Opinión | Voces

Racismo, también, líquido

Ya no existen los antiguos packs ideológicos que encorsetaban la visión del mundo pero que, al mismo tiempo, ofrecían coherencia conductual

El gol de Lamine Yamal contra Francia ha sido elegido como el mejor de la Eurocopa de Alemania 2024.

El gol de Lamine Yamal contra Francia ha sido elegido como el mejor de la Eurocopa de Alemania 2024. / Sven Hoppe/dpa

No hay pegamento ideológico hoy. Lo denuncia Pablo González en este periódico: Unos jóvenes cantan soflamas racistas contra un camarero de origen asiático en un bar donde acaban rompiendo platos y servilleteros y lanzando sillas y mesas. Lo hacen mientras ven la final de la España futbolística más diversa, quizá tras cantar el gol de Nico Williams, festejar una intercepción defensiva de Aymeric Laporte o Robin Aime Robert Le Normand Mainfray o fliparla con la última filigrana de Lamile Yamal. Todo está desconectado. Ya no existen los antiguos packs ideológicos que encorsetaban la visión del mundo pero que, al mismo tiempo, ofrecían coherencia conductual. Un mínimo criterio que ahora ha saltado por los aires para muchos.

Hoy se puede defender la lucha de las personas homosexuales (porque quizá, simplemente, conoces a alguien casado con el amor de su vida) y al mismo tiempo cargar contra las personas migrantes que vienen a ganarse la vida. Incluso denunciar las agresiones racistas que vivió Vinicius en Mestalla y la semana siguiente cantar (se escuchó en el Bernabéu en la jornada posterior al partido del Real Madrid contra el Valencia) "vallecanos, yonkis y gitanos". Pocos medios lo denunciaron. Para contar con el beneplácito de determinados altavoces se necesita dinero.

Por cierto, estos días de popurrí identitario (la ideología es la identidad subterránea, aunque se crea que no se tiene) ha coincidido en espacio y tiempo con Leticia Sabater y un maravilloso titular en El Periódico de España: “Como persona soy conservadora, pero como artista soy la más transgresora y liberal del mundo”. Claro que sí. Es lo que tiene el arte y la cultura, que te permite experimentar para conocer quién eres e incluso probar quién podrías o querrías ser.

Pero la vida no es interpretación artística. Más allá de las redes sociales, donde lo artificial y la mentira es lo usual, la vida es la vida. Y en la vida ser un demócrata no debería casar con ser un racista, defender a colectivos históricamente perseguidos no debería estar sometido a matices o disgregaciones, ser joven no debería estar obligatoriamente unido a ser imbécil.

Por cierto, El País publica una encuesta en el que el 80,5 % de los preguntados considera que la multiculturalidad de la sociedad española ha hecho mejor a la selección de fútbol, mientras que el 76,4 % se siente identificado con la selección. Digo yo que esa diferencia de cuatro puntos estará más ligada a los nacionalismos periféricos que no al racista que ve los beneficios de la multiculturalidad pero se niega a vincular su identidad a personas con los que no comparte origen o color de piel. Conclusiones rápidas y conocidas por todos y todas: Las redes sociales (que cierta izquierda se encapricha en alimentar) es más racista que la población española y los medios magnifican los comentarios degradantes (como también lo hace este artículo, desgraciadamente) generalizando la sensación de que vivimos en un estercolero. Y no, vivimos en una sociedad que puede y debe mejorar pero que en el día a día ve coincidir y convivir a personas de diferentes identidades. Pacíficamente. Incluso aprendiendo unas de otros y otros de unas.

La ideología también es líquida hoy, querido Bauman. Y la identidad, la colectiva y la individual. Todo es líquido. No hay asideros. Todo agua que se escapa entre las manos.