Opinión | Voces

La oportunidad de los extremos

Una vez finalizado el periplo electoral europeo, las elecciones autonómicas en España y Francia e Inglaterra con sus horizontes políticos definidos podemos hacer ya alguna lectura de lo que vamos a vivir en los próximos meses y años a la espera de lo que pase en noviembre en EE.UU. El avispero político al que asistimos es de primer orden. Y la clave está en las generaciones jóvenes. Nos rasgamos las vestiduras ante el auge de los extremos, de la derecha y de la izquierda, por igual, puesto que ambos comparten una misma directriz y es identificarse con colectivos y causas que se cimentan desde la dialéctica del nosotros y los otros. Resulta repugnante que la extrema derecha eche mano de los discursos que unen inseguridad y criminalidad con niños inmigrantes no acompañados y que lo hagan desde una cultura y tradición cristiana que se ha identificado y se identifica con los pobres, con los inmigrantes de forma especial, con los sin techo y los refugiados. Claro que hay que asumir que tenemos encima de la mesa, no un problema, sino un tema de Estado con la inmigración y se tiene que abordar y debatir como una de nuestras principales prioridades en el debate deliberativo y público. Lo que no es aceptable es que se alimente la ficción de que necesitamos a un Bukele y que España es América Latina.

Respecto a la extrema izquierda, tan blanqueada por unos y otros, podríamos adentrarnos en una de las figuras europeas más importantes y emergentes del momento, aunque todavía una desconocida para la ciudadanía. Se trata de Sara Wagenknecht, líder de un partido de izquierdas alemán, Por la razón y la justicia, que obtuvo el 7% de votos en las elecciones europeas. Nació en enero impulsado por el libro que ella escribió con el título Los engreídos. Mi contraprograma en favor de la cohesión social. Su tesis va dirigida a la lógica misma de la ultra izquierda actual, ya que ha adoptado medidas alejadas de las clases trabajadoras, centrándose en luchas identitarias, igual que la extrema derecha, qué casualidad, que fragmentan a la población en lugar de cohesionarla hacia reivindicaciones sociales universales. Ahora bien, critiquémoslo desde una posición ilustrada y filosófica, todo lo que queramos. Pero el auge de los extremos tiene que significar una oportunidad para repensar la política y sus prioridades. Si están ahí es por algo. Sigamos con los espectáculos del Supremo y del Constitucional en torno a la amnistía, la malversación y los ERE catapultando la impunidad eterna de los políticos de turno y los extremos nos irán comiendo la tostada.

El CIS de abril revelaba que los menores de 35 años son los españoles que menos creen que la democracia sea mejor que cualquier otra forma de gobierno. Un 12% de los jóvenes afirma que en algunas circunstancias un gobierno autoritario sería preferible a uno democrático. Esto va a ir en aumento porque cada vez más la juventud, y el resto de la ciudadanía, se asoma con estupor al espectáculo denigrante de la clase política. Acojamos esta situación como una oportunidad desde el compromiso y la responsabilidad. Ya decía Einstein que «el mundo no será destruido por los que hacen daño, sino por los que ven y no hacen nada». Suene como advertencia. n