La mentira es un tropiezo. Es una reacción equivocada que no deja de ser común y muy humana. Un camino inadecuado que tomamos con intención o bien presa del miedo. Puede ser el resultado instintivo de una mala y rápida decisión, o ser una calculada conspiración que pretende hacer ver justo lo contrario. Sin embargo, el engaño es otra cosa. Es una sucesión de mentiras vertidas con la intención de confundir, que de tanto oír, hace dudar o ver la realidad de forma errónea.

El engaño puede ser personal o social. Un engaño personal, por ejemplo, es fingir sentimientos o emociones para que otra persona crea como verdad siendo mentira. Mentir en el amor, desgraciadamente, es habitual y corriente, es casi una característica humana; incluso es una actividad popular que algunas personas practican y les divierte mentir, que ven sus conquistas emocionales como trofeos de caza que coleccionar. El engaño personal es una mala costumbre que crea adicción a quien lo practica. Porque cuando más se practica, más engancha. Hay mentirosos que creen sus propias mentiras, que no distinguen lo qué es verdad y no. Son yonkis de la mentira y no pueden pasar un día sin consumirla.

El engaño social todavía es más dañino porque afecta a toda la comunidad. Puede ser una tragedia; no sólo por su poder de destrucción, también por los efectos secundarios o colaterales que se padecen después de la explosión emocional inicial tras ser vertido. Puede suceder que se detecte tarde, cuando reconocerlo es imposible, ya que contradecir un engaño cuando se ha instalado en la sociedad requiere tener que convencer del engaño a quien lo sufre y admite engañado como verdad. Lo que en muchos casos es irreversible. Hay engaños sociales que se han producido a lo largo de la historia del ser humano y se han tomado co­mo verdad porque nunca se han detectado. Que hemos utilizado para construir sobre ellos verdades históricas, o eso creemos, sin sospechar siquiera la traición de la que hemos sido objeto.

La teoría del engaño existe allá donde la verdad no importa. Para quienes ven co­mo excusa veraz seguir mintiendo. Y esperan que sus razones (dogmas de fe) sean indiscutibles; bajo la sospecha de ser acusado, quien lo difunda o denuncie, como conspirador. O de terrorista con armas de destrucción masiva, que es peor. ¿Les suena?

* Investigador.