Fernando Guallar: "Gracias a las plataformas hemos conseguido que la piratería muera"

Valenciano de adopción, encarna al presidente de la Generalitat hace 30 años en «La Valenciana», que se estrena hoy en Cinema Jove.  

El actor Fernando Guallar.

El actor Fernando Guallar. / Miguel Angel Montesinos

Saray Fajardo

Saray Fajardo

¿Qué va a encontrar el público en Valenciana?

Van a ver una radiografía de la València de los principios de los 90. Han pasado 30 años y ha envejecido muy mal. La obra se concentra en la historia de tres chicas, que nos cuentan tres mundos: el más social, la Ruta del Bakalao y de las drogas y el de la comunicación. Se muestra la corrupción política y un engranaje aterrador. A veces parece que la ficción exagera, pero la realidad suele superar la ficción.

Encarna al político Ricardo Zamora. 

Sí. Vamos a ver sus comienzos y cómo acaba consiguiendo presidir la Generalitat Valenciana. Vamos a conocer poco a poco quién es él, cómo es el disfraz que muestra y quién es el verdadero ser humano que hay detrás.

Es un político que no caerá muy bien a los espectadores.

Tiene esa cosa que le pasa a muchos políticos. Pero aquí los espectadores van a tener la suerte de tener una cámara metida en el despacho. Muchísimas veces, como espectadores, estamos sometidos a esa parte más afable y más populista de muchísimos líderes políticos y aquí tenemos la oportunidad de ver cómo son cuando ya no hay cámaras ni fans porque ahora los seguidores políticos son más fans que ciudadanos con criterio. Vamos a conocer un poquito más de ese ser humano para que cada uno saque sus propias conclusiones. Desde luego el juego de la política era un juego realmente sucio. Me atrevería a decir que lo sigue siendo en muchas ocasiones.

¿Llega a empatizar con él?

Yo siempre intento encontrar la empatía, incluso cuando son personajes muy alejados de mí. Siempre he dicho que nadie es un villano ni un cabrón. Pasan ciertas cosas que tienen que ver mucho con la infancia y con la educación. Yo siempre busco un poquito, escarbo y me gusta crearme ciertos mundos para conseguir conectar más con él. Ha sido un trabajo interesante porque hay una distancia enorme entre él y yo.

Suele acudir a València en numerosas ocasiones. Comenta que la ciudad ha envejecido mal. ¿Qué es lo que más le sorprende?

Cuando ves la película te das cuenta de muchísimas dinámicas, que parece mentira que los ciudadanos aceptaran. Hablamos mucho de machismo, de lo recalcitrante, que es demoledor. A mí esa parte me ha costado mucho de interpretar, había momentos que ahí sí que me entraban los juicios. En los principios de los 90, ciertos líderes o ciertos hombres con poder trataban mal a sus mujeres. Hay una postura muy interesante con varios personajes, que cuentan qué tenían que aguantar las mujeres.

Fernando Guallar en la película.

Fernando Guallar en la película. / María Santolaria

Por suerte, algo hemos cambiado.

Menos mal. Creo que también sigue habiendo muchos comportamientos realmente asquerosos, pero de alguna manera sí que se señalan. Muchos hombres se dan cuenta de que hay ciertas cosas que no se pueden hacer o ciertas bromas. Si en el siglo XXI no somos capaces de respetar al ser humano por encima del género, estamos jodidos.

Cuando piensa en la Comunitat Valenciana, ¿qué es lo primero que le viene a la mente?

Tengo muchísima familia de Castelló y València. Siempre he estado muy unido. Además estudié aquí la carrera. Ha sido una de las tres ciudades de mi vida. Me parece una ciudad súper amable. Recuerdo al chaval que era yo con 18 años y desde luego no tenía un criterio como el que puedo tener ahora. Hubo unos años en los que València tuvo una imagen muy ensuciada por ciertos medios de comunicación y por ciertos políticos que representaron una manera de vivir, que a mí me parece aterradora. Yo tengo una relación de mucho amor con València y con la Comunitat.

