Amiguitos del alma

Mazón y Barrera.

Mazón y Barrera. / Levante-EMV

Alfons Cervera

Alfons Cervera

Ya está. Ya han aprobado el PP y Vox la Ley de Concordia. El pasado jueves, puestos en pie, aplaudieron como locos que la dictadura y la democracia sean lo mismo. Era un aplauso no a su flojuna intelectual cuando hablamos de historia sino a la fuerza inquebrantable de sus convicciones franquistas. La historia les da igual. Se la inventan sin problemas. Llevan inventándosela desde el mes de abril de 1939.

Para ellos lo peor que le ha podido pasar a este país es que llegara la Segunda República en 1931. Los ricos, los militares fascistas y la iglesia dieron un golpe de Estado en julio de 1936. Ese golpe fracasó y lo que vino después fue una guerra que duró tres años, aunque en realidad todavía no ha terminado.

Una prueba evidente de que aquella guerra no ha terminado es la Ley de Concordia. Lo dijo Santiago Abascal: “somos la voz de aquellos que tuvieron padres en el bando nacional”. Entonces ganaron sus familias con la ayuda del fascismo italiano y la Alemania nazi. Ahora la siguen ganando en aquellos sitios donde tienen mayoría para hacerlo.

También quiero escribir y lo hago: ¡cuánto tiempo ha tardado la democracia en hacer memoria! Hace casi cincuenta años que murió el dictador y tenemos dos citas fundamentales que vienen del miedo: la Ley de Amnistía de 1977 y la Constitución de 1978.

Somos el país del miedo y del olvido. La Transición hizo algo de lo que tuvo que hacer dada la correlación de fuerzas. Pero en otros asuntos cerró las puertas a una ruptura de mayor profundidad con las huellas del franquismo.

La Transición estuvo llena de olvidos, de crímenes amparados por las instituciones democráticas, de mentiras a destajo, como la de encumbrar a los altares una Monarquía representada por un Juan Carlos I que fue la herencia que nos dejó Franco para que no se quebrara a partir de entonces su estirpe de mando único y de clase.

Y ahí sigue esa estirpe. Los ricos del franquismo siguen siendo los mismos que lo fueron en la dictadura. Y muchos de sus principales represores se han muerto tan tranquilos o siguen viviendo sin el peso de su siniestro pasado en las espaldas, como si lo que hcieron no se mereciera el banquillo de los acusados.

Pero claro, qué banquillo de los acusados van a calentar los jerifaltes franquistas si la justicia en este país está dominada por jueces, jóvenes o viejos, nostálgicos de la dictadura.

Recuerdo a las víctimas.

Recuerdo a las víctimas. / Levante-EMV

Ahora el PP y Vox han roto relaciones. Al presidente Mazón la decisión de Abascal lo ha dejado a merced de los trankimazines. Eran colegas cercanos él mismo y los ultras valencianos. Cuando veía estos días a Mazón y al torero Barrera, tan amarraditos los dos como cantaba María Dolores Pradera, me acordaba de Camps y del Bigotes. Amiguitos del alma. Qué cosas. Recién acabado el recuento electoral el 28M de 2023, ya habían pactado el PP de Mazón y Vox no sólo proyectos de colaboración sino gobierno. No sé si la sangre llegará al río de la separación definitiva. No me lo acabo de creer, aunque los de Abascal necesiten marcar territorio meando fuerte y lejos para llenar el agujero que ha abierto el facha Alvise en su electorado.

También pienso en el núcleo de extrema derecha que sigue el devocionario más extremista del PP valenciano. La prueba de que Mazón y Vox tienen mucho en común es la aprobación de la Ley de Concordia, que sustituirá a la de Memòria Democrática que aprobaron las Corts en 2017. Es volver al franquismo más duro. A la negacion de la historia. A la burla cuando hablan de los asesinados por los vencedores de la guerra.

Al desprecio del dolor de sus familias. A la negación del golpe de Estado contra la legalidad republicana. Al cinismo de mezclar víctimas del terrotismo y las que llenan las fosas comunes y las cunetas porque lo que llegó en 1939 no fue la paz sino una victoria deleznable.

La Ley de Concordia es una vuelta atrás hacia los orígenes del daño democrático. Es la diferencia entre las derechas francesas y las españolas. No han sido Feijóo y los suyos quienes ha roto relaciones con la extrema derecha, sino al revés. Vergüenza tendría que darles. Los análisis acerca de esa ruptura dicen que es un buen momento para que el PP se asiente definitivamente en el centro político. Muy difícil que lo haga. Es un partido que viene de donde viene y eso marca de por vida. Que se lo pregunten a Aznar. O a ese enigmático M. Rajoy cuya policía política se dedicó a espiar a gente de izquierdas cuando las cosas pintaban mal para su futuro en la presidencia del gobierno. ¿De verdad creen que la Justicia investigará y se tomará en serio ese espionaje?

No me contesten. Conozco su respuesta. La aprobación de la Ley de Concordia el pasado jueves en las Corts Valencianes es un buen ejemplo de esos orígenes. Sintonía absoluta entre el PP y Vox. Puestos en pie en el hemiciclo aplaudiendo entusiastas una ley que nos regresa a los versos terribles de Gil de Biedma: “De todas las historias de la Historia / sin duda la más triste es la de España, / porque termina mal”.

Para ocupar el centro político, el PP tendría que renunciar al franquismo y alinearse plenamente y sin excusas con la democracia. Y eso, con Abascal o sin Abascal, nunca lo va a hacer. Nunca.