fuertes, y entre medias otro del depredador Manuel Badenes, el doblete de Claudio López, y en medio la obra de arte de Gaizka Mendieta, dejaron sin respuesta al adversario. Las tres dianas fueron tan bonitas como la propia final. El ‘Piojo’ empalmó con la zurda, y con el alma, un balón servido por Mendieta en el minuto 22. Diez minutos más tarde, el capitán hizo ‘el gol increíble’. Controló en el área con el pecho, tocó con el muslo, encaró la portería tras un sombrero con la derecha y remató a la red con la izquierda sin dejar caer el balón. La sentencia, a los 80 minutos, llegó tras un servicio en largo de Cañizares para la carrera del ‘7’ argentino, que burló la salida del portero valenciano Molina y envió la pelota a la red (3-0).

Incontestable, como la final, fue el camino hacia ella. En los octavos de final cayó el rival en casa, el Levante UD; en los cuartos, el Barcelona, con otro gol antológico de Mendieta en el Camp Nou; y en semifinales, el Real Madrid. En el choque de ida, disputado en Mestalla, el Valencia dejó fuera de combate a los blancos. El público asistió perplejo a la mayor goleada endosada al Madrid, un 6-0 que quedó inmortalizado con la memorable fotografía del videomarcador. Marcaron Alain Roche, por partida doble, Goran Vlaovic, Miguel Ángel Angulo y Mendieta mientras en las gradas, en una noche de magia, resonaba un cántico contra el Madrid: «¡Vosotros sois San Marino, sois San Marino!».

El Valencia de Ranieri, coronado con aquella Copa y el billete para la Champions 99/00, significó el origen de un equipo competitivo al que Héctor Cúper y Rafa Benítez dieron continuidad y perfeccionaron. Entre 1999 y 2004, el Valencia coleccionó seis títulos: Dos Ligas, una Copa, una Supercopa, una UEFA y una Supercopa europea. Curiosamente, el técnico italiano, que se había marchado al Atlético entre lágrimas en julio de 1999, cerró el ciclo con la Supercopa de Mónaco.