Entrevista al premio Pulitzer

Nathan Thrall, periodista norteamericano: "Es muy improbable que el final de la guerra de Gaza implique el final del conflicto"

El reportero residente en Jerusalén ha obtenido el Premio Pulitzer de no ficción por su crónica 'Una día en la vida de Abed Salama'

El periodista norteamericano Nathan Thrall ha escrito 'Un día en la vida de Abed Salama', premio Pulitzer, este martes 18 de junio en el CCCB.

El periodista norteamericano Nathan Thrall ha escrito 'Un día en la vida de Abed Salama', premio Pulitzer, este martes 18 de junio en el CCCB. / MARC ASENSIO

Elena Hevia

Para el periodista norteamericano de origen judío Nathan Thralll hubiera sido más fácil mostrar el desprecio de Israel frente a la comunidad palestina con un épico retrato de las acciones bélicas de ambos pueblos. Pero no, en ‘Un día en la vida de Abed Salama’ (Anagrama / Periscopi) lo hace a partir de un hecho poco trascendente para la gran historia: un accidente de tráfico de un autobús escolar que costó la vida a unos niños palestinos en el 2012. 

Tan solo cuatro días antes de que Hamás atacara Israel el pasado 7 de octubre aparecía este libro que muestra el calvario por el que Abed Salama, padre de una de las víctimas, intenta recoger información del estado de su hijo abriéndose paso en un laberinto de dificultades y ninguneo burocrático, de incuria por parte de Israel con el objetivo de reducir la presencia de palestinos en el Gran Jerusalén. Thralll ahonda en el día a día de un palestino y de sus familiares y amigos para mostrar las raíces enquistadas de un choque para el que no ve salida. El libro ha obtenido el Premio Pulitzer de no ficción.

Escogí una historia ordinaria para obligar a prestar atención al sistema de control del estado de Israel

Cuando escribió este libro no imaginó que el estallido de la guerra le daría al libro una nueva lectura. 

Lo escribí movido por la frustración de que el mundo solo prestaba atención al conflicto palestino-israelí únicamente cuando había una insurrección, una guerra en Gaza o una sublevación de palestinos. Escogí una historia ordinaria para obligar a prestar atención al sistema de control del Estado de Israel que lleva más de medio siglo funcionando y es la causa principal de la violencia actual. Un control que va dirigido a una limpieza étnica. Lo que más me inquieta no es cómo se lea ahora, en plena guerra, sino que a la gente siga sin preocuparle cuando tengamos un alto el fuego, porque eso es lo que ha ocurrido siempre.

En Estados Unidos existen posturas muy encontradas a favor y en contra de la respuesta de Israel. ¿Siente que se ha comprendido su propuesta? 

Antes de la concesión del Pulitzer tuve muy buenas críticas, también ha sido considerado el mejor libro del año por 18 publicaciones. Sí, creo que sí.

¿No ha tenido ninguna acusación de antisionismo? 

A lo largo de mi vida sí que me las han hecho, pero con este libro no ha sucedido. Diría que la gente a la que les gustaría atacarlo o desacreditarlo lo están ignorando completamente. 

Usted tiene una larga experiencia como reportero en Jerusalén. ¿Cómo es vivir allí? 

Empecé a trabajar como periodista y como investigador en el 2010 en Gaza y un año después me trasladé a Jerusalén con mi mujer, que es hija de israelís, aunque nacida en Estados Unidos. Mi experiencia básica ha sido moverme en mundos radicalmente distintos. Yo vivo a tres kilómetros del muro que me separa de Abed y los demás personajes de este libro, así que en tan solo 20 minutos en coche me puedo trasladar a otro universo. 

Los habitantes de Jerusalén viven en una burbuja, ignorando a los palestinos

¿Sabía del sufrimiento palestino cuando llegó allí por primera vez?

