La columna vertebral del abanico

Aunque en el primer golpe de pista, el país (la tela) y su decoración son los elementos que más llaman la atención de un abanico, a lo largo de los siglos, en muchas ocasiones, era el varillaje lo que definía el nivel de calidad. Esta espina dorsal de un palmito ha sufrido una importante evolución de diseño y materiales, paralela a los cambios sociales.

Trabajo de fabricación de varillajes en la empresa de Aldaia Abanicos  Burriel y, a la derecha, la matriarca de la familia en el proceso final

Trabajo de fabricación de varillajes en la empresa de Aldaia Abanicos Burriel y, a la derecha, la matriarca de la familia en el proceso final / MUPA

Nácar, hueso, marfil o diversas maderas nobles como el ébano o el palosanto han sido, a lo largo de la historia, la materia prima para el varillaje de los abanicos europeos, la columna vertebral de estas piezas artísticas y, en muchos casos, el elemento que ha permitido medir su valor. Así queda demostrado en muchas colecciones particulares de familias de Aldaia, cuyas piezas destacan más por el material y la ornamentación del varillaje de cada abanico que por la pintura o el diseño del país (la tela). Caso aparte lo componen las barajas, abanicos que solo se componen de varillaje unido por una cinta, un terreno en el que se pueden encontrar auténticas obras de arte por la base y la rica ornamentación.

El varillaje ha ido evolucionando a lo largo de los tres últimos siglos y lo ha hecho en función de diversos factores, según la historiadora del Arte especializada en abanicos, Carmen Casaní, que ha comisariado la última exposición del Museu del Palmito de Aldaia (MUPA). En ocasiones, los cambios han estado conectados a los propios estilos artísticos que regían la arquitectura la pintura o la escultura de cada época. Pero, al ser un elemento de uso personal, en otras, tiene más que ver con el gusto quien que los encarga, que ha podido preferir un abanico inspirado en la moda de otro siglo. Y luego está la evolución propia de la modernización de las técnicas utilizadas para elaborar estos elementos o la aparición de nuevos materiales.

De este modo, en el siglo XVIII, el abanico era un símbolo de la corte por lo que la tendencia es la existencia de piezas con varillajes de mucho valor, tanto por la materia prima como por el trabajo de calado, grabado, ornamentación con incrustaciones u otros. El siglo XIX, no obstante, marca un cambio en la tendencia, como también se produjo en la moda, que profesionales de la investigación lo asocian con Josefina, la mujer de Napoleón Bonaparte, quien marcó tendencia en Europa con un tipo de vestidos menos encorsetados y más vaporosos, el llamado estilo imperio. «También en ese momento los varillajes de los abanicos son más finos porque la fastuosidad se buscaba en otros aspectos, las sedas, los dorados, ...», indica la historiadora Carmen Casaní. 

Es en ese siglo, el XIX, cuando se produce la «democratización» del abanico, que sale de la corte para ser un elemento habitual de otras clases sociales, un proceso que culminará en el siglo XX. «Ese es otro aspecto interesante. No es lo mismo el abanico que se fabrica para comercializarse a una escala más amplia, aunque también pueda ser caro, y que sigue los patrones de la moda, a diferencia de aquel que se pide por encargo, con unas determinadas características», aclara Casaní.

Pilar Castellano

Pilar Castellano / Levante-EMV

Respecto a la evolución que está marcada por las técnicas, conforme van mejorando herramientas como las sierras para realizar el calado, se aplican procedimientos como la matricería (que permite calar a gran escala) o más recientemente el láser, el abanico va cambiando y su varillaje se simplifica. También se producen cambios por la aparición de nuevos materiales de tipo químico que imitan a nobles como el nácar o el hueso.

Proceso de elaboración.

Proceso de elaboración. / MUPA

Ya en el siglo XXI, la tendencia que impera es la sencillez, hasta el punto de que el varillaje en el abanico moderno es, en muchas ocasiones, completamente liso. El diseño tiene que ver con la utilidad y el resto de complementos de moda, además de la propia indumentaria.

Un oficio que apenas pervive

Respecto a la fabricación de varillajes, en la actualidad, apenas quedan cuatro talleres artesanales especializados (uno de ellos Burriel, que expone ahora su colección privada en el MUPA), que proporcionan estos esqueletos al resto de fabricantes. Algunos solo se dedican a esta tarea y otros completan todo el proceso de elaboración del abanico. La desaparición estuvo vinculada a la invasión tanto del varillaje como del abanico chino con precios en el mercado inferiores al coste de fabricación en España. Además, desde la segunda mitad del siglo XX, no ha habido en Aldaia, principal centro productor de abanicos en España, más de 10 empresas dedicadas a este cometido, que tenían asociada una red de pequeños profesionales dedicados a calar y grabar.

Estos oficios se han reducido a la mínima expresión, no solo porque la demanda de abanico artesanal con el varillaje muy trabajado es menor que en otros tiempos sino porque apenas quedan profesionales. Otro aspecto que destaca el sector son las dificultades que, en ocasiones, se imponen en las inspecciones de trabajo a los talleres, que están restringiendo el uso de determinada maquinaria tradicional por razones de seguridad.

Con todo, entre las cuatro empresas existentes, en Aldaia todavía existe un taller dedicado a la fabricación de abanicos de nácar, Blay Villa, los últimos en Europa de un oficio que rememora otras épocas.

Suscríbete para seguir leyendo