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Una presa mal diseñada y peor mantenida que volcó 120 millones de m3

Ni el presidente del Gobierno, ingeniero, se creyó que se había desmoronado

La Presa de Tous, en la mañana del 21 de octubre de 1982, horas después de la catastrofe Archivo Levante-EMV

La presa de Tous comenzó a desmoronarse a primera hora de la tarde de quel inolvidable 20 de octubre de 1982, pero los ciudadanos de la Ribera no fueron concientes de la magnitud del riesgo que se cernía sobre ellos hasta que comenzaron a comprobar que el agua llegaba a las calles con una velocidad endiablada, como nunca antes se había visto. El nivel de aquel extaño torrente crecía de una manera tan descontrolada que comenzaron a intuir que la inundación iba a ser extraordinaria. Nada menos que 120 millones de metros cúbicos se desparramaron por la plana de inundación del Xúquer. Nadie sabía a ciencia cierta qué estaba sucediendo. La incomunicación fue absoluta pero muy pocos dudaban en plena noche de que el culpable de aquella sinrazón era la maldita presa que entró en funcionamiento sin inaugurarse porque el proyecto nunca se concluyó como debía.

El pantano, cuyo núcleo central no se diseñó con hormigón sino con tierra compactada, cedió al no poder abrirse las compuertas de los aliviaderos. Esa fue la causa de la tragedia y así lo declaró probado el Tribunal Supremo, que también acreditó que el caudal máximo de entrada al embalse no superó los 7.800 metros cúbicos por segundo, un volumen que hubiera podido absorberse si las compuertas hubieran cumplido su función. La catástrofe no fue provocada por una causa de «fuerza mayor», como argumentó el Estado en el pleito, sino por el incumplimiento de la normativa de explotación del pantano.

El Alto Tribunal confirmó que el origen de tanto sufrimiento fue una negligencia ante la insuficientes medidas de inspección, gestión y conservación que adoptó la presa de Tous. Los daños hubieran podido evitarse de haber funcionado correctamente el mecanismo de apertura de las compuertas y de cumplir los funcionarios los deberes de vigilancia, control y salvamento que debían de suponerse para garantizar la seguridad de una infraestructura hidráulica destinada a aliviar la fiereza histórica del Xúquer.

El tribunal comprobó que se vulneraron las normas de conservación y mantenimiento. El desagüe no se hallaba en condiciones de funcionamiento al menos desde unos veinte días antes de la catástrofe. Estaba siendo reparado. Para más inri, los dos grupos electrógenos que había en la presa estaban desde hacía tiempo inutilizados por averías y era preciso restaurarlos. Fueron sustituidos por un único grupo electrógeno de apenas 80 kilovatios que fue instalado, pese a la amenaza de lluvias, en una torre situada en el interior del embalse. Los motores que hubieran podido abrir las compuertas solo disponían de una fuente de energía, la que suministraba la companía Hidroléctrica, cuya red quedó pronto inservible.

La falta de vigilancia del embalse también fue escandalosa. Un día antes de la rotura de la presa, la intensidad de la lluvia ya había provocado que el agua embalsada alcanzara la cota 84,2 pero no se adoptó ninguna medida preventiva. Tampoco se quedó nadie capacitado esa noche vigilando la presa. A las seis de la tarde todos se marcharon a casa. Al regresar a la mañana siguiente, el único grupo electrónico existente ya se había inundado solo pudieron abrirse las compuertas de la toma de regantes y la del canal Júcar-Turia. El desastre ya era incontenible.

El ingeniero responsable del mantenimiento de la presa llegó a las nueve de la mañana y la cota ya se encontraba tres metros por encima de las compuertas del aliviadero de superficie con 75 millones de metros cúbicos embalsados. No había energía eléctrica ni funcionaba el teléfono. Se intentó abrir manualmente las compuertas del aliviadero, pero desistieron a mediodía al romperse las palancas. Una hora después se hundió la bóveda del Canal-Júcar Turia, aguas abajo de la torre de toma, destruyéndose la carretera que coronaba la presa. A las 16,15 horas, el nivel llegó a la presa un camión con el grupo electrógeno que se había reclamado pero ya era tarde.

A partir de las 16,30 horas el agua empezó a coronar la presa y el muro de contención comenzó a erosionar el estribo izquierdo y luego el cuerpo central. El ingeniero responsable comunicó a la Guardia Civil la segura destrucción de la presa de no bajar el nivel y pidió que se advirtiera a los municipios situados aguas abajo y se evacuara a la población. Ni el presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, se lo creía. Pese al desdén oficial las grietas crecían sin descanso. A las 19,13 horas se desplomó el muro del aliviadero de superficie y el núcleo de arcilla de la presa acabó desmoronándose con rapidez. Una ola de 15.000 metros cúbicos por segundo arrasó la Ribera. Pero la Confederación Hidrográfica todavía negaba a la mañana siguiente que hubiera reventado.

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