Análisis

Al PSPV se le atraganta la provincia

Diana Morant, entre los secretarios provinciales de Alicante y Valencia, Alejandro Soler y Carlos F. Bielsa

Diana Morant, entre los secretarios provinciales de Alicante y Valencia, Alejandro Soler y Carlos F. Bielsa / Germán Caballero

Alfons Garcia

Alfons Garcia

Esta es una historia de pocos años. Y una historia muy de la izquierda valenciana, con la eterna disyuntiva entre comarcas y provincias. Es una historia reciente porque empieza en 2008, cuando el PSOE (léase Ferraz y léase José Blanco, entonces secretario de Organización) impone una estructura provincial, hasta entonces inexistente. La razón blanca: ajustarse a las demarcaciones electorales para un mejor funcionamiento. La razón de fondo: restar poder a los ‘barones’ autonómicos y meter mano en dos federaciones que estaban hechas unos zorros, como la valenciana y la gallega, con grupos de poder afianzados en algunas ciudades y comarcas.

El caso es que, desde la creación de las feudos provinciales en el PSPV, estas estructuras han devenido a menudo en contrapoderes del líder autonómico. No siempre, pero con frecuencia.

Hagamos un repaso. Jorge Alarte era el secretario general del PSPV en 2008. Logró tener una aliada en la recién estrenada dirección provincial de Valencia, con Carmen Martínez (alcaldesa, como Alarte, y de su misma comarca, l’Horta Sud) que estrenó el cargo. Pero se encontró con liderazgos en Alicante y Castellón que no eran de su familia y que le depararon desencuentros habituales, especialmente en Alicante, con Ana Barceló en el puesto, próxima a Leire Pajín y con la que discrepó en cuestiones orgánicas y listas en varias ocasiones.

La última década en Valencia es una historia de momentos de tensión entre los líderes provinciales y el ‘jefe’ autonómico, Ximo Puig en su momento y ahora, Diana Morant. La primera etapa del expresident fue con José Luis Ábalos como secretario provincial y en ese periodo se produjo la gran crisis del socialismo español contemporáneo, con la defenestración de un secretario general (Pedro Sánchez) y una disputa orgánica a cara de perro en las posteriores primarias entre el citado y Susana Díaz. La historia es conocida. Ábalos fue el principal apoyo orgánico que quedó a Sánchez tras su caída y Puig, que asumió el trago de firmar contra el líder, se situó como uno de los grandes apoyos de Díaz.

Hoy todo el PSOE es ‘sanchista’. Entonces, no. Y los de pata negra, con Ábalos como referente, movieron la silla de la secretaría general a todo un jefe del Consell y no estuvieron tan lejos de lograrlo (sumaron más de un 42 % de votos para su candidato, Rafa García, en el congreso de 2017).

La dinámica se mantuvo al renovar estructura provincial, porque Ábalos, elevado al puente de mando de Ferraz, fue relevado en Valencia por su mano derecha, Mercedes Caballero, con la lógica de los mismos equilibrios internos y porque la sombra de Ferraz es (y era) poderosa. Ahora, reemplazada por el alcalde de Mislata, Carlos Fernández Bielsa, con el apoyo del ‘ximismo’, las tensiones con la líder autonómica, Diana Morant, se han reeditado a cuenta de una renovación de la ejecutiva que ha hecho peligrar la estabilidad orgánica.

El fenómeno tiene que ver sobre todo con la necesidad de pactos para ganar el liderazgo autonómico. En la unión contra el ‘alartismo’, en 2012, Ábalos dio el apoyo de su grupo a Puig a cambio de tener el respaldo recíproco en la provincia. Son alianzas de conveniencia y los protagonistas nunca acaban de quererse del todo, permanecen recelos y desconfianzas, además del anhelo (legítimo) de poder aspirar en el futuro a algo más en la cadena de mando: la dirección provincial, en especial en el caso de Valencia, donde está la sede ‘de país’, acaba siendo menos deslumbrante de lo que parece.

En esa almazara tan humana fermentan los desencuentros provinciales del socialismo valenciano, que antes o después tocan a algún territorio. En algunas ocasiones no se trata del resultado de pactos previos, sino de la victoria del candidato a contracorriente sobre el apoyado por el aparato, como pasó con el triunfo de Alejandro Soler sobre Toni Francés en 2022 en Alicante.

Una máxima clásica en política dice que no conviene guardar rencor. En el PSPV, a veces, cuesta recordar la consigna. Si se tiene en cuenta que el PSOE ha profundizado en el poder orgánico provincial en los últimos años (son pieza clave en las listas), se entiende que las relaciones con el mando autonómico tiendan a complicarse. n

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