Opinión | Va de bo

De Berlín a Montserrat

Todas las atenciones mediáticas dirigen su mirada a la final de la Eurocopa de fútbol en Berlín. Ningún duelo como el de España contra Inglaterra permite tanta creación literaria. No hay en juego dominio de mares o continentes, de riquezas que arrancar a pueblos sometidos. En juego las lágrimas de alegría o de decepción. En el escenario, algo espiritual, inmaterial, como el amor a la madre, al pueblo donde has nacido, donde jugaste de niño, donde paseaste el primer amor, donde aprendiste a compartir costumbres y tradiciones. Los individuos necesitan asideros de identidad. Los pueblos, la poesía de la épica. Eso está en juego. Todo eso envuelve una final de la Eurocopa de naciones. España es un país tan singular, que canta un himno sin letra. No puede haber más neutralidad en una composición poética. Cualquier otra letra provocaría enconados debates. Adquiere la categoría de héroe nacional un hijo de Marruecos que juega en el Barça y cuyo padre grita donde le quieran oír un ¡Viva España! Fíjense si es grande todo este envoltorio que, bien pensado, no hay argumento más demoledor para derribar la xenofobia de los españolistas irredentos o de los separatistas contumaces, que vienen a ser lo mismo. Si el chavalín le mete el gol decisivo a Inglaterra se convertirá en un Blas de Lezo y en el triunfo definitivo del mestizaje, la seña de identidad del que fuera imperio español. Todo eso encierra la final del domingo.

Hay otra final que pasa sin hacer ruido, pero que provoca las mismas sensaciones emocionales entre los paisanos de los pueblos representados. De Berlín a Montserrat no hay tanta distancia. En pequeñísima escala, pero con la misma intensidad, Montserrat y Quart de les Valls se juegan el honor de ganar el torneo más importante de clubes de pilota valenciana en la modalidad de Galotxa. Se juega este sábado en Montserrat, menos mal. Si se hubiera programado para domingo, se hubiera aplazado por razones patrióticas.

Se trata del torneo que fue capaz hace medio siglo de resucitar los sentimientos de pertenencia en los pueblos que conservaban este deporte, muy poquitos, hasta el punto de provocar que otros lucharan por recuperarlos. Bastó que se avivaran los corazones locales en los periódicos para que el torneo creciera de manera espectacular. La partida final del torneo que más clubes congrega y que tiene la fuerza moral de ser pionero no será televisada por la televisión pública valenciana. Para la pilota, la final del Trofeo El Corte Inglés, es como la Eurocopa de pueblos. Pero eso lo entienden quienes entienden de sentimientos. Hablan de audiencias como argumento para ocultar la insensibilidad y el menosprecio hacia aquello que desconocen. Hablan de audiencias sin caer en la cuenta de que ese camino , el de las rentabilidades, cuestionaría la razón de la propia televisión.