Opinión | Visiones y visitas

Inteligencia Creativa

Los que dedicamos parte de nuestro tiempo a observar la realidad —unas veces por genuino interés, otras porque necesitamos un «motivo» para escribir— acabamos desarrollando cierta clarividencia sociológica, cierto don de profecía oficiosa que surte a los tabloides —adjetivo en estúpido auge, porque mal podrían llamarse de otro modo los que no son circuloides ni trianguloides— de adivinaciones efectivas o efectistas, de corolarios que al ser expuestos en crudo, sin su correspondiente concatenación de causas, parecen, como los corolarios de Holmes, auténticas premoniciones, misteriosas presciencias, verdaderas e inexplicables anticipaciones. No son tales, por supuesto, ni es difícil que se presenten —colorido fogonazo de revelación— cuando se tiene algo de práctica. Una simple imagen, al contacto de una edad suficiente y un bagaje adecuado, puede hacer que brote la chispa. La imagen de los niños pequeños atrapados, encadenados, enajenados en su integridad física y psíquica por un teléfono móvil, por ejemplo; la estampa triste de los niños hipnotizados y lobotomizados, acelerados, aturdidos, amordazados y jibarizados por las pantallas genera enseguida la de un futuro distópico, desnivelado y peligroso. O la del cheque-regalo del gobierno para los que cumplen dieciocho años, junto al transporte quasigratuito para los culos de mal asiento comprendidos entre los dieciocho y los treinta, que origina en el cerebro el fotograma vívido, brillante, hiperreal de una euforia en el balcón de la sede socialista en los madriles.

Pues lo mismo sucede con el anuncio, para el año 2025, de una ebau más creativa, imaginativa, práctica y abierta. Una ebau que romperá, teóricamente, con esa inercia examinadora que premia, desde hace siglos, la capacidad memorística y la rigidez mental; que se fija en la eficacísima inteligencia roma, en la inteligencia de catorce y campanillas, ejecutante corriente, moliente y procedimental, muy cuadrada y nada cursiva; que prefiere la computadora humana incapaz de innovar y descubrir, el miembro de la bandada que nunca falla obteniendo la sardina diaria. Esa inercia calificadora que pasa por alto a la gaviota Juan Salvador, a la inteligencia flexible y ancha, elegante y abierta, curiosa y grácil, ingeniosa y pionera, extraordinaria y valiosísima; que no ve al individuo singular, curioso y autosuficiente, combinatorio y autodidacta, capaz de abrir nuevos caminos y enseñarlos a otros. Una promesa de nueva ebau que inmediatamente proyecta, sobre una humareda que sólo pueden ver los ojos avezados, y con una frecuencia que sólo hace vibrar los tímpanos duchos, el espectro de un fiasco, la inquietante figura de un brindis al sol. Porque no es fácil premiar la versatilidad, la verdadera capacidad, el brillo auténtico. Haría falta curar primero la esclerosis del sistema, el prejuicio calcificado, la mineralización que hizo exclamar a un profesor de Albert Einstein que jamás lograría nada el que luego fue premio Nobel. No hace falta una bola de cristal para saber que la nueva ebau no cambiará nada. Basta la práctica, el oficio, la costumbre. Los Bill Gates y Steve Jobs, los Cajales y los Barbacides, los Leonardos y los Galileos continuarán ignotos hasta que descuellen por sí mismos. La sensibilidad no cambiará en un año. Incluso puede que deba cambiar el sistema entero para que haya un cambio real en la ebau. No es fácil que la creatividad quede prendida en las destartaladas redes del sistema educativo. No es fácil que los examinadores queden prendados de la creatividad. El año próximo todavía no sabrán evaluarla, por mucho que finjan lo contrario. n