Opinión | voces

Dormir tranquilos en verano

Da pavor pensar qué puede hacer o seguir haciendo el gobierno sionista de Israel cuando los focos del interés mediático internacional no se encaren a Oriente Medio.

Los días se alargan, las horas se ralentizan. La luz, el bochorno, el agua fría que es más que agua. Dicen que la primavera la sangre altera y podríamos añadir que el verano el mundo calma. Y, por supuesto, apacigua el enfrentamiento parlamentario e interrumpe las reivindicaciones sociales. El común de los vecinos se relaja y los partidos políticos aprovechan para ‘colar’ medidas conflictivas o apostar por pactos que el resto del año parecen imposibles. La nocturnidad es posible por el día en verano porque el mundo duerme despierto. Los medios de comunicación tiran de ‘nevera’ y los becarios se hacen un hueco y empiezan a llenar sus archivos (y, algunos, sus egos). Estados Unidos abandonó Afganistán en las fiestas estivales. Mayo del 68 rebajó sus latidos con la llegada del sol veraniego, como también el 15M, cuya acampada fue perdiendo fuerza por la represión policial (política) pero también por la necesidad de descanso vacacional de sus participantes. 

Da pavor pensar qué puede hacer o seguir haciendo el gobierno sionista de Israel cuando los focos del interés mediático internacional no se encaren a Oriente Medio, cuando el vecino encienda la tele únicamente para ver el Gran Prix y los políticos estén de asueto, rebajándose, como por arte de magia, la supuesta necesaria confrontación. Israel seguirá matando a civiles inocentes. A niños, a niñas. Lleva miles. La aritmética electoral obliga a su presidente a vivir en la senda del infierno. Si no sigue matando pierde el apoyo de los más radicales. Y siguen ordenando más y más drama. Lo han hecho a pesar de la presión internacional e incluso de los tribunales. No les importa nada, parecen contar con un cheque en blanco. Imagínense que harán ahora, con el sol de verano como cómplice. Nada ha sido más encubridor de las matanzas en el mundo que la desidia, la pereza y el desinterés de las potencias internacionales y de sus ciudadanías. Porque no se engañen, por lejos que caigan las bombas, tenemos una responsabilidad y a menudo la eludimos. Quizá no somos culpables pero somos responsables porque nuestros gobiernos (en España pero también en Francia, Inglaterra, EE UU, China o Rusia) tienen la llave de la paz. No deberíamos poder dormir tranquilos este verano.