EL CAMPO

Frutas y verduras diseñadas para el cambio climático

El centro de investigación y experiencias de Cajamar de Paiporta estudia más de 300 variedades de frutas y hortalizas con vistas a conseguir productos más competitivos y rentables

Sandía, calabazas y otras frutas yverduras en el centro de investigación y experiencias de Cajamar

Sandía, calabazas y otras frutas yverduras en el centro de investigación y experiencias de Cajamar / Levante-EMV

José Luis Zaragozá

José Luis Zaragozá

Tomates resistentes a temperaturas superiores a 33º centígrados, caquis y granados tolerantes al estrés hídrico, lechugas sin tierra, cultivos hidropónicos, melones resistentes a la sequía... El ámbito de la investigación agraria avanza a marchas forzadas en busca de alimentos de calidad, sostenibles y rentables para el sector primario porque el mundo se calienta cada vez más rápidos y los recursos naturales hay que aprovecharlos bien. Y en ese mercado de la investigación, innovación y desarrollo avanzan los proyectos del centro de experiencias Cajamar, con sede en Paiporta y dirigido por Carlos Baixauli, que avanza en la obtención de 300 variedades de frutas y hortalizas para conseguir productos más competitivos y rentables y en cuyos proyectos destaca el incremento en las colaboraciones con otros centros tecnológicos, de investigación y empresas privadas del sector agroalimentario. 

En la presentación de las líneas de trabajo han intervenido el director de Sostenibilidad del Grupo Cooperativo Cajamar, Roberto García Torrente; el director de Fundación Grupo Cajamar, Manuel Lainez; y el citado director del Centro de Experiencias, Carlos Baixauli. Gran parte de los logros obtenidos en este centro pionero de España pertenecen a proyectos piloto vinculados a Cajamar Innova, la incubadora y aceleradora de empresas de alta tecnología del agua.

Entre ellas se encuentra un sistema de sensorización a nivel de raíz en el funcionamiento de las plantas, para conseguir ajustar las necesidades de riego y conseguir ser lo más eficientes posibles manteniendo la máxima productividad, consumiendo el mínimo de agua y evitando excesos que lavan los nutrientes y pierden abono. 

Las máquinas deciden

Con ese tipo de sensorización y las plataformas de las empresas con las que se está colaborando, el agricultor tiene información más sencilla de lo que se tiene que hacer, e incluso se generan riegos automáticos. Según Roberto García, «esto permite dar un paso más, puesto que ya no decide el hombre, sino que es la máquina quien decide cuando regar». En el centro de Cajamar en Paiporta incluso se montan experiencias en las que comparan el hombre con respecto a la máquina a la hora de tomar decisiones sobre el riego. Las conclusiones son buenas a favor de la tecnología.

Lechugas cultivas en método hidropónico, sin tierra.

Lechugas cultivas en método hidropónico, sin tierra. / Levante-EMV

Las empresas que trabajan en este programa de sensorización procedentes de Cajamar Innova son Brioagro e Ikos. Ambos proyectos están en una fase muy avanzada, y ya se están comercializando sus productos. «Son dos casos de éxito, son dos empresas de aceleración más que de incubación», explica a pie de campo Carlos Baixauli.

Otra firma con la que se colabora es Bihox, con un proyecto que inyecta oxígeno por aporte de microburbujas en la solución nutritiva, en el agua, y que incorpora una tecnología basada en la fotocatálisis.

Cultivos verticales

Además, se ha introducido en un sistema vertical de cultivo hidropónico al aire libre, que se muestra con un cultivo de lechugas. Con el verano en ese sistema el agua se calienta, y por encima de 30º C en veranos calurosos el oxigeno se diluye peor.

El oxígeno, cuentan sus investigadores, es un elemento esencial para los cultivos, y al calentarse mucho el agua las plantas pueden llegar a morir por falta de oxígeno. Se están haciendo pruebas para ver qué tal funciona Bihox en estos sistemas de cultivo hidropónico en los que la temperatura del agua llega a ser limitante. Baixauli aclara que este producto ya se está comercializando, « si bien aquí lo estamos probando en cultivo sin suelo y con agua solo, en un sistema hidropónico». 

Otras colaboraciones se realizan con Phillips para la iluminación artificial de zonas más sombreadas del sistema vertical de cultivos. El objetivo es que tengan una luz similar a las partes altas. Por ello se refuezan con luz artificial a base de ‘leds’. Además, con la empresa Fertinagro está en marcha un ensayo en pimiento con su tecnología de fertilizantes que incluyen unos bioestimulantes que tienen un efecto similar a las sustancias que crean las raíces de las plantas para conseguir mejorar su nutrición.

El objetivo con estos aportes es reducir el uso de abonos de síntesis químicos. Y en temas de riego se están haciendo unos estudios de riego deficitario controlado con el cultivo del caqui y granado. Para ello se usan los avances en sensorización. Se está trabajando también con infraestructuras verdes, cubiertas vegetales en cítricos o en otros frutales, o bien sembradas o malas hierbas que nacen de manera espontánea. Entre las calles de cultivo se mantienen estas cubiertas vegetales, estudiándose diferentes especies y modalidades. 

Cultivos de pimientos en la finca de la Fundación Cajamar.

Cultivos de pimientos en la finca de la Fundación Cajamar. / Levante-EMV

Mejora genética del tomate

El tomate también es otro cultivo que protagoniza importanes novedades. Los técnicos de Cajamar siguen avanzando en el proyecto ‘Harnesstom’, que responde a una iniciativa europea para la mejora genética del tomate en condiciones de altas temperaturas, sequía, salinidad y enfermedades emergentes. Es el cuarto año que se está trabajando en estos ensayos experimentales, al objeto de determinar los genes con los que se pueden conseguir variedades más resistentes al cambio climático, para reducir el impacto y continuar manteniendo la alta productividad. Las altas temperaturas, por encima de 32 o 33 º C, hace que el polen de los tomates no sea fértil. 

Frutales bajo invernadero

En colaboración con Projar destaca un proyecto Ivace que consiste en producir una serie de cultivos frutales bajo invernadero con cubierta de malla, estudiando diferentes sustratos. Se ha trabajado con arándano, frambuesa, fruto de la pasión, moras y ‘kiwiño’. «El que más éxito ha tenido ha sido el de las higueras, dentro de invernadero y con cultivo sin suelo. Produce muy pronto, en el mismo año en que se planta, y el nivel de productividad es de casi el triple de lo que daría una plantación regular con regadío», explica Carlos Baixauli. 

Junto con el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas (IBMCP), del CSIC y la Universitat Politècnica de València, se está colaborando en otro proyecto en el que se detectan genes en tomate que permiten incrementar la densidad de plantación, lo que permite cultivar más plantas por metro cuadrado. Con ello se mejoraría la productividad del tomate, ya que con menos suelo se conseguirían más kilos.

 Otro proyecto interesante son productos bioestimulantes que, aplicados en cultivos que tienen de por sí la capacidad de ser proteícos, como los guisantes, la moringa o el edamame, pueden incrementar el nivel de proteína en la planta. Es algo que el mercado demanda en la actualidad, por lo que tendría muy buena acogida.