Opinión | Orgullo LGTBIQ

El camino de baldosas arcoíris

Hubiera sido más sencillo con información, con una voz tranquilizadora y un mensaje con el que saber que ser diferente a mis compañeros no era un problema

Imagen de archivo de una manifestación del Orgullo

Imagen de archivo de una manifestación del Orgullo / EFE

Fue hace dos semanas cuando cambié de entrevistador a entrevistado. Las preguntas me las lanzaron un grupo de niños y niñas de 5º de Primaria. El asunto central: mi experiencia como homosexual y persona LGTBIQ+. Llevaban unas semanas trabajando en el aula con su profesora -una de mis mejores amigas- un proyecto centrado en el mes del Orgullo y los derechos del colectivo. Habían hablado de las opciones de identidad de género y de orientación sexual existentes, de referentes en la vida real y la ficción, animación incluida. Habían reflexionado sobre nuestros derechos, nuestra lucha, nuestras dificultades -agresiones, estereotipos y amenazas, entre otras cuestiones- y muchos otros aspectos. Pero mi amiga quería que escucharan el testimonio directo y personal de alguien y que pudieran preguntar todas sus dudas o curiosidades. El proyecto educativo culminaba con la lectura de un manifiesto en cada aula y tenía prevista una marcha reivindicativa que, finalmente, no se produjo -¡censurados!- por el temor de la dirección a posibles quejas de los progenitores, que les acusaran de “crear homosexuales”. Entre las 17 familias del aula, no hubo ninguna.

Así que un lunes, a las nueve de la mañana, me colé virtualmente -el colegio es de Badía del Vallés en Barcelona- para enfrentarme a un cuestionario minucioso y, en ocasiones, complejo de responder. Menos mal que solo tienen entre 10 y 11 años porque su curiosidad fue mucho más intrépida de lo esperado. Quisieron saber cuándo y cómo supe de mi orientación sexual, si había sido agredido alguna vez, si tenía miedo a caminar por la calle o cuál fue la reacción de mis padres y amigos cuando compartí con ellos mi homosexualidad. En ocasiones, fue difícil tratar de responder a sus preguntas de forma sencilla para hacerme entender, aunque creo que lo conseguí.

El viaje hacia la aceptación

Al cerrar la conexión y despedirme, mi primer pensamiento fue lo bien que le hubiera venido a mi yo de 10 años haber podido hacer una entrevista similar en clase. Fue más o menos a esa edad cuando recuerdo recibir el primer “maricón” de mi vida, sin saber si lo era o no. Me juzgaron por mis gustos y mi expresión corporal y, sin yo saberlo, influyeron en mi vida y en el proceso de recorrer mi propio camino de baldosas arcoíris. Porque conocerse, reconocerse y entenderse es una aventura personal necesaria para cada uno de nosotros -como Dorothy en el mágico mundo de Oz- y, más dificultoso, para personas con identidad y orientación diferentes a la mayoritaria.

En mi caso, ese camino hubiera sido más sencillo con información, con una voz tranquilizadora y un mensaje con el que saber que ser diferente a mis compañeros no era un problema. Me costó años recorrerlo y poder vivir abierta y públicamente con mi yo real. Fue mi propio proceso y, tampoco reniego del mismo, pero hubiera preferido una aventura mucho más sencilla, no les mentiré. Es cierto que la situación actual está mucho más normalizada que hace 24 años, cuando yo cursaba 5º de Primaria, pero como sociedad nos quedan muchas baldosas por recorrer. A pesar de los mantras de la ultraderecha y el silencio cómplice de la derecha tradicional, el conocimiento es poder, es una arma defensiva y aporta tranquilidad. Lo desconocido se teme, se menosprecia y se ridiculiza. Entre la población adulta y, especialmente, entre los más pequeños. Y, por eso, hablar de ello, normalizarlo, hacerlo cotidiano es lo más recomendable.

¿Conversar sobre el Orgullo inundará el mundo de homosexuales o transexuales? Lo dudo. ¿Consumir capítulos de CSI o Mentes criminales, uno tras otro, incitará a los menores a ser asesinos en serie? Que resuenen las carcajadas. ¿Por qué entonces tanto recelo a que se aborde en el entorno escolar? Al final, los niños y niñas reciben centenares de estímulos negativos en todas direcciones, ¿por qué les privamos de un entorno que puede ayudar a ese pequeño, que se siente distinto, a entender que no le ocurre nada malo? Está en nuestra mano, en la de todos, hacer de nuestro mundo un lugar mejor. Suficientes problemas existen ya -dificultad de acceso a la vivienda, estabilidad laboral, enfermedades crónicas...- como para hacer de esta causa un tortuoso camino de baldosas arcoíris para recorrer solo y sin información.  

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