Opinión | TRIBUNA

Marcela Miró

La política es diálogo para aproximar posiciones confrontadas. Es consenso para aprobar medidas que mejoren nuestra sociedad.

Marcela Miró

Marcela Miró / LEVANTE-EMV

Hablar de Marcela no es difícil, aunque a mí me cueste escribir estas palabras en este momento tan duro. Todas y todos los que hemos tenido la suerte de conocerla creo que coincidimos: persona inteligente, comprometida, trabajadora, íntegra, leal, rigurosa, sensata y, sobre todo, buena.

Hablar de la huella que Marcela ha dejado en su entorno es hacer patente lo obvio. Quien la conoce, la quiere. Sin más. Pero no puedo resistirme a expresar aquí la emoción que he sentido estos últimos días al ver el inmenso amor con el que sus hijos y su marido le han acompañado. Solo puedo decir que, dentro del dolor de la enfermedad, me ha reconfortado sentir tanto amor y pensar que en estos tiempos que corren la bondad sigue siendo un valor en alza.

Pero no solo deseo hablar de Marcela como persona. Cualquier glosa que haga de ella es reiterativa. Lo que me viene rondando en estas últimas semanas es su faceta política. Con ella empecé, hace ya casi 30 años. Mis primeros pasos en este complicado oficio. Fueron años de ilusión, de compromiso, de mucho trabajo, de mucho aprendizaje, de equipo … y Marcela nos nutrió de su talante: firme pero dialogante, rigurosa y exhaustiva, trabajadora incansable, comprometida, leal al proyecto y leal a las personas, el respeto como premisa, la humanidad por encima del interés…. Y esta forma de encarar el trabajo y la responsabilidad la ha mantenido durante toda su vida, allá donde haya estado, hasta en los últimos momentos.

Durante estos dos últimos meses, en los que entendimos que Marcela se iba, no he dejado de dar vueltas a una idea: ¿puede recuperar la política ese talante que se ha perdido? Marcela entendía la política como una buena gestión de los intereses de las personas. En su cabeza de ingeniera ordenada en procesos, y en su alma buena, no cabía otra cosa. Este binomio aparentemente tan obvio, -política y gestión- , se ha ido diluyendo con los años, y asistimos a demasiados momentos en los que lo que predomina en la política son otros conceptos, muchas veces tan alejados del interés general: la confrontación, el ataque, el insulto, la judicialización como arma, la frase más ingeniosa reflejada en un tuit, la preminencia de los intereses partidistas -cuando no particulares- por encima de los generales, lo superfluo frente al rigor, lo inmediato frente a lo sensato y la solidez del largo plazo.

La política es diálogo para aproximar posiciones confrontadas. Es consenso para aprobar medidas que mejoren nuestra sociedad. Es firmeza en la defensa de las ideas, pero con el respeto como premisa. Es gestión bien hecha y después, comunicación. Es ambición sin avaricia.

Esta forma de ser y estar en política, aunque parezca utópica, existió algún día. Marcela lo encarna, y le hubiera gustado que este fuera su legado. Por eso lo reivindico. Que se hagan visibles los políticos buenos, frente a los buenos políticos.