Rosa Regàs, maestra y amiga

La inesperada muerte de Rosa Regàs deja huérfanas a muchas generaciones. Fue pura vida y puro placer

Rosa Regàs.

Rosa Regàs. / Levante-EMV

Agustín Zaragozá

Agustín Zaragozá

La inesperada muerte de Rosa Regàs deja huérfanas a muchas generaciones. A sus espléndidos 90 años celebrados en su casa de Llofriu (Girona) en noviembre, junto a más de cien personas –entre familia y amistades–, mantenía el espíritu inconformista e incombustible que la caracterizó desde su juventud. Algo decaída los últimos meses por un percance en el tobillo, Rosa Regàs saboreó la vida hasta el último aliento y nos enseñó en todo momento la urgencia de reivindicar la libertad, la protesta y practicarlas. Despedirla se me hace difícil.

Quisiera contarles anécdotas, vivencias, conversaciones y lecciones que aprendí con y de ella. Todas sus amistades, creo, envidiamos su manera de ejercer la libertad. Nunca vio impedimentos, ni limitaciones, ni problemas, ni dificultades. Transformaba todo en aprendizaje. Cuando hablaba con ella sentía la necesidad de tomar notas, porque, como en las novelas, su vida se había convertido en una obra de arte. No había escisión entre la intelectual y la persona, entre la abuela y la escritora o entre la activista y la amiga; Rosa Regàs fue quien quiso sin imposturas, sin prebendas, sin alterar su conciencia republicana.

Discutía o regañaba a reyes –o quien fuera– si convenía hacerlo, bien en la entrega de los Planeta o por teléfono, ya que, por el valor de la protesta y por un mundo en igualdad, Rosa no complacía a nadie si creía llevar la razón. Y, sinceramente, siempre la tuvo.

Si algún logro profesional me satisface, ése ha sido el de expandir y «democratizar» el espíritu de Rosa Regàs. Recorrimos incontables poblaciones valencianas como el doblete en Favara, Albalat de la Ribera o Picanya, a la que siempre agradeceremos el inolvidable «Maig Literari 2023». Quise acercar a la ciudadanía a una escritora magistral, referente, intelectual, una fuerza de la naturaleza encarnada en mujer, a quien muchos recuerdan por sus intervenciones en la Ser con Gemma Nierga y sus discusiones con Loyola de Palacio.

La recuerdo en la estación del tren de València, enfadada por los habituales retrasos en la conexión con Catalunya, pero jubilosa por el reencuentro. Disfrutaba mucho en esos pueblos, quería conocerlos, saludar a la gente y aprender, una constante en su vida, la de escuchar para formar su propio criterio. Recorrimos todas las calles de Altea: «Mira qué ciudad tan limpia, le escribiré al alcalde para felicitarlo».

Rosa Regàs, en 2016.

Rosa Regàs, en 2016. / Levante-EMV

Conmigo vio su primera mascletà en el balcón del ayuntamiento. Se entregó a la vida y los placeres como nadie, alejada de remordimientos, una emoción que, según ella misma, nunca conoció. Rosa Regàs fue pura vida y puro placer. Le encantaba disfrutar de una buena mesa y mejores conversaciones con un gin-tonic, o dos; a fin de cuentas, lideró la modernidad y pudo y supo hacer aquello que le apeteciera sin importarle el juicio ajeno.

En el Tanatori Àltima Ronda de Dalt en Barcelona la despediremos hoy y mañana sábado. La familia de Rosa Regàs deviene otra de sus grandes novelas, inenarrable la magia compartida entre todas las generaciones. A sus hijas Anna y Mariona; a sus hijos, Loris, Eduard y David; a tantos nietos y bisnietos, no olvidéis que nos une incondicionalmente el amor y la pasión a Rosa Regàs. Admirada y recordada eternamente. Fins sempre, Rosa!