Opinión

14 Juillet: la épica y los monstruos

Nueva colaboración. Ximo Puig, presidente de la Generalitat (2015-2023) y actual embajador de España en la OCDE inicia con este artículo una colaboración periódica con Prensa Ibérica en los diarios Levante-EMV, Información y Mediterráneo.

Francia es la Historia. La patria del republicanismo necesita, cada cierto tiempo, sumergirse en la épica para reencontrarse y conllevar sus contradicciones. Han sido 28 días de Tour acelerado hacia no se sabe bien dónde; en cualquier caso, hacia el principio de una etapa nueva. Hoy es 14 de Julio, día de la épica revolucionaria. También es el título de un trepidante libro del admirado Éric Vuillard. Vuelvo a sus páginas. «En los suburbios de París, la gente comenzó a murmurar. Por las noches se reunían en las tabernas, gritaban, renegaban, se tomaban su copita preguntándose si en adelante podrían llegar a fin de mes. Todo el mundo estaba agitado, inquieto». Así ha vibrado París este verano. El verano de las cinco estaciones.

1. «Clarification». La respuesta inmediata de Macron –cuando aún se recontaban las papeletas– al resultado de las elecciones europeas que coronaron a la extrema derecha gala pretendía la aclaración. Así justificó el presidente de la República una decisión controvertida. El adelanto electoral, paradójicamente, solo lo compartían sus adversarios: los ganadores de las europeas. Había otras soluciones, sin duda, para haber reactivado la segunda parte del mandato quinquenal, apremiado por un aggiornamento y rectificaciones de fondo. De ello se escribió hasta el hastío tras el shock del 9 de junio. Pero el presidente pulsó el botón rojo. Y eso lo determinó todo.

La convocatoria exprés condicionó las urgencias de todos los actores. En menos de una semana hubo que concretar coaliciones, programas y candidaturas con un telón de fondo noir: las expectativas de la extrema derecha ya constatadas en las urnas. Un match ball digno de Roland Garros.

La bola de nieve fue rodando en cascada. Ante una situación excepcional, acciones excepcionales. Acuerdo en un día para proponer el Nuevo Frente Popular. Implosión de Los Republicanos, divididos en su aproximación a la extrema derecha. Y desconcierto en la mayoría presidencial.

Es de ahí de donde venimos: de la urgencia –o del oportunismo– por clarificar.

2. «Banalisation». Francia es la Historia. Y desde la Segunda Guerra Mundial hay un elefante en la habitación de la Historia francesa: la extrema derecha. Es un Guadiana que aparece, desaparece y reaparece. Hay un detonante de dos caras que lo reactiva y le da alas: el malestar social y el desarme moral.

Dijo en algún momento Laurent Fabius, primer ministro con Mitterrand, que el entonces Frente Nacional apuntaba certeramente problemas pero proponía soluciones catastróficas para la cohesión de la sociedad. Las fracturas sociales, que han aumentado incesantemente la desigualdad en las últimas décadas –muy especialmente tras la crisis financiera y su salida neoliberal–, han abonado la desafección política y la emergencia de los renacidos populismos. Hay que ser tan consciente de su peligro como de la urgencia de atender las raíces que lo alimentan.

Es evidente: los votantes de la extrema derecha francesa no son todos petainistas, ni homófobos, ni machistas, ni racistas, ni negacionistas; pero, ciertamente, los petainistas, los homófobos, los machistas, los racistas y los negacionistas se sienten cómodos con quienes representan esa concepción –pura entelequia de bandera y cerrazón– de lo que llaman la Francia de los franceses. La seguridad, la inmigración, la identidad. Una y trina. Digerible. Simple. Letal.

Es la vieja historia del malestar.

Es, también, la vieja historia de banalizar el mal.

3. «Barrage». Barrera a los ultras. Obstáculo al fanatismo populista. Esa fue la intención de las candidaturas que desistieron de competir en segunda vuelta para impedir la victoria del lepenismo: un dessestiment a la altura de los valores republicanos. Barrage: esa también ha sido la respuesta del pueblo francés. Pero ha habido algo más.

Las urnas han mostrado un rechazo a la extrema derecha.

También han evidenciado un rechazo a un macronismo que han denominado napoleónico y a unos modos presidencialistas que deberán cambiar.

Y que nadie se engañe, porque no vale el trilerismo en ninguna latitud del espectro político: también le han dicho al Nuevo Frente Popular que deberá consensuar. Por eso es inaudito oír a Mélenchon decir que su programa de izquierdas deberá ser aplicado en su integridad. Esa es justo la actitud que los electores han castigado en Macron.

Es otra lección: cuidado con la arrogancia.

Cuidado con querer unir sembrando la división.

4. «Soulagement». Es la palabra más oída en comentaristas, la más leída en columnistas, la más escuchada en los pasillos diplomáticos. La palabra que oyes en la calle o en el rellano si hay confianza o complicidad. Soulagement. Alivio. Alivio por no ver a la ultraderecha en Matignon. Alivio por no ver zarandeada una democracia europea. Pero, ¿y qué más?

Ahora se abre una etapa nueva en Francia con ondas concéntricas que nos alcanzarán a todos. Solo hay que fijarse en el debate que España vive acerca del reparto ético de menores inmigrantes, con todo su cinismo en algunos que esta noche arroparán al gran Lamine Yamal.

5. «Confusion». El presidente quería clarificar. En cambio, lo que ha engendrado es una enorme confusión. Ahora Macron sueña con aprovechar, lampedusianamente, el escenario: que todo cambie para que nada cambie. Los Republicanos sueñan con que los perdedores terminen ganando. Y el Nuevo Frente Popular, el más legítimo para formar gobierno, sueña con que sean sus ideas, y solo las suyas, las que gobiernen Francia.

Sin embargo, hay un aspecto cristalino entre tanta confusión. El hiperpresidencialismo y las mayorías absolutas han dejado paso a un nuevo escenario que Francia tendrá que aprender a explorar. La ciudadanía francesa ha dicho sí al parlamentarismo. A los consensos entre distintos: esa es la salida a la perplejidad reinante. Es un resultado a la italiana sin italianos: una ecuación que en España hemos sabido resolver. No es el Imperio; es la Asamblea. La que nació a partir de un 14 de julio.

Francia es la Historia. Francia es Europa. Y tal vez sea bueno repasar otras páginas de Éric Vuillard. Las de El orden del día, que muestran cómo el mercadeo de intereses generan monstruos letales para las democracias. En 1933 y en 2024. Vuelvo a sus páginas. «Las sombras penetraron en el gran vestíbulo del palacio del presidente del Parlamento; pero muy pronto no habrá ya Parlamento, no habrá ya presidente y, dentro de unos años, no habrá ni siquiera Parlamento, tan sólo un amasijo de escombros humeantes».

El alivio es no estar en ese contexto.

El alivio es la serena épica democrática. La obligación –aquí y allí– es atender, con soluciones reales y rearme moral, las raíces del descontento. Así alejaremos los monstruos. n