ADÉS I ARA - Arxiu Històric de Gandia

Óscar Coll Alas, por la libertad del pueblo

La vida y trayectoria de un gandiense de adopción que fue arquitecto, luchó en la guerra civil y murió en el exilio de México

Óscar Coll Alas, en 1939

Óscar Coll Alas, en 1939 / Levante-EMV

Tatiana COLL LEBEDEFF

Óscar Coll Alas nació en Oviedo, Asturias, un 17 de mayo de 1909, era el tercero, después de Josefina y César. Hijos de César Coll Brück (1879-1957) y de Pilar Alas y Cores (1879-1940) sobrina de Leopoldo Alas «Clarín», el crítico e irónico autor de ‘La Regenta’ y muchos más. Prácticamente al año de nacido la joven familia tuvo que mudarse intempestivamente, cruzar toda España e instalarse en Gandia. Allí se convirtieron en hombres y mujeres del sol resplandeciente, la playa dorada y el mar intenso. Allí nacieron después Pilar, Luis, Mercedes, Mario y Maruja. Una gran familia, activa, generosa, entrelazada en vital apego. Separada brutalmente, como tantas otras, por la guerra. Luis, el pintor, fue el único que volvió para siempre a Gandia.

Oscar, César y Pilar estudiaron en Gandia y Valencia. Marcharon después a Madrid, donde se matricularon en arquitectura, derecho y filosofía, respectivamente. Corría la década de los 30, España se abría a una vigorosa marejada de creación cultural, social y política. 

Óscar participó entusiasmado en el Grupo de Artistas y Técnicos Españoles para el Progreso y la Arquitectura Contemporánea (Gatepac) que introdujo una nueva visión cultural concebida desde el Bauhaus. Toda su vida entendió la arquitectura como una función social creativa, contra el clasicismo elitista. Los tres hermanos militaron en el Partido Comunista. Óscar, además, participó en la Federación de Estudiantes Universitarios que inició una reforma educativa transformadora.

Alistado en milicias populares

Al estallar la guerra, se alistó en las milicias populares y fue Comisario Político. Poco después regresó a Gandia y fue nombrado Teniente de Alcalde hasta mayo del 37. Fundó junto a su padre y otros el Comité Antifascista y escribió en el periódico ¡Julio! uno de sus artículos, ‘Por la libertad del Pueblo’. 

Pilar y César también regresaron y este fue nombrado delegado de la Incautación de Fincas Rústicas y Urbanas, un puesto clave para hacer justicia campesina y ganarse el odio de los terratenientes. En febrero del 37 llegó la noticia del fusilamiento del primo de Pilar madre, Leopoldo Alas Argüelles, rector de la Universidad de Oviedo.

Óscar sería movilizado al frente como Capitán del Batallón de Ingenieros n. 3, del V cuerpo del Ejército, asignado a la batalla del Ebro. Allí volvió a ver a varios compañeros de la universidad. La tarea encomendada no era fácil: diseñar y construir los puentes móviles estratégicos para el cruce de tropas y vehículos sobre el poderoso río Ebro. Era la última y determinante ofensiva del Ejército Republicano que duraría del 25 de julio al 16 de noviembre del 38. El complejo diseño de las piezas del puente fue una maravilla. El escrito de Óscar donde los describe detalladamente está en la tesis doctoral de Juan Ignacio del Cueto, de la Escuela Superior de Arquitectura de Barcelona: ‘Los arquitectos Españoles exiliados en México’. Los puentes fueron un objetivo nodal a ser destruido y los bombardeos se cebaron contra ellos.

Óscar con Pilar Coll Alas y César Coll Brück, notario en Gandia

Óscar con Pilar Coll Alas y César Coll Brück, notario en Gandia / Levante-EMV

Derrota y exilio

Después de la derrota las tropas republicanas se fueron retirando en pequeños grupos entre las montañas, dispersándose y reagrupándose. Resistiendo y emboscando. Óscar participó en las batallas de El Mola, Lloa, Castellet, Borjas, Falset, Barcelona, Santa Coloma y Darniusi. A través de esa ruta llegó hasta Le Perthus, la salida hacia Francia. Caminaba entre los miles y miles de personas que angustiadas y desesperadas lograron pasar la frontera.

Fueron llevados a los campos de concentración de Argelès-sur-Mer, arrojados sobre las húmedas y gélidas playas del mes de febrero del 39. Los primeros días cavaron, con las manos, huecos en la arena para pasar la noche. Lentamente llegaron maderas y otros materiales para construir las endebles barracas donde refugiarse, y algo de comida de la Cruz Roja. El campamento estaba rodeado por senegaleses del regimiento de la Legión Extranjera Francesa. Allí pasó un año, sobreviviendo de milagro, donde miles murieron o fueron reenviados a España. Hasta que entró en una red de contactos, a través de la cual localizó a Pilar y a Julio, su marido, quienes estaban en Carcassonne. César estaba en París. Ellos lograron gestionar un pase de salida del campo, casi en el último momento pudo precipitarse para alcanzar el barco que los llevaría a República Dominicana. De ahí a Cuba, donde trabajaron en los muelles hasta que lograron la visa para México.

Una de las construcciones realizadas con paraboloides de hormigón.

Una de las construcciones realizadas con paraboloides de hormigón. / Levante-EMV

Una familia en Cuernavaca

A pesar de la generosidad del recibimiento del pueblo y Gobierno mexicano, los primeros años fueron difíciles. Óscar no tenía papeles y no podía solicitar su título de arquitecto. Varios de sus compañeros de facultad y del batallón de ingenieros estaban también en México, así se insertó en los mecanismos solidarios para lograr obras. En casa de otros refugiados (tomamos el nombre de refugiados españoles para diferenciarnos de los que iban a «hacer las Américas» y montar negocios), conoció a Irina Lebedeff, migrante a su vez desde Marsella que huyó de los nazis, y formaron familia. Se fueron a vivir a Cuernavaca, una bella ciudad, cerca de la enorme metrópolis. Allí desplegó su especial creatividad utilizando como signo distintivo la construcción de audaces elementos paraboloides en concreto, que pudo desarrollar junto con su compañero de la facultad Félix Candela, quién años después construyó el Oceanogràfic valenciano).

La victoria cubana

Óscar nunca olvidó la pasión y el compromiso por la libertad de los pueblos. Como escribió en aquel artículo, siguió con entusiasmo discutiendo en las tertulias de los refugiados, pero también recuperó con creces sus vibrantes esperanzas, cuando la triunfante revolución cubana irrumpió como un gran vendaval emancipador, en aquel sombrío mundo de la Guerra Fría. Él, durante los combates en la Sierra cubana, se pasaba noches y horas localizando Radio Rebelde y escuchaba atento a las señales. Recuerdo su enorme alegría aquel 1 de enero del 59. En cuanto pudo viajó a la isla rebelde y llevó un proyecto al primer Congreso de Arquitectura que se celebró en la Habana.

Murió muy joven, demasiado, en 1967, a los 58 años de un infarto fulminante, igual que su madre. Siempre alegre, empecinado en sus ideales, soñador y apasionado.