Crónica desde la capital italiana

Lo de los taxis en Roma es un disparate

Encontrar un taxi en la capital de Italia se ha convertido en una lotería, por la oposición del gremio a que se emitan nuevas licencias y las tantas obras en curso en la urbe

Taxis entre el tráfico de Roma, esta semana.

Taxis entre el tráfico de Roma, esta semana. / IRENE SAVIO

Irene Savio

Uno de los rasgos más persistentes de Roma es su caos. No llega a niveles de Beirut u otras capitales sugestivamente desordenadas de nuestro mundo, pero cualquiera que haya pisado —incluso brevemente— la 'Ciudad Eterna' lo sabe de sobra. No es sitio para obsesionados del orden y la disciplina. Sobre el tema también se han redactado artículos —algunos, muy poco piadosos o escritos desde el desdén— e incluso el fenómeno ha quedado retratado en libros.

Últimamente, sin embargo, el barullo romano ha cobrado otra dimensión. Como suele acontecer, las causas son múltiples y, en parte, están conectadas; o mejor dicho, se alimentan entre ellas. La primera es que Roma ha decidido que quiere ponerse guapa. El próximo 24 de diciembre, en la capital de Italia, se inaugurará el Jubileo. Lo ha convocado el Papa y se esperan 30 millones de peregrinos a lo largo del año que viene. Por eso, la ciudad está ahora patas arriba. El sindicato de trabajadores CGIL ha hecho las cuentas: son alrededor de 6.400 las obras en curso en toda la urbe.

Asunto aparte es el peculiar problema de los taxis. Lo curioso es que no es un problema nuevo ni del que se habla por primera vez. Pero recientemente, encontrar un taxi en Roma —y hacerlo sin padecer penas sobrehumanas— se ha convertido en un verdadero infierno. Los foros de consumidores están llenos de historias terroríficas de usuarios que han esperado en vano la llegada de un vehículo que los llevara, en un tiempo razonable, hasta el sitio al que debían ir. Gente que, en algún caso, incluso ha perdido su tren o avión.

Un gremio beligerante

La situación ha ido escalando después de la pandemia y con la llegada masiva de turistas a la ciudad (casi 50 millones de presencias en 2023). Pero el problema radica en el escaso número de taxis habilitados a circular en la ciudad: son apenas unos 7.800, es decir, infinitamente menos que en ciudades como Londres (19.000) o París (18.500), según datos de 2020.

¿Por qué? Desde 2006, administraciones de diversos colores han gobernado en Roma, pero ninguna ha logrado convencer al gremio de aceptar un aumento de licencias. Lo mismo ocurre en estos días. Después de varios artículos periodísticos en los que se señalaba que la situación ya es insostenible y falta poco para el Jubileo, el alcalde de la ciudad, Roberto Gualtieri, ha anunciado que el Ayuntamiento romano se apresta a emitir unas 1.000 nuevas licencias, lo que ya ha suscitado el recelo de los taxistas.

El razonamiento del gremio, desde siempre muy beligerante, no es desconocido: a menos licencias, más valor tienen. El sector, además, sostiene que la culpa la tiene el Ayuntamiento, precisamente porque la ciudad está toda en obras y eso le complica la vida (el tiempo para ir de un sitio al otro) a los taxistas. Riccardo Cacchione, del sindicato USB en Roma, lo explicaba esta semana en un encuentro al que asistió esta periodista.

¿Autocrítica?

Cacchione también rechazaba que el sector esté politizado, aunque desde hace décadas la derecha defiende a los taxistas romanos y el gremio también es considerado un importante caladero de votos que han acabado en las filas de la derechista Giorgia Meloni, la hoy primera ministra de Italia. “¿Por qué deberíamos hacer autocrítica? La responsabilidad no es nuestra”, respondió al ser preguntado por la situación.

Enfrentarse a los taxistas a lo largo de los años no ha sido precisamente un paseo para los alcaldes que lo han intentado. Memorables son las imágenes de las huelgas de este gremio que, en más de una ocasión, se ha concentrado en la plaza Venecia de Roma, bloqueándola, y formando extraordinarios atascos en todo el centro de la ciudad. Lo que podría complicarse aún más si se considera que la actual administración de Roma está en manos del centroizquierda.

Pero esta es solo parte de la historia, ya que los taxistas romanos en los últimos años han protestado (casi) contra todos. Contra el Ayuntamiento romano (por supuesto), contra Uber (con alguna argumentación sólida), contra la Autoridad de Competencia (por haber señalado que en la ciudad hay pocas licencias y que el número de solicitudes no atendidas ha crecido hasta el 45%), e incluso contra el Gobierno de Meloni. En este último caso, una de las últimas veces lo hicieron el pasado 21 de mayo, al denunciar medidas que, según ellos, favorecerían a los llamados NCC, coches de alquiler con conductor, usados sobre todo por las grandes empresas. 

Cuentas sospechosas

Por eso también algunos creen que el aumento de las licencias en Roma todavía no es seguro. Pero aún así es tal vez por primera vez el núcleo duro de los taxistas romanos (es también verdad que se nota un ligero recambio generacional) el que parece estar perdiendo la batalla de la opinión pública

Tanto es así que recientemente incluso se ha puesto la lupa sobre las cuentas del gremio en Roma. Y lo que se ha descubierto parece, como mínimo, sospechoso: en 2022, el promedio de ingresos declarados fue de 12.729 euros al año, es decir, 1.060 euros brutos al mes, un poco más de lo que se prevé en un contrato a tiempo parcial.

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