Opinión

La España 'guay'

La España "guay", duró lo que duró la Eurocopa.

400 años de historia colonial y 40 años de una criminal dictadura fascista, no se pueden borrar de un plumazo porque dos jóvenes de origen africano, hayan metido una pelotita dentro de la portería rival y otros dos jóvenes, de origen francés, hayan evitado que la pelotita entre en la tuya.

Es improcedente, a la par que ridículo, intentar descargar sobre las espaldas de estos jóvenes, el tufo racista que embriaga el ambiente. Y no menos ridículo fue suponer que porque la selección femenina, haya ganado un mundial, ya se acabó el machismo, como lo demuestran los asesinatos diarios y los miles de denuncias por maltrato y acoso que se siguen presentando.

Aunque la realidad diversa del Estado Español es innegable (multitud de religiones junto a un creciente número de personas “sin religión”, multitud de razas, de procedencias, de lenguas), hay gente empeñada en negar esa realidad, con el prehistórico argumento de un país "blanco, cristiano y de lengua única”, la castellana, por supuesto.

Gente que piensa que los únicos migrantes aceptables son aquellos que saltan a la fama, casi exclusivamente en lo que se refiere a deportes. Gente que si vota a ciertos partidos, se supone que piensa que la mayoría de inmigrantes son “violadores, atracadores, nos perseguirán a machetazos o que vienen a vivir del cuento”, (VOX dixit).

Este razonamiento, carente de cualquier empatía o rastro de humanidad, se basa en que sólo debemos aceptar aquellos inmigrantes que nos puedan ser útiles, bien sea cuidando mayores, limpiando casas, recogiendo cosechas o metiendo goles. Importa poco cómo llegaron a convertirse en migrantes, su situación, su sufrimiento, su desgarro por dejar atrás familia, el desarraigo por abandonar sus países debido a guerras, hambrunas o el cambio climático provocado, en su mayoría, por los países receptores.

Ante problemas como inseguridad, delincuencia, salarios insuficientes, paro, despilfarro de dinero público…, lo más socorrido es culpar a los migrantes, aunque no haya datos objetivos y contrastables que puedan confirmar esas afirmaciones.

De nada sirve aportar datos de personas solventes, como el director general de Economía y Estadística del Banco de España, quien ha asegurado que en los próximos 30 años harán falta 24 millones de trabajadores migrantes para mantener la relación entre trabajadores y pensionistas y así, poder sostener el actual sistema de pensiones.

De nada sirve constatar, que el Régimen de Libre Circulación de la Unión Europea, suponen el 60 por 100 de los casos, mientras que sólo el 40 por 100 restantes, se rige por el Régimen General de Extranjería.

De nada sirve explicar, que migración y delincuencia no guardan ninguna relación, como demostró el Instituto Nacional de Estadística, que con un incremento exponencial de la población inmigrante, llegando al 10% de la población, constató una ligera disminución de la delincuencia.

Algunos, con más buena voluntad que acierto, dicen que aquí, no caben todos. No caben los 56.852 migrantes ilegales que llegaron en 2023, pero si caben los 85,1 millones de turistas llegados ese mismo año (90 millones previstos para 2024). Esa afirmación, es producto de una latente aporofobia (rechazo, aversión, temor y desprecio hacia el pobre, hacia el desamparado).

La solución llegará por mecanismos que contemplen el dejar de esquilmar territorios y poblaciones, de un comercio justo entre países. Que contemplen cesar el fomento de conflictos tribales, abandonar sobornos a gobernantes para que hagan la vista gorda ante empresas multinacionales. Mecanismos para desmantelar redes criminales que trafican con personas, que insistan y faciliten a quienes desean migrar, vías legales, seguras y dignas. Mecanismos de cooperación que mediante educación y proyectos, faciliten que migrar sea una elección y no una necesidad.

Continuar e insistir en acciones de contención, maltrato, negación del derecho de asilo, expulsiones arbitrarias en las fronteras y ahogamientos en el mar, no es la solución porque, aparte de lo criminal, irracional e injusto, nada de eso, detendrá el flujo migratorio.

Antes que exigir tanta responsabilidad a unos deportistas, sean chavales o chavalas, deberíamos recapacitar y ser conscientes que queda mucho trabajo por hacer, mucha lucha por delante para conseguir una sociedad libre de estas lacras que embrutecen el ambiente, trastornan la convivencia y degradan la dignidad humana.