Opinión | voces

Una vida troceada

Tengo una idea. Puede ser buena, pienso. Es original, me ratifico y me alegro. No la apunto. Camino mientras conduzco la bici de H. Un coche de acerca a excesiva velocidad, el pensamiento anterior desaparece y la ira por poner en peligro la vida de mi hijo se adueña de mí. Realmente pasa a mucha distancia y no hay incidente alguno, pero ser padre es imaginar catástrofes diarias. Para entonces, la vida entra en otra dimensión. Todo se dispersa. Las ideas, los problemas o los retos se amontonan. Coinciden nimios y relevantes, laborales y personales, propios y extraños. La atomización. Llegar a todo. Pensar en mil matices. El almuerzo y la ropa de recambio de H., el post de no sé que ayuntamiento, la factura demasiados meses sin cobrar, el entrenamiento de hoy y el cumpleaños por felicitar. Una vida troceada, enemiga de la continuidad y la disciplina medianamente intelectual. Horas después sigo sin recordar aquella maravillosa y original idea que me daba para un buen artículo. Quizá la reconstruya mi onírico subconsciente. Apago la luz.

Para cuando vuelvo a la vida consciente, aquella idea queda lejos, quizá ya sin remedio, pero el verdadero problema es que no tengo tiempo para pararme a pensar, para bucear en mi mente. En esta sociedad de turbocapitalismo quien para, muere. La pausa es enemiga del sistema y por lo tanto rápidamente caen sobre ti mil y una aseveraciones culpabilizadoras. La vida sigue acelerada y bastante tenemos con responder a los retos diarios.

Lo primero que me recibe en la nueva jornada es la indignación de una conocida, a la que acusan de introducir el virus de la Covid-19 en la casa de unos ancianos dependientes a los que cuida. A ella, a ella que se desvive por cuatro duros. Ella que trabaja fines de semana y festivos sin cobrar ni media hora extra porque los hijos de los ancianos no quieren pasarse por allí. Ella que tendrá vacaciones pero sin cobrarlas porque la despiden ese mes. Ella que sostiene a pulso al hombre cuando lo ducha, deslomándose por aprecio y profesionalidad. A ella la acusan y ella llora desconsolada porque le hacen sentir que si algo les pasa será por su culpa. Es complicado tener continuidad mental cuando tanto miserable se mete en tu vida o en la de tus conocidos. Que triste es olvidarte de tus padres y que despreciable es cargar contra aquella que, por cuatro duros, tapa tus vergüenzas. Así es imposible recordar aquella idea maravillosa que se fue tan fácil como llegó pero bueno el artículo ha salido adelante.