R. V. M., Valencia

La película El último cuplé, de Juan de Orduña, fue un taquillazo y además situó a Sarita Montiel como la superestrella del cine español, llevando su nombre allende las fronteras donde la autarquía y la censura mantenía un cine caduco, agotado y raquítico. Cuando se cumplen cincuenta años de su estreno, y su arrollador éxito, es justo recordar el hito del cine español.

Todos, comenzando por la productora, Cifesa -fundada por el valenciano Luis Casanova-,se sorprendieron del éxito, puesto que el filme no era una gran producción. De hecho, Orduña dijo repetidamente que no le daban suficiente dinero para hacerlo como lo tenía pensado... Fruto de esa limitación de presupuesto fue el que no pudiera contratar a la cantante de cuplés, Lilian de Celis, y tuviera que echar mano de Sarita Montiel, la actriz española, que tras una etapa de tórridos melodramas mejicanos, estaba despuntando en papeles secundarios en Hollywood, de la mano de su marido, Anthony Mann. Como Sarita Montiel luego ha dicho, ella siempre había cantado, a su manera, y cuando hicieron las pruebas, las dieron por buenas. La verdad es que lo que resultaba más convincente era su insultante fotogenia, algo que había aprendido ante las cámaras de EE UU.

Como algunos cineastas dicen «la cámara no miente, refleja lo que hay delante» . Y el físico de Sarita Montiel era la mejor baza, junto a Armando Calvo y Alfredo Mayo. De hecho el filme, al mismo tiempo que generaba dinero y colas, empujaba un escándalo, porque era una película de mujer sufridora, pero el público masculino se volcó para verla, no una sino varias veces.

Sarita Montiel, que no cobró mucho por este trabajo, fue avisada y vino tras las vacaciones pascueras, a ver por sí misma las colas en el Cine de la Gran Vía, en Madrid. En Valencia la estrenaron en el Cine Lys. Y nada menos que estuvo un año entero en cartel...

Una estrella en ciernes

Cifesa, que había alumbrado a Sarita Montiel en otro filme emblemático, Locura de amor , también de Juan de Orduña, en su etapa más historicista , -aquello sí que fue una superproducción- se encargó de la distribución, y salió con muchas ganancias de la aventura, cuando ya estaba en trámites de liquidación.

Sarita Montiel, que con Veracruz, Dos pasiones y un amor y Yuma estaba entrando en el cine hollywoodiense, captó que podía ser cabeza de ratón - reina en el cine nacional-, y volvió a España, convirtiéndose en la superestrella. Por suerte, Sigfrido Burman supo superar los problemas y encontraron con trucos sencillos, casi de cine mudo, la manera de resolver la variedad teórica de escenarios(los teatros en los que actuaba cuando triunfaba).

Pero además esa película y las que siguieron - La violetera , Esa mujer - consiguieron ser taquilleras en Francia o hasta en Moscú y en toda Hispanoamérica. Sarita era mucha Sarita. ¿Y qué tenía el filme La nostalgia de un personaje -y de los años 20, antes de la Guerra Civil y de la posguerra-, una cupletista, María Luján, a la que nada menos que el naufragio del Titanic, deja sin voz, y que rememora sus días grandes y sus amoríos. Es la historia de una mujer sencilla, elemental, enamorada de un joven relojero, que lo pierde y luego rueda de un so brazos a otros, con un empresario(Armando Calvo), y un joven torero -aquí entra en escena el valenciano Enriquito Vera, que toreó a partir de entonces mucho más-, y los amantes, cuando ya va descangalaché en la rodada. Porque ha de ser y es una mujer mala...perdida y tiene que expiar.