Opinión

El Museo de Sagunto y nuestros símbolos

Sagunto se convierte una vez más en una mujer vencida, herida, al borde de la desesperación

María Forner Palanca, miembro del Grup de Cronistes i Investigadors del Camp de Morvedre

María Forner Palanca, miembro del Grup de Cronistes i Investigadors del Camp de Morvedre / Daniel Tortajada - LEV

María Forner Palanca

El Museo de Sagunto lleva alrededor de un año sin director o directora, si no me equivoco. Desde hace mucho tiempo no se ha organizado ninguna actividad por su parte ni se ha editado ningún material nuevo. Solo recuerdo una visita guiada gratuita hace unos años con motivo del Día Internacional de los Museos.

Según el Consejo Internacional de Museos, un museo es una institución "al servicio de la sociedad, que investiga, colecciona, conserva, interpreta y exhibe el patrimonio material e inmaterial […] Con la participación de las comunidades, los museos operan y comunican ética y profesionalmente, ofreciendo experiencias variadas para la educación, el disfrute, la reflexión y el intercambio de conocimientos". Lejos queda aquello que decía la gran periodista y viajera Carmen de Burgos en su libro Mis viajes por Europa a principios del siglo XX. Afirmaba la pionera feminista que los museos le parecían algo inerte.

Yo no recuerdo el museo que había en Sagunto a los pies del Teatro Romano. Tenía 8 años cuando cayó parte de su techo y se clausuró. Tuvimos que esperar 17 años para volver a ver algunas de nuestras piezas. Entre ellas hay dos muy relevantes para los saguntinos porque van más allá de lo arqueológico: son símbolos que nos representan. El Toro ibérico, sin ir más lejos, es el logo del Centro Arqueológico. ¿Y cómo lo tienen expuesto en el museo? Pues está nada más entrar como si fuera un obstáculo en medio. No se muestra su relevancia de ninguna manera.

Pienso que merecería estar en una sala aparte con unas buenas cartelas, fotos de cuando lo encontraron, quizá un vídeo explicativo… Ubicarlo de manera que quede claro qué es y por qué está ahí. La otra pieza muy querida es la cabeza atribuida a Diana que sí que se encuentra en el piso superior cobrando cierto protagonismo. Para mí es como el rostro de una de esas actrices de los años treinta que te dejaban helado o como si fuera nuestra Dama de Elche. Los Ludi Saguntini han elegido esta imagen para su logo. Por cierto, me parece un auténtico orgullo que esta iniciativa de los Ludi se desarrolle en nuestra ciudad.

Hay otro símbolo que no nos quieren enseñar, no nos permiten el placer de disfrutarlo. Se trata del mosaico del Suplicio de Dirce. Por esas cosas de las metáforas, las administraciones nos someten a un suplicio también a nosotros. ¿Por qué? Hay iniciativas privadas para recuperar y exhibir esta obra de arte y no les dejan llevarlo a cabo. Nos niegan lo que es nuestro. No se trata de un objeto cualquiera, es un símbolo que, como decía, va más allá de lo puramente arqueológico. Es una cuestión de orgullo y de sentimientos.

Me sumo al lamento de las cupletistas de este país que lloran y patalean por amores desgraciados, por injusticias, por maltratos. Por suplicios. Sagunto se convierte una vez más en una mujer vencida, herida, al borde de la desesperación. Como la mujer de la escultura de Agustín Querol y Subirats que está en el Museo del Prado.