Opinión | A la contra

Terapia de conversión sexual

Dolor hay mucho en cada aula. Muchos chicos sufren violencia homófoba. Las chicas siempre se llevan la peor parte.

Terapia de conversión sexual

Terapia de conversión sexual / Agustín Zaragozá Granell

La Conselleria d’Educació ha denunciado en Fiscalía al docente investigado por terapias de conversión sexual practicadas en un colegio de Alaquàs, al menos, durante treinta años. Toda la información relevante se publica en Levante-EMV firmada por Gonzalo Sánchez. Aportaré algunas cuestiones ideológicas.

1. La Coeducación garantiza educar en igualdad. Como recuerda la maestra y amiga Elena Simón, autora de La igualdad también se aprende (Narcea), es «un sistema de intervención intencionado que, partiendo de sexos diferentes y géneros desiguales, pretende la construcción de un mundo común y no enfrentado». Quiere decirse que esa educación en igualdad entre chicos y chicas nunca será casual ni espontánea, pues, para espontaneidad, la del Patriarcado. El laboratorio del aula permite materializar y predicar las diversas orientaciones sexuales, pues, en el amar y en el querer, ambos sexos pueden relacionarse libremente. Un centro educativo que huye de esta cuestión indica que el suyo es un espacio homófobo. Cabe denunciar desde las instituciones cualquier colegio o instituto de Secundaria dado a silenciar o ningunear acciones coeducativas. No deja de ser curioso que se pregone el constructo de la «identidad de género» mientras todos los centros educativos promueven la homofobia por acción u omisión.

2. Que el profesorado «ignore» o desconozca este tipo de prácticas de terapia de conversión sexual tan dañinas para alumnado vulnerable –todas y todos lo son por su edad– demuestra la falta de herramientas coeducativas para detectar discursos de odio, misóginos, machistas u homófobos. Eso, o peor todavía, que lo sabían y se conoce pero se le resta importancia. Ahora resulta que, en un tiempo en que nos persiguen a quienes impartimos talleres feministas, por educar en igualdad a chicas y chicos, nadie conocía que un docente realizaba terapia de conversión. Tanto desconocimiento me resulta sospechoso. Más todavía cuando sufrimos una etapa intervencionista de las aulas en la que se inspecciona cada gesto, cada palabra y cada contenido. ¿Y nadie conocía los partidos de fútbol para «recuperar» (sic) la masculinidad de los homosexuales? ¿Marca goles el futbolista o el «espíritu hetero»?

3. Si la escuela genera sufrimiento a la infancia o juventud, mejor cerrarla. Así pues, ninguna quedaría abierta. Dolor hay mucho en cada aula. Muchos chicos sufren violencia homófoba. Las chicas siempre se llevan la peor parte: violencia de género, sexual, ciberviolencia, misoginia, machismo, pornovenganza, cosificación y tantas otras expresiones violentas de opresión. Más un factor común: la falta de reparación, algo que, en la mayoría de escuelas, ignoran su significado e implicación. La víctima sale de la escuela o huyendo o destrozada emocional y psicológicamente. Este es el resultado de un sistema educativo burocratizado, enfermo y distraído en nimiedades.

Por eso considero urgente un Plan Coeducativo radical que proteja al alumnado, especialmente a ellas, del terrorismo ideológico de muchos docentes. En el silencio cómplice se crecen los discursos negacionistas, homófobos, misóginos y patriarcales. Una escuela en la que se aprenda la igualdad entre chicos y chicas, la libertad de amar sin juicios ajenos ni hostigamientos, pero, ante todo, una escuela en la que el profesorado sea ejemplarizante y no el canal de transmisión de la furia patriarcal que habita en tantas personas, especialmente los hombres. Nuestras criaturas se lo merecen. Nos va la vida. n