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Feminismo

Los cuidados aún se escriben en femenino

El confinamiento hizo estallar el espejismo de igualdad en las familias, soportado por los abuelos. Pese a estar en casa, los hombres no se hicieron corresponsables.

Carmen Agustín, neurobióloga, investigando en su despacho en el campus de Burjassot. f.calabuig

Carmen Agustín es neurobióloga, y en su despacho de la facultad, en medio de sus publicaciones, destaca un pequeño patinete rosa de su niña de 3 años. Confiesa que a veces no tiene tiempo de pasar por casa y acaba llevándolo a la universidad. El viernes pasado se levantó a las 6 de la mañana para preparar una clase y preparar también a su hija. La llevó al cole y después llegó a la facultad para enseñar por la mañana e investigar en su laboratorio por la tarde. Conciliación y cuidados son palabras que se le hacen muy cuesta arriba, y confiesa que no es fan «de las científicas que salen en prensa explicando que trabajan 14 horas diarias y siguen investigando mientras cuidan de su niño».

También le cuesta la palabra a su marido, porque, según cuenta Carmen, «tener dos trabajos a jornada completa hoy en día te hace imposible compaginar con los cuidados». Pero, ¿qué ocurrió cuando estábamos todos confinados en casa por la pandemia y no había que desplazarse al trabajo? Según los expertos consultados, que los hombres no se hicieron corresponsables de las tareas, y, sobre todo, que el tiempo se jerarquizó en contra de las mujeres.

Empar Aguado, investigadora de la Unitat de Igualtat de la Universitat de València, realizó un estudio en abril de 2020 sobre este tema, entrevistando a un conjunto de madres y padres jóvenes sobre el trabajo de cuidados en el hogar. «Nos dimos cuenta de que el tiempo se jerarquizó por debajo de ellas, el tiempo del marido era mucho más importante, aunque no de una manera consciente. Y, sobre todo, que antes de la pandemia había un espejismo de igualdad soportado sobre todo por la ayuda de los abuelos, que se cayó en el confinamiento». En el caso de Carmen, asegura que el reparto del hogar estuvo balanceado, aunque con matices. «Yo trabajaba en un horario y él en otro, y nos turnábamos cuidando de la niña. Inconscientemente fregué más platos, seguro, pero creo que por un tema de socialización, yo me he criado en una casa donde se esperaba todo de mí pero nada de mis hermanos, pienso que es algo cultural», dice.

"En pandemia nos dimos cuenta de que el tiempo estaba jerarquizado en contra de las mujeres y que valía menos el suyo que el de los hombres", dice Empar Aguado

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El estudio de Aguado se basó en entrevistas en profundidad con madres jóvenes y con trabajos cualificados, con el objetivo de ver si en los sectores jóvenes hay más igualdad en el hogar. «Llegó el confinamiento y cerraron todos los lugares donde dejar a los niños, como guarderías y colegios, y encima los abuelos dejaron de ser un punto de apoyo y pasaron a requerir también de cuidados por el peligro del virus», explica. Y en ese contexto «nos encontramos que casi toda la carga la asumen ellas». Hubo excepciones, «alguna familia de clase alta que pudo acceder a una trabajadora interna, pero hasta el proceso de búsqueda y selección lo hicieron las mujeres».

Carmen Agustín investigando en su laboratorio del campus de Burjassot. F.Calabuig

Aguado explica cómo, durante el confinamiento domiciliario, el trabajo de ellos fue totalmente priorizado, ellos eran lo primero y ellas lo último. «El hombre nunca podía ser interrumpido por los niños, pero ella sí, incluso podía dejar lo que estaba haciendo para atenderlos un momento». En este punto también coincide Cloti Iborra, secretaria de mujeres e igualdad de CC OO, «hemos visto muchos casos de mujeres que nos contaban que se levantaban de madrugada para adelantar la faena tranquilas. Otro caso muy común que nos ha llegado es que en la casa había dos ordenadores, pero el del hombre era intocable, solo se podía utilizar el de ellas para hacer las tareas escolares, atender a clases por videoconferencia, etc». Iborra explica que «lo que llegó al sindicato en el momento de la pandemia fue justo eso, que los hombres nunca asumieron la carga de cuidados, fueron ellas las que tuvieron que buscar las fórmulas para conciliar. Durante el confinamiento ellas fueron la maestra, la cocinera, el ama de casa y casi todo lo demás».

