Color local

La gran final

La Roja, en el partido en que eliminó a Francia.

La Roja, en el partido en que eliminó a Francia. / Levante-EMV

J. Monrabal

Hace un mes, nadie apostaba un euro porque la selección española de fútbol llegase a la final de la Eurocopa, y nadie creía que el juego desplegado por La Roja alcanzaría las cotas de calidad y eficacia demostradas en todos los encuentros del torneo europeo. En el partido de anteayer frente Francia un desgarbado chaval de 16 años firmó un gol de antología que despejaba el camino hacia Berlín. Se llama Lamine Yamal, hijo de padre marroquí y madre nigeriana, y tiene un don misterioso para jugar al fútbol. Junto con Nico Williams (de padres nacidos en Ghana) se ha convertido en una estrella internacional. La semana pasada el diputado de ERC, Gabriel Rufián, recordaba que, si se aplicaran las propuestas del PP y Vox contra la emigración, los dos mejores futbolistas de la selección no jugarían, y España no le empataría ni al Andorra. Es una imagen bastante fiel de la realidad.

La política y el fútbol son ámbitos con más puntos de contacto de lo que suele creerse, y hasta Josep Pla, en una de sus escasas incursiones deportivas, llegó a escribir del delantero blaugrana Vicente Piera que fue «el Prat de la Riba de los campos de fútbol durante diez años seguidos». Kylian Mbapeé no ha brillado precisamente en la Eurocopa por su juego, pero será recordado por su llamamiento a votar contra la ultraderecha en las pasadas elecciones legislativas francesas. «No podemos dejar el país en manos de esa gente», dijo. Siguiendo a Pla y forzando un poco las cosas podría decirse de Mbapée que, pese a su discreto papel en la cancha, ha sido el Leon Blum de la Eurocopa.

Si Pla pudo equiparar idealmente a un jugador con un político, ¿podría hacerse hoy alguna comparación de esa clase, pero a la inversa, en el panorama español? Difícilmente. A duras penas podría establecerse ese paralelismo entre Sánchez y Luis de la Fuente, que tampoco iba a durar en el cargo y ha llegado muy lejos, contra todo pronóstico. «Desde la victoria todo se construye mejor, aunque estaba seguro de que el camino era el correcto». Esto lo dijo el seleccionador nacional en la medianoche del martes, aunque la frase bien podría haberla pronunciado el Presidente tras sus muchos triunfos políticos, con frecuencia agónicos o logrados en las tandas de penaltis.

Como es lógico, esa analogía inversa a la de Pla es aún más improbable a escala local que en la alta política. La pusilánime «moderación» de José Manuel Prieto, por ejemplo, que es puro juego especulativo, está muy alejada del carácter y la claridad de ideas de Mbapée, y en cuanto al resto de la corporación, su única relación visible con el fútbol se reparte entre los imitadores de Manolo el del Bombo, dentro del gobierno, y los depositarios de la moral del Alcoyano, en la oposición. Nada que hacer, pues, por ese lado. Volvamos los ojos a Berlín.

Aunque no lo parezca, el domingo se jugará algo más que un partido de fútbol. Cada pase, cada regate y cada gota de sudor de la gran final abarcará muchos sueños, no solo deportivos, y con la pelota quizás estén rodando el signo de la historia y el destino de derechos que los hooligans de la motosierra quieren despedazar. A ver, en fin, si hay suerte, y la España de Nico y Lamine golea a rácana Inglaterra de Harry Kane, pero, sobre todo, a la España de Mérimée.