Opinión | El trasluz

Lleno de vida

Crías de tortuga marina.

Crías de tortuga marina. / EFE

A mi lado, en la sala de espera del veterinario, había un señor mayor, sin afeitar, con una tortuga cuyo caparazón acariciaba con la ternura con la que acariciaba yo el lomo de mi gato. La llamaba Julita, lo que me hizo recordar a una hermana de mi madre, ya difunta, que tenía ese nombre. Julita (la tortuga) escondía su cabeza dentro del caparazón, por lo que no era posible verle la cara. Pero yo no podía dejar de imaginar que la sacaba de repente y que era idéntica a la de mi tía. La idea me produjo una breve risa nerviosa que interrumpió el ensimismamiento de mi vecino.

-¿Le pasa a usted algo? -preguntó.

-No, no, es que he escuchado que su tortuga se llama igual que una hermana de mi madre que era muy hermética. Decíamos que vivía encerrada en sí misma. Casualidades.

-¿Y su gato cómo se llama?

-Misu.

-Un nombre de gato. Hay muchos nombres para gato, no así para las tortugas, por eso le hemos puesto un nombre de persona.

En esto, me tocó el turno y entré en la consulta. Como tengo mucha confianza con el veterinario, le comenté lo de Julita (la tortuga).

-Ah, sí -dijo-, el dueño es un cliente muy antiguo, del barrio. En realidad, el caparazón de la tortuga está vacío. No tiene ninguna Julita dentro. Pero su familia me ha pedido que lo atienda como si fuera un animal vivo porque el hombre está un poco así.

Dijo esto mientras manipulaba el cuerpo de mi gato, que se dejaba hacer, sin advertir la impresión que me producían sus palabras. Y es que Julita (mi tía) también estaba vacía por dentro. No había, en fin, ninguna Julita dentro de Julita. Nunca supe qué enfermedad sufría. Ni siquiera se me ocurrió preguntarlo, pues estaba implícitamente prohibido hacerlo. Íbamos a verla porque vivía con su madre (mi abuela), pero no nos relacionábamos con ella, que solía permanecer sentada frente a la mesa camilla del salón, ante un periódico cuyas páginas no pasaba. Era una persona, digamos, sin persona.

Ya en casa, observé al gato (Misu) persiguiendo a una mariposa polilla y me dio mucha tranquilidad darme cuenta de que estaba lleno de algo. Quizá lleno de vida.