La magia de Pablo López y un simple piano

El artista convirtió los Jardines de Viveros en una reunión entre amigos, donde no faltaron las risas, las anécdotas y, por supuesto, sus letras llenas de magia, amor y pasión

Saray Fajardo

Saray Fajardo

 El talento de Pablo López podría considerarse de otro mundo. Y no exagero, sino que se lo pregunten a las miles de personas que acudieron anoche a su concierto en los Jardines de Viveros. Tras visitar la ciudad hace unos meses en un formato más íntimo, el artista regresaba a València para volver a celebrar sus diez años encima de los escenarios dentro de su gira de festivales y ciclos de conciertos. Y lo hizo de la mejor manera posible, ya que a través de sus canciones nos hizo comprender la importancia de la música, que es capaz de sanar heridas hasta en los peores momentos. Sólo necesitó un piano, también se atrevió con la guitarra, para volver a demostrar lo equivocado que estuvo Risto Mejide como jurado durante su participación en “Operación Triunfo”. 

El artista convirtió el recinto en una reunión entre amigos, donde no faltaron las risas, las anécdotas y, por supuesto, sus letras llenas de magia, amor y pasión. Sólo faltó abrir una cerveza y brindar por mínimo diez años más. 

Durante dos horas, el intérprete repasó las canciones más destacadas de sus álbumes Unikornio, once millones de versos después de ti; Camino, fuego y libertad: El mundo y los amantes inocentes u Once historias y un piano. No faltaron sus temas más emblemáticos como “Vi”, “Donde”, “Te espero aquí”, “Debería”, “Tu enemigo” o “Hijos del verbo amar”. Y, por supuesto, tampoco faltó “El patio”, que hizo emocionar no sólo a los presentes, sino al propio Pablo López, que se fundió con su piano para dejar fluir cada uno de los versos de esta canción que el público coreó de principio a fin. Sin duda, este instrumento se ha convertido en una extremidad más del artista, que no podía separarse de él más de diez segundos. 

El artista gritó, saltó, se emocionó, golpeó el piano... Pero también interpretó sus temas de una manera tan dulce que parecía que te susurrase directamente al oído convirtiendo a sus fans en auténticos protagonistas. Fue tal su emoción que, incluso, se atrevió a cantar canciones de Queen o J Balvin. Estaba claro que no había nada que se le resistiese a Pablo López. 

La conexión con su público fue tan grande que hasta se atrevió a hacer una videollamada con su madre para demostrarle lo entregados que estaban los asistentes a pesar de las elevadas temperaturas y el poco espacio disponible en el recinto. Durante unos minutos, los asistentes se convirtieron en sus coristas e, incluso, el artista les marcaba el ritmo y la intensidad que debían seguir. 

Pasada la medianoche el concierto iba llegando a su fin. Sin embargo, todavía quedaban un par de sorpresas más. El artista invitaba al escenario a una tímida joven para cantar “La niña de la linterna”. El intérprete explicaba que la chica no se había subido nunca a un escenario, pero nadie lo hubiese imaginado, ya que derrochó talento y pasión durante su interpretación con una combinación de voces en las que surgía la magia. Y tras este maravilloso momento, el artista ponía el broche de oro a la velada con  “Lo saben mis zapatos”. Y, por si quedaban dudas, apartó el micrófono para cantar a pleno pulmón y demostrar que, en un mundo en el que predomina el 'autotune', todavía quedan voces de verdad.

A lo largo de las dos horas, Pablo López demostró por qué se ha ganado el cariño de tanta gente durante esta década. Él es un músico sencillo, vital, entregado, alegre y, sobre todo, una persona que consiguió hacernos sentir a todos los presentes como si estuviésemos en casa.