¿Por qué decidió estudiar arquitectura?

No me atreví a estudiar interpretación o no tuve el respaldo de mis padres. Con el tiempo me he dado cuenta de que fue una decisión correcta. Ser actor e interpretar requiere mucha madurez y mucha vida vivida. Con 18 años era un niñato, aunque era un buen chaval, pero me quedaba mucho por aprender. Creo que no habría tenido la carrera que estoy teniendo si hubiera empezado a los 18 años.

¿Tenía claro que lo suyo era la interpretación?

Sí, desde los 7 años. En el colegio empecé a hacer teatro y a mí me recorría una cosa por el cuerpo que me sigue pasando. Eso es imposible quitártelo.

Tal es la pasión que se fue de Berlín a Madrid para interpretar una frase en la serie «Aída».

¡Qué gracia! Además, ese fin de semana estaban muchos de mis amigos de València en Berlín. Ya tenían los billetes comprados. Les dije que me tenía que ir a Madrid para decir una frase y volver. Yo siempre he sido un romántico. Yo soy un intenso y un pesado, pero he perdido muchísimo y he dejado de romantizar tanto este oficio. Hay que tener cuidado con un exceso de ilusión o de estos amores platónicos. Yo he tenido un amor platónico muy grande con este oficio y ahora que ya tenemos una relación y estamos saliendo, pues todo ha bajado más a tierra. Es una vida muy estimulante, con muy poca continuidad, pero muy estimulante.

Si no existiese esa pasión en un oficio en el que no hay estabilidad ni está bien pagado...

Esta profesión te tiene que gustar, pero tienes que ser completamente consciente del panorama que hay y de los pocos papeles que hay para tantísimos actores que somos, del intrusismo voraz y del paro. Estamos en cifras del paro entre el 90 % y el 95 %. Hay que quererla.

Uno de su últimos trabajos ha sido la película Pared con Pared. ¿Cómo ha sido trabajar con Aitana?

Muy bien, como con cualquier otra compañera. Cuando empiezo con los ensayos, intento quitar todo lo que trae ese compañero.

Ella no viene del mundo de la interpretación, sino que es cantante. ¿Ha visto esas dificultades?

Rescato mucho de ella la humildad. Me gusta mucho cuando te enfrentas a algo que no es tu medio con la humildad de saber que no ha tenido una carrera como actriz, pero es muy loable.

¿En qué otros proyectos se encuentra?

Acabo de terminar una película adolescente, que ha sido muy interesante porque ha sido la primera vez que me he sentido tremendamente mayor. He entendido lo que ha sido el salto generacional al trabajar con chavales de 20 años. Lo he disfrutado mucho. A veces, llegan proyectos pequeñitos, pero te pasan cosas como muy importantes.

¿Se ve más la pasión por el oficio en estos proyectos pequeños?

Sí. De Valenciana lo que rescato es que ha sido una película hecha con dignidad. El compromiso está más presente que nunca. Hay un equipo dejándose la piel, rodando muy rápido, pero con muy buena actitud. Hay un compromiso mucho más real y más innato.

¿Cómo ve el futuro del sector?

Jodido. Soy una persona con esperanza, pero el sector está en transición. Está cambiando todo tan rápido que creo que no estamos preparados. Hemos conseguido, gracias a las plataformas, que la piratería muriera. La gente paga unas cuotas para acceder al material, pero yo que soy un absoluto enamorado de las salas de cine y de la experiencia de ir al cine, creo que estamos ante un panorama bastante desolador. El otro día me decía un colega que hay gente que ve la película a velocidad 1.5. Hay que salir para ver la realidad y lo que demandan los espectadores. Parece que estás perdiendo el tiempo si estás haciendo algo tan sencillo como ver una película. Me preocupa que se pierda esa pulsión que tiene el cine porque su labor es enorme. No estamos preparados para digerir tantísima información.

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