Fue en el 2005, en uno de esos viajes financiados por el gobierno israelí cuyo objetivo es que los judíos de la diáspora vayan a Israel y propicien una afinidad con el país. Entonces no sabía que aquella tierra era mayoritariamente palestina, porque a los palestinos no se les veía. Los habitantes de Jerusalén, que vivían y viven en una burbuja, los ignoraban. Van a la playa, se toman sus expresos y juegan con sus hijos al colegio sin pensar que viven en un régimen de dominio étnico. 

¿Y usted, como judío, cómo encaja ahí? 

Con una gran distancia. Camino entre la gente que o bien está a favor de la opresión o bien les da igual. Imagino que era la sensación que debía tener un blanco antiapartheid en Sudáfrica. 

¿Cómo conoció a Abed Salama? ¿Qué hizo para ganarse su confianza?

Yo quería escribir sobre el accidente y unos amigos me pusieron en contacto. Me contó su historia, la del día en el que buscó a su hijo y supe inmediatamente que aquello iba a ser el centro de lo que iba a escribir. Con el tiempo, un día en la vida de Abed Salama se convirtió en ‘la vida entera de Abed Salama’. Durante la gira que hicimos los dos en Estados Unidos le preguntaron muchas veces a Abed sobre eso y él decía que confió en mí cuando vio mi emoción y mis lágrimas. 

Un accidente como aquel podía haber ocurrido en cualquier lugar del mundo, lo que resulta más doloroso es la negligencia de los servicios israelís. 

Masha Gesssen dijo que este libro iba sobre un accidente que en realidad no era tal. Es verdad, el libro muestra el abandono deliberado frente a un colectivo de personas por sus características innatas. Todo lo que ocurrió en aquella carretera era absolutamente previsible, una cadena de acontecimientos fruto de una política concreta. 

La deshumanización respecto a los palestinos que estamos contemplando hoy viene de lejos y quería resaltarlo

Lo más doloroso fueron los comentarios vertidos en las redes por jóvenes israelíes celebrando la muerte de los pequeños, niños de cinco años.

A ver, fue un grupo pequeño de la sociedad israelí, pero me dio la sensación de que esa historia forma parte de una tendencia que, en los últimos tiempos, no ha hecho más que aumentar y hoy en día es mayoritaria. Lo vemos en los vídeos que comparte la gente, vídeos en los que se alegran al ver los edificios destruidos en Gaza, mientras los líderes incitan al genocidio. La deshumanización que estamos contemplando hoy viene de lejos y quería resaltarlo. Porque tiene un papel central a la hora de permitir el nivel de destrucción actual. 

¿Aunque sea mínima, existe en Israel una cierta oposición a la guerra?

Están los que exigen la liberación de los rehenes, que tienen detrás un movimiento muy importante, junto a los que piden un nuevo gobierno y nuevas elecciones. Y, por otro lado, un movimiento minúsculo que exige el final de la guerra para dejar de matar palestinos. Mi esposa participa en esas protestas y la policía ha sido muy violenta con ella. 

¿Se atreve a hacer predicciones sobre el fin de la guerra?

Es muy improbable que el final de la guerra de Gaza implique el final del conflicto. No veo una solución, porque para que exista, la parte que tiene todo el poder tiene que enfrentarse a un cambio en los incentivos que tiene ante sí.  

Hace un tiempo parecía que la guerra estaba desgastando a Netanyahu, pero las últimas noticias lo muestran más fuerte. 

Cuando la guerra termine la gente que tuvo el poder el 7 de octubre tendrá que rendir cuentas, porque todo el mundo asume que esto ha sido un gran fracaso por parte del liderazgo de Israel, así que Netanyahu tiene motivos para temer el final de la guerra aunque de momento se le vea muy seguro. 

¿Se plantea seguir viviendo en Jerusalén? No parece un lugar muy seguro para criar hijos. 

Esta ha sido la primera vez desde que nos instalamos que mi esposa ha empezado a decirme que no cree que podamos seguir viviendo allí porque no hay futuro para nuestras hijas. Este es el trabajo de mi vida, yo sí tengo la motivación para seguir, pero no quiero vincular a las niñas a un lugar que va a seguir hundiéndose en una mayor opresión y en más sangre derramada.

Suscríbete para seguir leyendo