Sobre el transporte actual

Metrovalencia

Metrovalencia / LEVANTE-EMV

Fernando Saz

Los valencianos, a fuerza de «dar glorias a España», una de dos, o han pensado que estamos en la gloria y no nos hace falta nada o es que todavía debemos dar algunas más antes de recibir algo a cambio. Vengo a decir esto por una queja muy concreta que afecta a uno de los pilares de cualquier sociedad moderna: el transporte y la movilidad. En concreto la línea de cercanías de Valencia a Castellón, aunque es posible que afecte a todo el servicio de cercanías valenciano.

El maltrato que sufrimos los viajeros de este sistema de transporte es palmario: retrasos, anulaciones, averías, huelgas encubiertas, llegando al paroxismo cuando se suprimen dos trenes a la vez y todos los pasajeros deben agregarse a un tercero que ya va lleno y que impide la subida de nuevos usuarios en su trayecto. El problema no es nuevo pero, lejos de subsanarse, se van agregando más y más contratiempos: un falso AVE que utiliza la plataforma de cercanías impidiendo la velocidad de uno y retrasando a los otros; unidades obsoletas y escasas; mínima y envejecida plantilla para conducir trenes… Resumiendo, falta de inversión.

Se me dirá que ahora nadie paga billete. ¿Y? ¿Acaso lo pagan en el resto de España? ¿No sería mejor pagar un precio razonable y tener un buen servicio? No, no tengo la solución a todos los problemas, pero pagamos a unos señores, los políticos, para que las encuentren o al menos prioricen. ¿Dónde está el «maná» que desembarca de Europa para arreglar infraestructuras prioritarias? ¿Tal vez en el bolsillo de alguno? ¿En las arcas nunca bien saciadas de la hacienda catalana? Y todo esto con la machacona verborrea de la emergencia climática que pone cortapisas al transporte privado. ¿No es “verde” y sostenible el uso del tren? Pues poco se nota cuando, a pesar de sus agendas 2030, no invierten ni un céntimo en él.

Sé que mi carta no deja de ser una prédica en el desierto, pero con ella ejerzo el único derecho, el de la queja, que le queda a un ciudadano que ha dejado de serlo para convertirse en “ganado” transportado en vagones-jaula. ¡Viva el Tercer Mundo!.