¿Qué hicieron entonces los padres? Por lo general, según explica Aguado en base a su estudio, «ayudaron en algunas cosas, como jugar con los niños y entretenerlos, y fueron sobre todo los que se dedicaban a ir a hacer la compra y sacar al perro». Por contra, las mujeres se involucraron en las tareas escolares, y sobre todo, algo que destaca Aguado es su rol en la gestión emocional de la pandemia, que recayó directamente sobre las mujeres, en un momento tan complicado para la sociedad y más para los niños y adolescentes. «Ahí eran ellas las que se hacían presentes para toda la familia». Además, explica Aguado, «ellas son siempre requeridas por los niños, lo que tiene que ver mucho en cómo hemos sido educados».

La trampa del teletrabajo

Tanto Iborra como Aguado coinciden en que se sale del confinamiento con un sabor agridulce y la sensación de oportunidad perdida. Aunque reconocen que está cambiando el modelo de cuidados, creen que debían haberse reivindicado como el trabajo esencial que es, antes y después de la pandemia. Pese a todo, los datos muestran claramente que los cuidados y la conciliación laboral siguen siendo cosa de mujeres y la igualdad todavía queda lejos. Las principales salidas para conciliar son dos: la excedencia y la reducción de jornada. En España, el 94 % de las personas que trabajan a tiempo parcial alegando cuidado de mayores o menores de edad son mujeres. En la Comunitat, en 2019 se pidieron 4.456 excedencias por cuidado de menores (el 92,3 % solicitadas por mujeres), mientras que en 2020 fueron 4.278 (el 92,5 % pedidas por mujeres), según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Carmen Agustín en una de sus clases en la universidad. F.Calabuig

Así, la reducción de jornada sigue siendo un instrumento claramente feminizado, aunque según cuenta Carmen Agustín, también hay un elemento cultural «en la investigación pero también en otros trabajos, cuando un hombre pide llegar una hora tarde para llevar al niño al colegio le ponen siempre mala cara», dice. Por otra parte, hay algunos pequeños cambios que permiten adivinar una tendencia, como son las excedencias concedidas para hacerse cargo de personas mayores donde los hombres representan el 22 %, todavía muy lejos de la igualdad. «Para hacerse cargo de su madre o de su padre muchos sí se animan», dice Iborra.

Al final de la pandemia, explica Iborra, ellas han sido las que más han pedido volver al trabajo presencial en rechazo al teletrabajo. La razón la explica Aguado, «durante el confinamiento ellas tuvieron más niveles de agotamiento, cansancio y ansiedad que los hombres».

Esta herramienta que facilita trabajar desde casa tiene visos de implantación en muchas empresas, y deja también muchas dudas respecto a la conciliación. «Primero hay que aclarar que no es conciliación si no se flexibiliza la jornada laboral», cuenta Iborra, y apunta que «todas las medidas de conciliación deberían ir enfocadas a la flexibilidad laboral, si no sirven para nada».

"El problema con los roles de género es que seguimos siendo cuidadoras pero también proveedoras, las dos cosas a la vez"

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Pero más allá, opina que esta herramienta podría convertirse en una trampa para las mujeres, que son las que fundamentalmente no quieren ir a la oficina para quedarse cuidando. «Nuestras empresas y el clima laboral todavía valoran muchísimo el presentismo, solo promocionan las personas que están en el centro de trabajo, los que se mueven y se les ve. Si encima las mujeres piden teletrabajar para la crianza y no se les ve, van a tener más dificultades para promocionar y llegar a puestos más altos. Puede resultar que las mujeres vuelvan a un espacio doméstico del que nos ha costado muchísimo salir», explica Iborra.

Para Carmen Agustín los roles de género todavía condicionan el día a día de muchas personas, pero con el añadido de la doble o triple presencia de las mujeres, que trabajan pero se llevan consigo la mochila de las tareas domésticas y el trabajo de cuidados. «El problema con los roles de género es que seguimos siendo cuidadores, pero también proveedoras, las dos cosas al mismo tiempo».

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