La isla que quiso detener el tiempo

El sol brilla tras las nubes, siete minutos después de la medianoche, en Longyearbyen, archipiélago de Svalbard.

El sol brilla tras las nubes, siete minutos después de la medianoche, en Longyearbyen, archipiélago de Svalbard. / AFP / JONATHAN NACKSTRAND

Gonzalo Aupí

En las cercanías del círculo polar ártico, en la zona más septentrional del continente europeo, comienza un curioso y bello acontecimiento natural: el Sol de medianoche. Durante varias semanas, en algunos lugares como la isla Sommaroy o la región de Svalbard (ambas en Noruega), el Sol estará presente en el horizonte durante las veinticuatro horas del día.

Si bien el astro rey posee una gran influencia en nuestra forma de vida y en la mayoría de las actividades que desarrollamos, es realmente admirable la capacidad de adaptación que han demostrado los habitantes de estos lugares para poder acostumbrarse a una situación tan extrema. En la isla de Sommaroy, situada al norte de Noruega, conviven durante 296 días sin ver la luz solar, y durante los días restantes, hasta el próximo 26 de julio, únicamente con el Sol.

Hace ya cinco años, sus habitantes comenzaron a poner en práctica una curiosa idea con el objetivo de adaptarse a esta particularidad natural: eliminar el tiempo. Creyeron, entonces, que convertirse en la primera población libre de horarios del mundo podía influir positivamente en su modo de vida. Pero, ¿puede realmente una sociedad vivir al margen del tiempo y que esto influya en tener una mejor calidad de vida? Sin duda, los relojes son necesarios para ciertas actividades, pero en un lugar en el que la relación con el sol es tan extrema, quizá pueda tener una repercusión positiva.

No obstante, tampoco hay que olvidar que el resto de Noruega también es un país fascinante. Cualquier persona que decida conocer la primera población “sin tiempo” del mundo no debería perder la oportunidad de visitar Cabo Norte, un lugar en el que en verano el sol no se esconde, pero, cuando lo haga, dará paso a otros fenómenos como las Auroras Boreales. Parece que, curiosamente, la belleza de estos parajes va en proporción a la complejidad de la vida. Pero, sin duda, iniciativas como la de los ciudadanos de la isla sin reloj también son una muestra de la gran capacidad de adaptación que poseemos como especie.