Opinión | voces

El apartamento

Mi ciudad es un apartamento, un pisito mono suecamente amueblado con la decidida intención de dar el pego, de que parezca un hogar lo que no lo es. Mi ciudad es un escenario de cartón piedra, de melamina, con wifi, televisor de 32 pulgadas, mando a distancia, aire acondicionado y balconcito a la calle, muy céntrico.

En mi ciudad ya no viven mis paisanos. El apartamento lo ocupan sucesivos grupos de gente que en realidad es la misma, calzón corto, mochila al hombro y móvil en la mano buscando la cajita empotrada en la pared o sujeta a una reja donde quienes comercializan el apartamento le han dejado las llaves.

Ahora se habla de turismofobia. Los responsables políticos y empresariales se han asustado al ver a la gente ir a manifestaciones para pedir que les devuelvan su ciudad. Nos alertan, muy preocupados, de que no podemos dar esa imagen, que al fin y al cabo vivimos del turismo. Pero no se quieren dar cuenta de que ese tipo de turismo no nos deja vivir.

En este sur que habito y que me habita (y supongo que en otras partes igual) queríamos mucho al turista. Es cierto que a veces le tomábamos el pelo, le llamábamos «guiri» e incluso a veces le cobrábamos un poco de más porque no se daba cuenta o no le importaba, o las dos cosas. Pero si por la calle alguno nos preguntaba cómo llegar a algún lugar concreto se lo indicábamos tratando de hablar su idioma a gritos (todo el mundo sabe que así se entiende mejor, es un hecho incontestable) y, si no terminábamos de aclararnos, le acompañábamos con una sonrisa y un aluvión de gestos indicativos. Así eran las cosas, es cierto, queríamos mucho al turista… hasta que nos quitó nuestra casa. Hasta que suplantó a nuestro vecino. Hasta que entre todos nos robaron las calles y las transformaron en un parque temático idéntico a otras calles de otras ciudades transformadas también en parques temáticos (de estas cosas no dicen nunca nada los de la ultraderecha, esa gente tan de orden que asegura que un inmigrante nos va a robar el trabajo, pero no dice nada cuando para alojar a un turista y que deje cuatro perras comprando mortadela y latas de atún en el supermercado de la esquina nos quitan la casa, la calle, la ciudad).

Es cierto, queríamos mucho al turista cuando se quedaba en los hoteles, que es donde deben estar, es su sitio natural. El apartamento turístico es incompatible con la vivienda, la encarece, la degrada, la descontextualiza. Las casas son para que en ellas viva la gente, es terrible tener que decir estas cosas tan obvias. Para hacer turismo ya se habían inventado los hoteles, las fondas, las posadas. Cada cosa en su sitio o, como hubiera dicho mi madre, cada uno en su casa y dios en la de todos.