Una tradición del mantón de Manila de 200 años concentra en Carlet cientos de valiosas piezas

Un equipo multidisciplinar y el ayuntamiento trabajan en documentar los mantones en manos particulares, algunos con dos siglos de historia 

«En el s. XIX era una pieza imprescindible en la dote de una familia bien»

Un inventario recopila los valiosos de mantones de Manila repartidos por las familias de Carlet

Perales Iborra

La gran mayoría de familias de Carlet guarda en alguna cómoda o armario un tesoro en forma de mantón de Manila y, en algunos casos, más de uno. La verbena del mantón de Manila que cada mes de septiembre se celebra en el marco de las fiestas patronales mantiene viva una tradición que tiene su origen hace como poco 200 años. Algunas de las piezas han pasado de madres a hijas generación tras generación y el ayuntamiento ha recogido la propuesta de un equipo multidisplinar para solicitar la colaboración de los vecinos al objeto de realizar un inventario que permita tener una aproximación de este patrimonio que hay en la ciudad. En los primeros días tras el llamamiento se han inventariado ya en torno a 150, aunque las estimaciones apuntan a que se pueden reunir varios cientos más.

Uno de los mantones aportados el viernes para que forme parte del inventario.

Uno de los mantones aportados el viernes para que forme parte del inventario. / Perales Iborra

«En todas las casas de Carlet hay uno o varios, en alguna verbena han salido más de 400 parejas luciendo el mantón», comenta la antropóloga social Pepa García Hernandorena, una de las integrantes del equipo que trabaja en inventariar y catalogar estas piezas. 

Una pieza imprescindible en la dote en el s. XIX

«Me llamaba la atención que una pieza que denota cierto lujo, poder económico o posición, en Carlet acaba haciéndose muy popular. A principios del siglo XIX era una pieza indispensable en la dote de familias bien cuando casaban a sus hijas, como los muebles de marquetería carletina. En el siglo XIX sigue esa tradición y en Carlet se refuerza cuando en los años 40 y 50 empiezan a celebrarse las verbenas y el mantón se convierte en una pieza imprescindible para asistir», explica García Hernandorena, mientras detalla testimonios que recuerdan que «si en los años 50 y 60 no llevaban el mantón las mujeres no podían bailar en la verbena» ni tampoco tenían acompañamente «y por eso continúa la compra de mantones de Manila».

Otra de las piezas que formará parte del catálogo.

Otra de las piezas que formará parte del catálogo. / Perales Iborra

Àngel Valero, gestor cultural que promovió el calendario benéfico ilustrado por mantones que se ha convertido en la espoleta de este inventario, recuerda que la plaga de la filoxera arrasó en la primera mitad del siglo XIX las viñas de toda Europa y dejó a Carlet y algunos pueblos de la Ribera en una situación de privilegio en la exportación de pasas que proporcionó enormes beneficios. «Coincide en ese momento que muchas familias compran el mantón que venía en el Galeón de Manila y que se dejaba en testamentos. Si a un hijo se le dejaba el carro y la mula y a una hija el mantón de Manila, estaba bien repartido. Valían una auténtica fortuna y algunos se pagaban a plazos durante años», apostilla Valero, mientras señala que los más antiguos son mantones de Cantón (China), que llegaban con el galeón que realizaba la ruta de Filipinas y Acapulco, mientras que con posterioridad ya eran mantones elaborados en España, también de gran calidad.

Un motivo asiático en uno de los mantones.

Un motivo asiático en uno de los mantones. / Perales Iborra

Valero estima que el inventario podría recoger imágenes de entre 400 y 500 mantones y apunta que la tradición que existe en municipios vecinos como Alginet se deriva «de lo que Pepa denomina manones de la diáspora», es decir, mujeres de Carlet que al casarse se trasladan a otros pueblos y se llevan los mantones familiares.

La bordadora Pilar Roa revisa uno de los mantones.

La bordadora Pilar Roa revisa uno de los mantones. / Perales Iborra

Pepa García comenta que, en base al testimonio recabado de mujeres que hoy tienen 80 u 85 años, aquellas jóvenes que a mediados del siglo XX no tenían en casa un mantón heredado se lo compran en ese momento y existe en Carlet «un mercado» e incluso un grupo de mujeres que traía mantones de València. «Una persona que conocía a esas mujeres que revendían mantones en los años cincuenta y sesenta habla de unos 3.000, aunque me parece una cantidad excesiva», señala.